Recuerdan los 52 años de la batalla del Hotel Matún.
Santiago, R.D.- Con la presencia de connotadas personalidades del país y reconociendo a prohombres que
lucharon hace hoy 52 años en la Batalla del Hotel Matún, la Fundación Francisco Alberto Caamaño Deñó, organizó una serie
de actos, que además, incluyó reconocimiento
a sobresalientes y una misa en el Santuario de la Iglesia Nuestra
Señora de la Altagracia y una caminata.
Estaban
dirigentes de la Fundación Caamaño Deñó de las ciudades Santiago de los
Caballeros y Santo Domingo.
El maestro de ceremonia lo fue el experimentado locutor Ramón De Luna.
Mientras que el periodista Adriano Reyes, fungió como director de prensa de la actividad y quien es miembro de la Fundación Caamaño Deñó.
En el
marco de las actividades en el Hotel Matúm, hubo un relato del sobreviviente
mayor general Héctor Lachapelle Díaz, considerado el más
destacado académico militar que han tenido las Fuerzas Armadas Dominicanas y el
único héroe militar que está vivo en la actualidad.
Ramón De Luna y Adriano Reyes.
Se le tilda se ser el único héroe
social, familiar, religioso, un ser humano excepcional a quien nunca se le ha
tributado el reconocimiento que se merece.
Muchos de
los que participaron en ésta recordación de que Lachapelle Díaz es un hombre
que dedicó los mejores años de su vida, arma en manos, a salvar la dignidad
militar y puso su pecho como escudo para reivindicar el cuartel de la afrenta
que constituyó el golpe de Estado perpetrado contra el presidente de la
República, profesor Juan Bosch en el año 1963 en contra la democracia y la
institucionalidad del país.
Lachapelle
Díaz, además de militar, es un ciudadano ejemplar que constituye un estandarte
para la actual sociedad y la generación.
Se les
considera un sobresaliente y defensor de la República Dominicana sin poner
condiciones ni intereses y ni reclamar méritos por sus auténticas heroicidades
en la lucha armada de 1965.
Relato
Expone que estando yo sentado en una mesa
del comedor, acompañado de varios amigos y de su padre, quien deseaba un vaso
de leche, y mi cuñado Bello Veloz, se acercó con suma rapidez el alférez de
navío Jesús de la Rosa Canó, informándome de que tropas estaban llegando al
Monumento a los Héroes de la Restauración con una friolera de 400 metros del
hotel.
Acto seguido, ráfagas de ametralladoras
procedentes de las tropas que estaban por el mencionado monumento, comenzaron a
hacer impacto en las ventanas y paredes del hotel Matum, por lo que de
inmediato se oyeron las voces de mando constitucionalistas: “Al segundo piso,
todo el mundo al segundo piso a tomar posiciones”.
El capitán Lorenzo Sención Silverio,
combatiente del Hotel Matum, describe este difícil momento así: “La Plana Mayor
de los constitucionalistas celebró una reunión de emergencia para analizar la
situación y tomar las decisiones pertinentes, convirtiéndolas en órdenes con
una defensa a toda costa en el interior del Hotel, dividiéndolo en cuadrantes.
Se afirma que la parte del frente estuvo
bajo la responsabilidad del comandante Ramón
Montes Arache; en el flanco izquierdo estaba el coronel Lora Fernández; en el
derecho el Teniente Coronel Héctor Lachapelle Díaz; y, en la parte trasera, el
Coronel Caamaño Deñó, quien además tenía el Comando en Jefe”.
El coronel Montes Arache y los hombres ranas
tomaron posiciones de ataque y después de observar cómo se acercaban
peligrosamente los atacantes, empezaron a disparar.
Los que tenían las armas largas dentro de
los vehículos, tuvieron que bajo el fuego enemigo, salir del hotel a buscarlas.
Las armas largas se dejaron en los
vehículos dando cumplimiento al memorándum de la Orden de Ruta del coronel
Caamaño número 3 del 17 de diciembre de 1965, que dice en su acápite “K”: “Las
armas largas no deberán salir de los carros”.
La prensa mostró para la fecha al
constitucionalista Víctor Marranzini en la tarea de sacar armas largas de los
carros y entrarlas al hotel.
Pude ver al capitán de corbeta Rafael
Ubiera Padua ir al vehículo en que vino de Santo Domingo y sacar varios
fusiles.
