domingo, septiembre 08, 2013

La docella sabanetera de Trujillo



Por Luís Amílkar Gómez
Era principio de los años cincuenta. El desfile estaba en todo su esplendor. 

La calle Restauración estaba repleta de público y se dejaban ver hombres fuertemente armados que controlaban cada movimiento de la multitud.


El Batón Ballet de Sabaneta se consideraba uno de los mejores del Cibao en ese tiempo. 

Los muchachos tenían un uniforme muy lúcido y las muchachas, todas bellas, parecían princesas.

De pronto, apareció ella montando un brioso caballo blanco. 

Su belleza y porte solamente eran comparadas con aquellas diosas mitológicas de la antigüedad.

"¿Y quién es esa?", preguntó despreocupadamente el elegante hombre que no se perdía ni un detalle del gran acontecimiento.

"Es la hija de un campesino de Arroyo Blanco", contestó rápidamente el interpelado.

El generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, en persona, observaba el desfile desde el pequeño balcón que tenía la casa del gobernador provincial ubicada frente al parque (hoy es la casa de Nenito Bourdier ó sus descendientes).

A su lado, Don Pedro Espinal se esmeraba en responder las preguntas y curiosidades del dictador, al paso de la marcha de los jóvenes batuteros y batuteras.

Al otro día temprano, se apersonaron dos militares en un jeep a la casa de Don Ismael.
"El Jefe quiere ver a su hija inmediatamente", ordenó uno de ellos.

Don Ismael sorprendido y sabiendo que las disposiciones de El Jefe no se discutían, llamó a su hija Carla para que se alistara y se la entregó a los uniformados.

La bella joven estuvo alrededor de un mes, prácticamente secuestrada, en la famosa y tenebrosa Casa de Caoba en las afueras de San Cristóbal.

Al cabo de ese tiempo, el tirano mandó a buscar a Don Ismael para que recogiera a Carla.
"¿Qué usted desea, qué usted quiere?", preguntó el sátrapa como queriendo resarcir el "daño", a lo que Don Ismael contestó inocentemente.

"Un puñal, Jefe, un puñal".
Al parecer, Don Ismael logró que le engancharan dos de sus hijos a las milicias. 

Uno de ellos murió en combate con los llamados "barbudos" en Maimón y el otro fue miembro de la Policía Nacional por muchos años.

Carla llegó a ser funcionaria pública en Sabaneta por un buen tiempo y procreó un hijo con el médico maeño Fabiolo Peña.

En el pueblo no se sabía con exactitud si la criatura era hijo del galeno ó de Trujillo.
Por esa razón, el muchacho creció con la incertidumbre de la paternidad ya que los demás niños con frecuencia le gritaban "ahí va el hijo de Trujillo".

A pesar de que su madre le explicó muchas veces quien era su padre, ya siendo un adulto, decidió hacerse la prueba de paternidad y los resultados aclararon su dilema: su padre era el doctor Fabiolo Peña.

El joven fue un estudiante brillante. 

Hizo dos carreras universitarias en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), graduándose de Odontología y Derecho.

Lamentablemente, hace unos cuatro ó cinco años murió en la flor de su juventud, después que se le descubriera un tumor cerebral maligno.

Desde mi óptica, Carla fue una víctima más de la oprobiosa dictadura que encabezó Rafael Trujillo, quien disponía de las hijas, novias y esposas de los demás como simples objetos de su desenfrenada vida sexual.

Lo que hizo Trujillo en Sabaneta lo repetía de pueblo en pueblo.
El familiar que se resistía a sus pretensiones usualmente terminaba asesinado, o en el mejor de los casos, preso sin límite de tiempo.

¿Cuántas muchachas como Carla vieron violadas sus inocencias a manos de este esquizofrénico dictador?
Ojalá que Carla se decida un día a contar su historia para que nuestros jóvenes entiendan, el alto valor que tiene en la vida de cualquier ser humano la libertad.

Por las futuras generaciones de sabaneteros y dominicanos.
Carla, cuenta tu historia.
¡No te la lleves a la tumba!

Postdata: Los nombres de Carla y Don Ismael son ficticios. 

No contaba con su autorización para escribir esta historia. 

Ella todavía vive en Sabaneta y se le ve frecuentemente camino a la iglesia.

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