Si siguen se va a correr la tuerca


Por Marcelo Peralta

En el Nuevo testamento, hay un versículo habla de sembrar y cosechar. 
Se lee en una Epístola de San Pablo a las Gáladas.

Memorizo cuando mi madre Rosalía Bernard y que Dios la tenga en la gloria me inculcaba la palabra respeto.

Ella no sabía leer ni escribir, sin embargo, tenía una destreza natural e increíble en el manejo de las matemáticas y de las cifras.

Sus consejos eran sinceros, acorde con la edad  de sus hijos e hijas.

Ningunos de sus mensajes fueron como las hacen muchas madres que son en el jardín como sucede en muchos hogares hoy día.

Sus consejos versaban sobre las semillas de la grandeza, la pulcritud, el respeto, solidaridad y solvencia moral.

Había oportunidades en  las que me decía que la gente común sabía disfrutar mejor la vida que las que tienen mucho dinero.

Y eso me ha servido de base, porque me enseñó que cada causa lleva su efecto.

Más que cada acción tiene su consecuencia.

Hace poco, leyendo un libro escrito por un chino que apreció interesante, porque los chinos la impresión y la idea de que si un hombre siembra melones cosechará melones.

Si ese mismo hombre siembra frijoles, cosechará frijoles.

Siempre he creído que los buenos hombres procrean buenos hijos.

Mientra los hombres malos gobiernan mal.

Pero hojeando un libro en mis tiempos de ocioso encontré algo que comparto con usted de que el sol brilla igual para el hombre santo que para hombre el pecador.

Hay ocasiones en que el hombre malvado e inmoral prospera más rápido que el de buena moral.

Hoy estamos viviendo en una sociedad desigual y muy confusa.

No obstante, la vida contabiliza las acciones de cada ser humano.

Al final de nuestros días en la tierra, todos somos la suma de nuestras acciones.

He comprendido que el carácter define la actitud de cada ser humano.

Por encumbrado que alguien esté su carácter no se puede falsificar.

El don de tener buen carácter no se puede quitar como un adorno.

Jamás se puede quitar éste como si fueran las marcas en la madera en el corazón de un árbol.

El carácter necesita tiempo, requiere alimento para crecer y desarrollarse.

Durante mucho tiempo no entendía las palabras sabias de mi madre Roselía Bernard.

 Los vecinos la conocían en el barrio Bolsillo con el apodo de Celia.

Fue una mujer ejemplo que sus diez hijos e hijas.

Los parió y ella misma fungió como partera en los diez alumbramientos que tuvo.

Y fue un temple de mujer, madre, amiga y consejera eficaz.

Me confesó que varios días antes de ver la luz del sol lloré dentro de su barriga.

Ahora es el por qué comprendo que soy un jardinero aguerrido.

Hoy día su dulcera al hablar me resuena con mayor esplendor por todas partes.

Siendo un mozalbete, ella me decía que vendrían tiempos muy difíciles.

Que hijos no respetarían a sus padres ni a sus madres y mucho menos a sus hermanos.

A diario hay reportes de aptitudes inadecuadas en el núcleo familiar.

Con mucha sapiencia me decía que las personas tendrían temor para salir a las calles.

Ahí estan los estragos de la delincuencia que ni siquiera en su hogar se está en paz.

Que a veces andaríamos con dinero en los bolsillos y no habría que comprar.

En la actualidad, y en ocasiones salimos a los negocios a comprar y no podemos hacerlo por los agiotistas comerciantes que suben los precios de los artículos de primera necesidad.

Los que más sufren los embates de las especulaciones son los que menos recursos tienen.

El sector comercial y  los sindicalistas chantajean para elevar ingresos a costas del pueblo humilde y trabajador.

Estos dos sectores están apretando demasiado la tuerca y llevando al pueblo a un callejón sin salida.

Ahora, es mejor que comerciantes y sindicalistas que aprieten tanto la tuerca porque se puede correr la rosca.

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