COMO DOÑA CARMELA GUZMAN SON MUJERES QUE HACEN HISTORIAS
SAN IGNACIO DE SABANETA,
RD. En
el barrio Bolsillo decir Carmela
Guzmán, es hablar de una mujer de temple, valiente y con un corazón bien
pegado
en el medio del pecho.
Vio crecer a sus hijos en
medio de mucho sacrificio y a
pesar de esas circunstancias nunca flaqueó, porque en aquellos tiempos
había
que ser fuerte como un “guayacán”.
Sus hijos no la
defraudaron, le dieron cariño, amor,
respeto y le dieron la oportunidad de viajar a Estados Unidos porque se
sintieron
siempre orgullosos de ella.
Fue en el barrio
Bolsillo, donde Doña Carmela Guzmán, vivió por
decenas de años
en la casa 38 de la calle General Gregorio Luperón, y fue allí donde se
convirtió en el símbolo del heroísmo de las mujeres
de ese sector sabanetero.
Muchas veces en las noches
como joven curioso la ví
arrodillarse al pie de la foto de la
Virgen de la
Altagracia de la cual era devota a encender una vela y rezaba
por la protección ante el divino Señor de sus hijos e hija.
Era una escena común,
porque esa mujer encarnaba el dolor
de verse a sus hijos lejos de ella y ellos eran los símbolos más
preciados de
su existencia.
La vida de esta mujer no
ha sido fácil, de procedencia muy
humilde que tuvo que hacer maravillas para criar a sus hijos y mantener a
la
familia unida.
Cuando sus hijos estaban a
su lado era para ella lo más
bello de su existencia, sin embargo, cuando por obligaciones tenían que
irse
para el extranjero a trabajar su corazón se entristecía.
Días tras días, como lo
hacen todas las madres cariñosas, rogaba
a Dios por la protección de sus vástagos.
Luchó por la formación
humana de cada uno de ellos a través
del buen comportamiento hacia el prójimo y pudieran convivir con
tranquilidad
en cualquier parte del mundo.
Hizo un sinfín de labores
para ayudar a sostener el hogar. No
les pesaban los trabajos que realizara, sino que lo importante para ella
era
vivir honradamente y buscar el sustento diario de sus hijos y
garantizar
su educación.
Cuando su hijo Mario se
fue para Venezuela, ella comenzó a
sentir los rigores de ser una madre entristecida, pero cuando recibía
cartas de
éste siempre me las enseñaba, debido a las relaciones de muchacho que
existía
entre los dos por la ligazón con el béisbol.
Con ello, me daba a
entender que Mario estaba vivo en
Venezuela.
Siempre nombraba a todos
sus hijos con sus nombres y
apellidos.
Tenía siempre a su lado a
Milady, ya que era la única que
no había podido viajar al exterior.
Es como dice el refrán
campechano, ante una mujer tan
trabajadora que se nos ha ido a destiempo: “Hay que quitarse el sombrero
ante
una persona que representaba la humildad de la mujer sabanatera”.
Como autor de este
escrito, recuerda los últimos días en
que ví a Doña Carmela antes de marcharse a Estados Unidos a vivir junto a
sus
hijos, quien estaba llena de salud.
Debo decirle que me ha
impresionado tanto y me ha traído
tantos recuerdos a mi cabeza que he decido reeditarlo y que un público
amplio
conozca mi póstumo homenaje a esta humilde señora.
Ello recuerdo sus
tristezas y sus temores por la suerte de
sus hijos que estaban en el extranjero. Sólo quiero enviarle un abrazo
solidario a todos y cada uno de sus deudos.
Dolencias corporales
bastaron para arrojándola a un
hospital en Estados Unidos para acabar con su vida.
Llegó a ese centro
asistencia a ese hospital con graves
dolencias corporales y adolorida, con los nervios deshechos y el habla
enredada.
Entendidos de que las
autoridades del centro no faltaron al
protocolo, donde era imperativo someterla a una evaluación física para
precisar
su estado, pero inútiles fueron los esfuerzos desplegados para
conservarle la
vida.
Se nos fue Doña Carmela
Guzmán y ha dejado como estela a
miles de personas con los corazones rotos.
Un millón de palabras no
pueden hacer que vuelvas a revivir
y mucho menos un millón de lágrimas, porque
Dios que hizo es porque te necesitaba junto a él.
Tal vez lo único que duele
más en estos momentos que
decirte adiós es no haber tenido la ocasión de haberme despedido de
usted en vida
por el aprecio que me tuvo como si hubiese sido mi madre biológica.
Sin embargo, te digo adiós
para toda la vida, aunque le
prometo toda la vida estaré pensando en usted por el ser humano que
significó
para mí.
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