La mediocridad daña al ser humano.
I.-Rasgos de un mediocre
1.- En cualquier lugar del planeta tierra donde existen sociedades
humanas, compuestas por personas que ocupan lugares diferentes en el proceso de
producción, por la ubicación clasista, formación familiar y educativa,
están presentes entes sociales que se comportan de distintas formas. La
conducta exhibida hace posible identificar a los actores en un determinado
medio, de donde resulta que por el hecho de vivir en sociedad estamos
llamados a compartir con individuos de buen proceder, lo mismo que con
incorregibles que al conducirse se definen claramente como recalcitrantes
antisociales.
2.- Los incurables, por sus actuaciones, tienen diferentes denominaciones,
por lo que son bautizados con las designaciones más variadas, sin
que puedan sentirse denostados, porque al nombrarlos no se hace más que
ponerles el título que bien les corresponde. Hacer ostensible lo que bien le
cuadra a una persona no le causa molestia porque lo perceptible no es invento. Así,
por ejemplo, en el ambiente dominicano es fehaciente la existencia
del mediocre.
3.- Por lo degradada que está la sociedad dominicana, y lo poco que reclama
en el buen actuar de las personas, en ella nos encontramos con especímenes de
las más variadas inconductas, llegando hasta el punto de algunos hacer alarde
de su degeneración. Una muestra cualquiera de los sinvergüenzas nos permite
comprender que, lamentablemente, nos estamos moviendo en un terreno propicio
para el que sirve de modelo de lo que es la mediocridad. El indecente cree que
se porta de maravilla, que es la preciosidad hecha persona, cuando más enseña
su condición de indeseable. Mientras más horrible se presenta el mediocre, más
excelente se cree como figura social.
4.- El ser humano que por la razón que sea es un nada y lleva una vida a la
sombra de los demás, busca la forma de sobresalir y para lograrlo ejecuta toda
clase de maniobras, sin importarle los daños que con ellas pueda causar. La
perversidad es una de las armas preferidas para el insignificante llamar la
atención y ganar puntos de los cuales no es acreedor por méritos propios.
El individuo mediano de conducta disfruta perturbando las
relaciones armoniosas de quienes se tienen confianza plena. Hacer de activista
enredador deleita al que carece de escrúpulos y está huérfano de
miramientos.
5.- Ese que se mueve lleno de malicia, depravación e insidia, es el
insignificante que no resiste a los hombres y mujeres eminentes. Es el mismo
que sabe que en la sociedad donde vive forma parte del montón, por lo que
revela su insignificancia lanzando vulgaridad a diestra y siniestra contra todo
lo que significa bondad, excelencia y correcto proceder. El adocenado se
mantiene de mal humor cuantas veces tiene posibilidad de compartir con exitosos
que deben su alegría a su esfuerzo material o intelectual. Mientras más observa
el progreso de los que salen adelante por su decisión emprendedora, mucho más
desdichado se siente el que en nada ha descollado por su limitación mental y
apego a la dejadez.
6.- Si el mediocre hace acto de presencia donde se encuentran
departiendo personas que por su laboriosidad progresan y se mantienen
alegres, de inmediato se muestra abrupto, belicoso y taimado con el
objetivo de amargar el ambiente porque no resiste sentir animados a los que
disfrutan el fruto de su esfuerzo. Si se examina con detenimiento la conducta
de quien hace de la mediocridad una norma de vida, es fácil comprobar que su
accionar es la suma de desolación, molestia, mortificación, tristeza,
resentimiento, en fin, una mezcolanza de lo que guía a las personas a la
frustración, al fiasco y a desazonarse.
7.- No resulta difícil conocer al mediocre porque su proceder lo tiene tan
arraigado que ejecuta sus taras con normalidad, con la especial característica
de que de la misma forma que actúa con docilidad, ejecuta con rigidez, es algo
así como una combinación de elasticidad y dureza. Por la misma razón, a veces
se porta como un ejemplo de persona rebelde, y en otras ocasiones lo que
se ve es a una sumisa porquería que obedece a cualquiera que le imponga la mansedumbre.
No cabe la menor duda de que el mediocre es un ser que de tan maleado hace de
corrompido.
8.- El que hace de la mediocridad su razón de ser, dependiendo de su
conveniencia material o espiritual, se hace el tonto por entero, pero también
de un momento a otro se presenta ágil, despierto, sumamente espabilado. De ahí
que debe ser observado con mucha atención porque, además, suele tener una
actitud encogida, hacerse el opacado, un pusilánime cualquiera, pero teniendo
reservada la actuación del atrevido. En un santiamén cambia de cobarde a
valiente, de descarado a respetuoso, y de descomedido a deferente.
9.- Como es natural, el mediocre es sinuoso. Es un individuo que siempre
anda con recovecos para con su actitud hipócrita confundir a quienes trata; ser
abierto, sincero, no está en su código de vida; por momentos se muestra
muy recto, pero en un abrir y cerrar de ojos se nos presenta retorcido. La vida
culebreante de los practicantes de la mediocridad nos impone tratarlos siendo
observantes, como mirones profesionales con sentido de guardianes, porque
cualquier inobservancia nos lleva a caer en sus maquinaciones.
10.- Para tratar al mediocre hay que mantenerse alerta por sus especiales
condiciones de supervivencia, que lo hacen un individuo muy particular en el
medio donde vive. Cuando quiere obtener algo de su interés actúa en forma
honesta, muy recatado, como un ser humano muy puro. Pero en el fondo de
su alma es deshonesto, indecente, en sí, es un porno. La indecencia le hace
sentir muy bien porque al practicarla pone en juego su cultura procaz.