También lo hizo mi escolta el Hombre Rana
Agustín Taveras Rodríguez.
Inicialmente el coronel Montes Arache y
los Hombres Rana se ubicaron en posición dando frente al monumento y luego se
movieron por los lugares dentro del hotel donde se precisaba de su presencia,
disparando certeramente.
También, durante el transcurso del
combate, el teniente coronel Rafael A. Quiroz Pérez y yo nos ubicamos dando
frente al monumento.
Quiroz accionaba su ametralladora Thompson
y yo mi fusil Fal.
Cuando los atacantes estaban alejados del
hotel no disparamos de inmediato, pero sí cuando se acercaron.
Entre el monumento y el Hotel Matum no
había para la época ninguna construcción, como ahora está el Gran Teatro Cibao.
Existía una pequeña explanada a descampado,
con una pequeña ondulación.
Cuando los atacantes llegaban a esa
ondulación y avanzaban, era el momento propicio para que un concierto de balas
disparadas por los constitucionalistas cayeran sobre ellos, causándoles bajas.
El coronel Juan María Lora Fernández y yo
nos fuimos al corredor del segundo piso, desde donde se domina la piscina y
toda la parte de atrás de hotel, y vimos soldados disparando avanzando hacia el
hotel, algunos parapetados ya detrás de unas matas de coco o de palma.
Comenzamos a defendernos disparándoles a
ellos.
El poder del fusil Fal que yo portaba y el fusil G-3 de Lora era tan
grande, que al disparar al los árboles donde se protegían los atacantes, las
balas pasaban las matas de cocos o palmas y caían al suelo los que trataban de
sitiarnos para matarnos a todos.
Estando en ese lugar fue la última vez que
tuvimos contacto Lora y yo, pues un tiempo después una bala de un poderoso
tanque de guerra hizo doblegar físicamente a este titán defensor de la
Constitución y de la dignidad nacional, junto a su ayudante el sargento Domingo
Peña Liriano, apodado Peñita.
En determinado momento entré a una
habitación donde habían militares y civiles y allí mi amigo Pedro Russo,
compañero del Colegio Santo Tomás, me dijo: “Hector, tengo seis cápsulas en mi
revólver, cinco son para dispararle a estos asesinos y la última es para mí,
pues no voy a dejar que me cojan vivo”.
La voz del doctor Jottin Cury se dirigía
voz en cuello a su esposa de entonces, que la tenía a su lado, diciéndole, para
que lo oyéramos todos: “Valor Julia, valor”.
Pude observar las actitudes serenas de
José Augusto Vega Imbert y su esposa doña Rosa María, a Salvador Jorge Blanco y
su esposa doña Asela, a Hugo Tolentino Dipp y a muchos más demostrando valor en
momentos tan críticos.
En dos o tres habitaciones más que entré
observé mujeres y niños que estaban hospedados en el hotel lloraban y los
hombres que estaban como huéspedes, temerosos de perder sus vidas por las balas
de los atacantes o si éstos llegaban a penetrar al hotel y se dieran a la tarea
de matar a diestra y siniestra.
Yo le había pedido al capitán Ernesto
González y González que mantuviera a su lado a mi padre Luis Enrique Lachapelle
Urbáez, para yo concentrarme en el combate.
En una ocasión que reptando sobre mi
vientre llegué hasta la habitación donde ellos estaban en la parte derecha del
edificio, penetré en el preciso momento en que una bala disparada por un tanque
hacía un hueco grande en una de las paredes.
La onda expansiva lanzó al capitán
González y González hacia atrás.
Observé el polvo que se produjo cuando la
bala de cañón traspasó la pared de concreto haciendo un hoyo o hueco, una
abertura.
Como un gigante el capitán González, que
había caído al suelo, se irguió y con un revólver se asomó al hueco hecho por
la bala del tanque y comenzó a disparar a los soldados que avanzaban al lado
del tanque.
¡Tanto heroísmo! El capitán William García
Duval también estuvo con mi padre, para apoyarle.
Ya para estos momentos el hotel estaba
rodeado recibiendo disparos desde todos los lados.
Pero también los atacantes
recibían el fuego de los constitucionalistas también desde todos los lados.
El ruido producido por aviones que volaban
sobre el hotel nos hizo pensar en lo peor: ataque aéreo al hotel. Eran aviones
P-51.
