Amazonía bajo ataque feroz
La Amazonía está desapareciendo. Cerca del 40% del bosque originario podría perderse para 2050. Los niveles récord de deforestación han provocado una situación inédita: en la actualidad se emite más dióxido de carbono que lo que se absorbe.
Dos
veces la superficie de la India, la Amazonía cubre el 40% del territorio de
América del Sur e integra ocho países y un departamento de ultramar francés.
Está
habitada por más de 400 pueblos y nacionalidades indígenas que atesoran más de
300 lenguas ancestrales en riesgo de desaparecer.
Brasil,
Bolivia y Perú concentran los mayores niveles de deforestación de toda la
Amazonía. Hasta 2020, según Raisg, las actividades agropecuarias contaminadas
de ilegalidades eran responsables del 84% de la pérdida de bosque primario
tropical.
Estas dinámicas no están aisladas. Cada vez es más evidente cómo opera un ecosistema del crimen ambiental en la Amazonía. Economías ilícitas como la tala ilegal de madera, la minería ilegal de oro, cobalto y coltán, en menor medida, los cultivos ilícitos de coca se entrelazan con otros delitos conexos como el tráfico de drogas, el tráfico de armas, municiones y explosivos, los homicidios, el fraude, la trata de personas, la explotación laboral.
En la raíz
de este desafío, los flujos financieros ilícitos asociados al lavado de dinero,
la corrupción o la evasión tributaria.
Escenario
que se observa, por ejemplo, en el denominado trapecio amazónico entre las
fronteras de Perú, Brasil y Colombia.
Se
incendia y se tala bosques para abrir paso a los sembríos de coca, a los
laboratorios de procesamiento y a las pistas de aterrizaje clandestinas para
facilitar el tráfico de cocaína.
Esto
bajo protección de disidencias de las ex FARC, del Comando Vermelho y organizaciones criminales locales.
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