11.- El momento más amargo para el mediocre es cuando aquel a quien le
simula ser amigo, es objeto de un merecido reconocimiento por sus méritos bien
ganados. Se siente lesionado, ofendido; considera que se le ha hecho
tomar la cicuta o hacerle pasar por las horcas caudinas. El mediocre está
formado para ser un envidiosillo caprichoso. Desde el momento que el encomiable
y laudable resulta altamente valorado, el que carece de méritos siente fuego en
su corazón y su alma permanece torturada.
12.- Aquel que le hace un favor al mediocre debe estar preparado para
recibir como recompensa un perjuicio porque, como malvado que es, el bien
que recibe lo devuelve causándole un contratiempo a su protector. Lo malévolo,
infame, inicuo y fatal siempre está en la mente de quien ama la
mediocridad.
II.- Debemos liberarnos de la mediocridad
13.- En nuestro país es necesario formar seres humanos de sentimientos
basados en sinceridad, comprensión, afinidad, simpatía, bondad, honradez,
cooperación, solidaridad, optimismo y esplendidez. El hogar y la escuela deben
convertirse en los centros donde padres y maestros comiencen a proyectar a
quienes serán en el mañana ejemplares ciudadanos y ciudadanas. Moldear, darle
forma al pensamiento se alcanza con una educación doméstica y escolar de
calidad, las que darán lugar a crear personas libres, veraces y espontáneos;
sin nada de prejuicios, resentimientos, rencores, hipocresía y mediocridad.
14.- A nuestros niños y niñas hay que convencerles de que abracen ideas que
se constituyan en la doctrina que les acompañará de por vida como la suma de
sus sanas convicciones. La buena orientación a las personas les da seguridad,
certeza en su proceder, a la vez que las lleva a ser útil a la sociedad
donde desarrollan sus actividades. Se hace necesario motivar a los
nuestros a que sean ejemplos de ciudadanos; empujarlos para que den
demostración de honestidad; animarlos a los fines de en el futuro el país esté
liberado de aquellos que por ser mediocres agravian, denigran, ultrajan,
ofenden e insultan.
15.- Debemos ir plasmando, puliendo en nuestros coterráneos el ideal de que
necesitamos contar en el porvenir con seres humanos maravillosos, excelentes;
que sirvan como ejemplo de munícipes estupendos, que identifiquen a la
persona que simboliza principios éticos y morales. Conviene enseñarles a
los nuestros de que hay que luchar para llegar a tener un medio social en el
cual no esté presente el mediocre que solo sirve para quitarnos la alegría;
estropearnos la dicha y el buen deseo de no aceptar la desdicha, el infortunio
y la infelicidad.
16.- Como país no podemos seguir fomentando mediocridad, vulgaridad,
insignificancia y ramplonería. Hay que llevar a la conciencia de lo mejor de
nuestro pueblo la idea de que necesitamos y merecemos contar con el ser humano
agradable, decente, honesto e íntegro, para salir de los farsantes, palabreros,
embaucadores y mediocres. El ambiente dominicano debe ser higienizado, ponerlo
pulcro para que las futuras generaciones disfruten de un medio limpio,
adecentado.
17.- La porquería social que es el mediocre no debe estar presente en la
sociedad que las dominicanas y los dominicanos decentes, honestos y laboriosos
aspiramos tener y disfrutar. El esfuerzo que hacemos para cambiar el país para
bien tiene que ser coronado liberándonos de todo lo que representa mediocridad,
desfachatez, impudor, descaro, insolencia, procacidad y canallada.
18.- El futuro luminoso que queremos para nuestro país no puede ser
ensuciado con la presencia de individuos que solo sirven para manchar. El
mediocre no cuadra en el ambiente adecuado para los sensibles que se afanan
para vivir en un medio de personas decididas, amorosas, resolutivas, que
accionan para que se imponga la solidaridad y no el individualismo, la
laboriosidad y no la vagancia, la honestidad y no la corrupción.
19.- Necesitamos contar con mujeres y hombres que generen cariño, ternura,
amor y toda clase de afectos, para liberarnos de aquellos que solo saben
motivar aversión, desamor, desprecio, encono y resentimientos. Debemos
quitarnos de encima a ese mediocre que impulsa afrenta, ultraje,
agravios, molestias, furia, aflicciones y envidia. Merecemos escuchar palabras
bonitas, encantadoras, las que nos alegran el alma; y no las que salen de la
garganta del mediocre que se tornan mortificantes, angustiosas, lacerantes,
humillantes y nos traen pena.
20.- El pueblo dominicano no merece tener en su seno a seres humanos que
con sus inconductas lo lleven a la ruina y le causen desolación, infortunio y
decadencia. Por el contrario, la comunidad dominicana es merecedora de contar
con aquellos hombres y mujeres que la impulsan a mejorar, a desarrollarse como
nación integrada por entes sociales animados; inclinados al bien y no al mal,
al progreso y no al atraso, a la honestidad y no a lo impúdico, a la excelencia
y no a la mediocridad.
21.- Por último, a mis nietas y nietos les digo que no olviden esta idea:
“Una de las mayores pruebas de mediocridad consiste en no saber reconocer la
superioridad donde quiera que ella se encuentre”.
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