Para sorpresa nuestra, aunque siguieron
dando vueltas sobre el Matum, no dispararon.
Como al medio día, hubo una interrupción
del fuego, para permitir que entraran al hotel, para ver si lograban una
tregua, los sacerdotes católicos Emilio Lapayese, Miguel Otura y Juan José
Cerceda.
Hablaron con Caamaño, Héctor Aristy y
Montes Arache. Luego se retiraron y entonces los disparos comenzaron de nuevo.
El coronel Caamaño había establecido
contacto telefónico con el presidente García Godoy y le informó del ataque cruel
del que éramos víctima y éste, García Godoy, le expresó que impartiría órdenes
al Secretario de las Fuerzas Armadas para detener el ataque y que enviaría a
elementos de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP) para que ayudaran a resolver
el problema.
Yo mismo me comuniqué en Palacio con
Franklin Domínguez luego de muchos intentos de comunicación, y le informé de la
situación.
Me dijo que ya García Godoy estaba
haciendo las diligencias de lugar.
A eso de las 11:00 a.m. llegó al Hotel
Matum el cónsul norteamericano con asiento en Santiago señor Leslie Scott,
quien le solicitó al coronel Caamaño le entregara alrededor de 18 ciudadanos
norteamericanos que estaban en el hotel, a lo que Caamaño le dijo que no y le
agregó que tenía que quedarse en el hotel como seguridad para todos los que
estábamos allí, quedó como rehén, convirtiéndose así en lo que algunos decían
“era la gallina de los huevos de oro”.
A la 1:30 p.m. se tuvo la información de
que los norteamericanos de la FIP habían llegado en helicópteros a la Base
Aérea de Santiago.
A eso de las 3:30 p.m. llegó al hotel el
teniente coronel norteamericano John J. Costa, comandante de las tropas que
arribaron a Santiago, acompañado de tres a cinco soldados, para conversar con
el coronel Caamaño acerca de la evacuación de los constitucionalistas,
militares y civiles que estábamos en el hotel.
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El teniente coronel Costa subió a la
segunda planta del hotel a conferenciar con Caamaño, Estuvimos presentes en la
conversación Montes Arache, Hector Aristy, el coronel Marte Hernández, otros
oficiales y yo, entre otros.
ULTIMO ATAQUE.
Al salir el
teniente coronel Costa y soldados norteamericanos que le acompañaban, el cónsul
Scott le solicitó a Caamaño le permitiera salir con el teniente coronel Costa
para ayudar con su influencia a la solución de la crisis, dando su palabra de
honor en ese sentido.
Contrario a la opinión de varios, Caamaño
se impuso y tomó la decisión de dejar salir al cónsul Scott.
Al dejar ellos el hotel, se produjo
entonces el ataque más terrible habido durante toda la batalla. Noté que el
número de tropas era mayor.
Atacaban por todo el perímetro del hotel
con infantería armada de fusiles y ametralladoras y tanques de guerra con sus
cañones y ametralladoras.
A las 5:00 p.m. ocurrió un cese de fuego,
que a la postre fue el punto final de la lucha.
Los soldados de la Fuerza
Interamericana de Paz (FIP) rodearon el hotel y se interpusieron entre los
constitucionalistas y los atacantes, dando el frente a los atacantes y la
espalda a los defensores del hotel Matum, los constitucionalistas.
Se permitió la salida del hotel a los
residentes de Santiago, lo que se llevó a cabo terminando la tarde y lo
hicieron caminando.
Antes, Caamaño y muchos otros agradecimos
su presencia, su comportamiento de valor y su apoyo.
Aunque todo indicaba que los
norteamericanos no permitirían que nos atacaran de nuevo ni se notaba en ellos
animadversión hacia nosotros, organizamos algunos puesto de centinela, a los
cuales se les inspeccionaba constantemente.
El plan de ataque al Hotel Matum, en su
ejecución, no cumplió con los principios de la guerra, fue torpe y recibieron
la humillación de la derrota.
LA EVACUACIÓN
DEL HOTEL.
Pasado el combate, ya en calma, comenzaron
los preparativos para que los militares constitucionalistas viajaran al caer la
tarde hacia Santo Domingo, utilizando helicópteros de los norteamericanos.
