La mediocridad daña al ser humano.

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Por: Ramón Antonio Veras.

I.-Rasgos de un mediocre

1.- En cualquier lugar del planeta tierra donde existen  sociedades humanas, compuestas por personas que ocupan lugares diferentes en el proceso de producción, por  la ubicación clasista, formación familiar y educativa, están presentes  entes sociales que se comportan de distintas formas. La conducta exhibida hace posible identificar a los actores en un determinado medio, de donde resulta que  por el hecho de vivir en sociedad estamos llamados a compartir con individuos de buen proceder, lo mismo que con incorregibles que al conducirse se definen claramente como  recalcitrantes antisociales.

2.- Los incurables, por sus actuaciones, tienen diferentes denominaciones, por lo que  son  bautizados con las designaciones más variadas, sin que puedan sentirse denostados, porque al nombrarlos no se hace más que ponerles el título que bien les corresponde. Hacer ostensible lo que bien le cuadra a una persona no le causa molestia porque lo perceptible no es invento. Así, por ejemplo, en el ambiente dominicano  es fehaciente  la existencia del mediocre.

3.- Por lo degradada que está la sociedad dominicana, y lo poco que reclama en el buen actuar de las personas, en ella nos encontramos con especímenes de las más variadas inconductas, llegando hasta el punto de algunos hacer alarde de su degeneración. Una muestra cualquiera de los sinvergüenzas nos permite comprender que, lamentablemente, nos estamos moviendo en un terreno propicio para el que sirve de modelo de lo que es la mediocridad. El indecente cree que se porta de maravilla, que es la preciosidad hecha persona, cuando más enseña su condición de indeseable. Mientras más horrible se presenta el mediocre, más excelente se cree como figura social.

4.- El ser humano que por la razón que sea es un nada y lleva una vida a la sombra de los demás, busca la forma de sobresalir y para lograrlo ejecuta toda clase de maniobras, sin importarle los daños que con ellas pueda causar. La perversidad es una de las armas preferidas para el insignificante llamar la atención y ganar puntos de los cuales no es acreedor por méritos propios. El  individuo  mediano de conducta disfruta  perturbando las relaciones armoniosas de quienes se tienen confianza plena. Hacer de activista enredador deleita al que carece de escrúpulos y está  huérfano de miramientos.

5.- Ese que se mueve lleno de malicia, depravación e insidia, es el insignificante que no resiste a los hombres y mujeres eminentes. Es el mismo que sabe que en la  sociedad donde vive forma parte del montón, por lo que revela su insignificancia lanzando vulgaridad a diestra y siniestra contra todo lo que significa bondad, excelencia y correcto proceder. El adocenado se mantiene de mal humor cuantas veces tiene posibilidad de compartir con exitosos que deben su alegría a su esfuerzo material o intelectual. Mientras más observa el progreso de los que salen adelante por su decisión emprendedora, mucho más desdichado se siente el que en nada ha descollado por su limitación mental y apego a la dejadez.

6.-  Si el mediocre hace acto de presencia donde se encuentran departiendo personas que por su laboriosidad progresan y se mantienen alegres, de inmediato se muestra abrupto, belicoso y taimado con el objetivo de amargar el ambiente porque no resiste sentir animados a los que disfrutan el fruto de su esfuerzo. Si se examina con detenimiento la conducta de quien hace de la mediocridad una norma de vida, es fácil comprobar que su accionar es la suma de desolación, molestia, mortificación, tristeza, resentimiento, en fin, una mezcolanza  de lo que guía a las personas a la frustración, al fiasco y a desazonarse.

7.- No resulta difícil conocer al mediocre porque su proceder lo tiene tan arraigado que ejecuta sus taras con normalidad, con la especial característica de que de la misma forma que actúa con docilidad, ejecuta con rigidez, es algo así como una combinación de elasticidad y dureza. Por la misma razón, a veces se porta como un ejemplo de persona rebelde,  y en otras ocasiones lo que se ve es a una sumisa porquería que obedece a cualquiera que le imponga la mansedumbre. No cabe la menor duda de que el mediocre es un ser que de tan maleado hace de corrompido.

8.-  El que hace de la mediocridad su razón de ser, dependiendo de su conveniencia material o espiritual, se hace el tonto por entero, pero también de un momento a otro se presenta ágil, despierto, sumamente espabilado. De ahí que debe ser observado con mucha atención porque, además, suele tener una actitud encogida, hacerse el opacado, un pusilánime cualquiera, pero teniendo reservada la actuación  del atrevido. En un santiamén cambia de cobarde a valiente, de descarado a respetuoso, y de descomedido a deferente.

9.- Como es natural, el mediocre es sinuoso. Es un individuo que siempre anda con recovecos para con su actitud hipócrita confundir a quienes trata; ser abierto, sincero, no está en su código de vida; por momentos  se muestra muy recto, pero en un abrir y cerrar de ojos se nos presenta retorcido. La vida culebreante de los practicantes de la mediocridad nos impone tratarlos siendo observantes, como mirones profesionales  con sentido de guardianes, porque cualquier inobservancia nos lleva a caer en sus maquinaciones.

