jueves, junio 09, 2022

Tragedia contra esposos en Santiago Rodríguez debe investigar dentro y fuera del país.

Juan de los Santos Peralta y Marielis Vargas asesinados a tiros supuesto por Carlos Juan Rodríguez García dejan dos hijos huérfanos de 7 años y 3 meses. 

Por Marcelo Peralta

SABANETA, Santiago Rodríguez, R.D.-El comportamiento violento exhibida en la persona de Carlos Juan Rodríguez García, supuesto autor de las muertes a tiros a Juan de los Santos Peralta, de 36 años, Marielis Vargas, de 27 años, heridas al regidor Erlin Alberto Gómez y el cobrador de guaguas Eduardo de Jesús Espinal, son novedades que debía ser investigadas a profundidad y abordaje eficaz.

La conducta violenta y reincidente de Carlos Juan Rodríguez García, constituye un alto riesgo tenerlo libre en la sociedad, porque sus acciones traspasan límites, motorizada por la complicidad de políticos, indiferencia de autoridades y quienes lo recomendaron para desempeñar un cargo de tanta relevancia como el que ostentaba.

Observando ese tipo de accionar, evidencia la sociedad dominicana está en una profunda crisis, carencia de visión de un sistema incapaz de atender y enfrentar los niveles de violencia prevaleciente en el país.

Las muertes violentas registradas en las últimas semanas en el país, llenan corazones más sensibles de tristeza, dolor, causan llanto a familias nobles, crean desafíos al gobierno, afectan la sociedad, entidades educativas, sanitarias, deportivas, culturales y políticos, empresarios, iglesias, sindicatos, deben unir voluntades y planes para detenerla.

El crecimiento de la niveles de violencia y criminalidad va en aumento, ambos motorizados por algunas fuerzas encubiertas que han decidido echar a perder lo bueno del país; dañar la buena imagen ganada a nivel internacional durante la pandemia de la Covid19, atraer turistas, la democracia que disfrutamos, empuje, lucha contra el narcotráfico.

Además, con los niveles de corrupción administrativa, en que políticos y empresarios estarían molestos con el macabro argumento de medir fuerza con el Estado por su combate contra los males que acogotan a la sociedad y la reforma policial.       

Si unimos la violencia, ira, exclusiones, espiral inflacionaria, falta de empleos, alto costo de la vida, robos, atracos, asaltos, criminalidad, inseguridad, estaríamos preparando una especie de “cóctel” agresivo de dimensiones sociales que sería una “bomba de tiempo” y los atribuiríamos solo a la incapacidad gubernamental, sin analizar que todos somos responsables, especial la clase política y empresarial.

En el caso de Carlos Juan Rodríguez García, en un alto porcentaje en la clase política recae la mayor responsabilidad, por nombrar personas sin averiguar sus orígenes, comportamientos sociales en los ámbitos locales, provinciales, regionales, nacionales y en el extranjero.  

La fragilidad del sistema democrático, políticos “viralatas”, “empresarios chatarras”, “insípidos” ostentan posiciones elevadas en la administración, recomendando a personas del bajo mundo, de ahí se derivan las cosechas, resultados y consecuencias que ahora golpean a familias depauperadas recibiendo pérdidas de sus seres queridos, dolor, llanto, tristeza, incompetencia, impotencia.

La vasta corrupción, impunidad heredada del pasado reciente, es lo que produce gente degenerada, mafiosos, traidores a los amigos, a ellos mismos porque desconfían hasta de sus propias sombras, se endiosan, embriagan de poder creyendo nunca caerían de la subida que ostentan.

Ahora, mirarnos en el negro espejo y las sombras que deja este acontecimiento trágico, en un pueblo sin verdadera justicia, poca independencia, falta de seguridad ciudadana, irrespeto a las leyes vigentes, donde la vida de los humildes, personas honestas y trabajadoras no “vale nada”. 

El país está arropado por una delincuencia crónica, manifestaciones violentas, perturbadora, estilo de vida incompetente, el modelo de seguridad fracasado, carente de ajuste personal, laboral, familiar, ausencia de contexto, porque la que domina es la conducta antisocial y desde las altas instancias no se refleja voluntad de reconocer los complejos factores combinados con la conducta delictiva y sus resultados, sino que “es percepción”. 

La estabilidad social del país se requebraja bajo riesgo de conducta delictiva y cada vez con mayores actores profesionales y experimentados deportados desde Estados Unidos, unidos a los de Haití que cruzan la frontera sin inconvenientes. 

La sociedad dominicana está reproduciendo “chicos de altos riesgos”, factores que implican comportamientos delictivos, capaces de destruir la vida del mejor ciudadano en busca de dinero.

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