Antes de abordar los helicópteros los
primeros oficiales y alistados que saldrían, sucedió algo que el fotógrafo
Milvio Pérez lo dijo así a la periodista Florángel Cárdenas para la Revista
Ahora No. 114, de fecha 3 de enero de 1966, p.15: “Caamaño llamó al coronel
Lachapelle, para decirle que se fuera en el primer grupo. Lachapelle replicó:
“No Francis, tú eres quien debe ir primero.
Tú eres el líder de esta Revolución”… El
coronel Caamaño contestó: “Si lo que dices es cierto, yo debo ser el último en
salir … Saldré cuando lo haga el último de mis hombres”… Lachapelle dijo
entonces: “Yo no iré primero Francis. Me quedaré para el último momento”…
Milvio Pérez terminó diciendo: “Estaba asistiendo al diálogo de dos valientes
que me hacían sentir el orgullo de ser dominicano”.
Los oficiales y alistados que fueron
evacuados el mismo día 19 de diciembre, día de la batalla, salieron al
anochecer y llegaron al lugar de destino, una explanada donde hubo una vez un
campo deportivo, frente al Campamento “27 de Febrero”, en Sans Souci, asiento
de la Brigada Mixta de las Fuerzas Armadas “General Gregorio Luperón”, el
recinto de los constitucionalistas. Caamaño, Montes Arache y yo viajamos,
también usando helicópteros norteamericanos a la mañana siguiente. Una gran
parte retornó a Santo Domingo usando vehículos.
BAJAS. “28
personas entre las víctimas de ambos lados”.
– 28 personas muertas (16 soldados de los
atacantes., algunos civiles y 2 constitucionalistas).
– 4 muertos constitucionalistas (incluyendo coronel Lora Fernández) y seis heridos; de policías y militares 11 muertos y 11 heridos.
– Días después de la batalla, acompañé al coronel Caamaño en visita que le hiciera al Presidente Provisional García Godoy al Palacio Nacional y al solicitarle pensión para la viuda del coronel Juan M. Lora Fernández, el presidente dijo: “Por ahora no es posible, pues tendría que darles pensión también a las viudas de los 72 soldados que murieron”.
– No hubo bajas de ciudadanos norteamericanos.
– Para el autor, nunca se sabrá el número exacto de bajas, pero como nuestros comandantes de tropas escribían los Partes de Guerra en el siglo XIX: “El campo de batalla quedó sembrado de cadáveres”.
ACONTECIMIENTOS
EN SANTO DOMINGO.
Después de llegar procedente de Santiago el 20 de diciembre de 1965, me
enteré que al conocerse los incidentes que ocurrían en el hotel Matum de
Santiago el 19 de diciembre de 1965, Santo Domingo se puso en pie de guerra,
tomando estaciones de radio.
De inmediato se pusieron en contacto
organizaciones políticas y se alertaban por teléfono a los ex -combatientes
constitucionalistas.
Estas acciones ayudaron a que todos los
constitucionalistas no fueran asesinados en el Hotel Matum.
UNA
REFLEXIÓN.
La Revolución de Abril de 1965 es una advertencia para que a nadie ni a
ningún sector, se le ocurra derribar gobiernos constitucionales y atentar
contra la Constitución del país, ya que fuerzas de la luz estarán siempre
dispuestas a hacerle frente, junto al pueblo dominicano, a las fuerzas de las
cavernas, y lucharemos siempre por los principios democráticos y la defensa de
la soberanía nacional.
Bibliografía:
(1) Consideraciones Generales sobre el
Asalto al Hotel Matum, en Santiago, en Guerra de Abril, Inevitabilidad de la
Historia, Textos del Seminario sobre la Revolución de Abril de 1965, Secretaría
de Estado de las Fuerzas Armadas, Edita Libros, S.A., 2002, p. 417).
(2) Fernando Infante, Cronología Histórica, 21 noviembre 1961-junio 1966, Editora Búho, Primera Edición, 2005, P. 196).
(3) Richard W. Mansbach, Dominican Crisis 1965, Interim History, Editado por Dept. de Ciencias Políticas, Universidad Rutgers (New Brunswick, N.J.) 1971, p. 113.
(4) General Bruce Palmer, Intervention in The Caribbean, Editora The University Press of Kentucky, 1989 P. 128.
Texto: Mayor
General Hector Lachapelle Díaz.
El autor es Miembro Correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia.
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