10.- Para tratar al mediocre hay que mantenerse alerta por sus especiales condiciones de supervivencia, que lo hacen un individuo muy particular en el medio donde vive. Cuando quiere obtener algo de su interés actúa en forma honesta, muy recatado, como un ser  humano muy puro. Pero en el fondo de su alma es deshonesto, indecente, en sí, es un porno. La indecencia le hace sentir muy bien porque al practicarla pone en juego su cultura procaz.

11.- El momento más amargo para el mediocre es cuando aquel a quien le simula ser amigo, es objeto de un merecido reconocimiento por sus méritos bien  ganados. Se siente lesionado, ofendido; considera que se le ha hecho tomar la cicuta o hacerle pasar por las horcas caudinas. El mediocre está formado para ser un envidiosillo caprichoso. Desde el momento que el encomiable y laudable resulta altamente valorado, el que carece de méritos siente fuego en su corazón y su alma permanece torturada.

12.- Aquel que le hace un favor al mediocre debe estar preparado para recibir como recompensa un perjuicio  porque, como malvado que es, el bien que recibe lo devuelve causándole un contratiempo a su protector. Lo malévolo, infame, inicuo y fatal  siempre está en la mente de quien ama la mediocridad.

II.- Debemos liberarnos de la  mediocridad

13.- En nuestro país es necesario formar seres humanos de sentimientos basados en sinceridad, comprensión, afinidad, simpatía, bondad, honradez, cooperación, solidaridad, optimismo y esplendidez. El hogar y la escuela deben convertirse en los centros donde padres y maestros comiencen a proyectar a quienes serán en el mañana ejemplares ciudadanos y ciudadanas. Moldear, darle forma al pensamiento se alcanza con una educación doméstica y escolar de calidad, las que darán lugar a crear personas libres, veraces y espontáneos; sin nada de prejuicios, resentimientos, rencores, hipocresía y mediocridad.

14.- A nuestros niños y niñas hay que convencerles de que abracen ideas que se constituyan en la doctrina que les acompañará de por vida como la suma de sus sanas convicciones. La buena orientación a las personas les da seguridad, certeza en su proceder, a la vez que las lleva a ser útil a la sociedad donde  desarrollan sus actividades. Se hace necesario motivar a los nuestros a que sean ejemplos de ciudadanos; empujarlos para que den demostración de honestidad; animarlos a los fines de en el futuro el país esté liberado de aquellos que por ser mediocres agravian, denigran, ultrajan, ofenden e insultan.

15.- Debemos ir plasmando, puliendo en nuestros coterráneos el ideal de que necesitamos contar en el porvenir con seres humanos maravillosos, excelentes; que sirvan como ejemplo de munícipes estupendos, que identifiquen  a la persona que simboliza principios éticos y morales. Conviene enseñarles  a los nuestros de que hay que luchar para llegar a tener un medio social en el cual no esté presente el mediocre que solo sirve para quitarnos la alegría; estropearnos la dicha y el buen deseo de no aceptar la desdicha, el infortunio y la infelicidad.

16.- Como país no podemos seguir fomentando mediocridad, vulgaridad, insignificancia y ramplonería. Hay que llevar a la conciencia de lo mejor de nuestro pueblo la idea de que necesitamos y merecemos contar con el ser humano agradable, decente, honesto e íntegro, para salir de los farsantes, palabreros, embaucadores y mediocres. El ambiente dominicano debe ser higienizado, ponerlo pulcro para que las futuras generaciones disfruten de un medio limpio, adecentado.

17.- La porquería social que es el mediocre no debe estar presente en la sociedad que las dominicanas y los dominicanos decentes, honestos y laboriosos aspiramos tener y disfrutar. El esfuerzo que hacemos para cambiar el país para bien tiene que ser coronado liberándonos de todo lo que representa mediocridad, desfachatez, impudor, descaro, insolencia, procacidad y canallada.

18.- El futuro luminoso que queremos para nuestro país no puede ser  ensuciado con la presencia de individuos que solo sirven para manchar. El mediocre no cuadra en el ambiente adecuado para los sensibles que se afanan para vivir en un medio de personas decididas, amorosas, resolutivas, que accionan para que se imponga la solidaridad y no el individualismo, la laboriosidad y no la vagancia, la honestidad y no la corrupción.

19.- Necesitamos contar con mujeres y hombres que generen cariño, ternura, amor y toda clase de afectos, para liberarnos de aquellos que solo saben motivar aversión, desamor, desprecio, encono y resentimientos. Debemos quitarnos  de encima a ese mediocre que impulsa afrenta, ultraje, agravios, molestias, furia, aflicciones y envidia. Merecemos escuchar palabras bonitas, encantadoras, las que nos alegran el alma; y no las que salen de la garganta del mediocre que se tornan mortificantes, angustiosas, lacerantes, humillantes y nos traen pena.

20.- El pueblo dominicano no merece tener en su seno a seres humanos que con sus inconductas lo lleven a la ruina y le causen desolación, infortunio y decadencia. Por el contrario, la comunidad dominicana es merecedora de contar con aquellos hombres y mujeres que la impulsan a mejorar, a desarrollarse como nación integrada por entes sociales animados; inclinados al bien y no al mal, al progreso y no al atraso, a la honestidad y no a lo impúdico, a la excelencia y no a la mediocridad.

21.- Por último, a mis nietas y nietos les digo que no olviden esta idea: “Una de las mayores pruebas de mediocridad consiste en no saber reconocer la superioridad donde quiera que ella se encuentre”.




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