Recordando a formadores de nuestro Santiago.
En un trabajo anterior, con el título: “Acostumbrarnos
a respetar las formas”, escribí lo siguiente: Formar a ciudadanas y
ciudadanos para que en el futuro actúen apegados a principios y normas, de
correcto comportamiento, es moldearlos a los fines de que ejecuten sus actos en
base a como han sido configuradas para el buen actuar.
Darle forma al cerebro del
ser humano partiendo de la instrucción, es prepararlo para que materialice
luego lo aprendido durante el aprendizaje. Todos aquellos que nos formamos
conforme la instrucción escolar de la década del treinta, cuarenta, cincuenta o
sesenta del siglo pasado, somos testigos de los métodos utilizados por nuestros
maestros y maestras para que, con ejemplos prácticos, sacados de la
cotidianidad, nos formáramos la idea de cómo actuar; la forma de conducirnos en
cualquier actividad. Ellos nos aconsejaban, señalaban un modelo y la forma de
manejarnos.
Ahora, en el presente escrito, me voy a referir a
aquellos que en la ciudad de Santiago de los Caballeros, formaron ciudadanas y
ciudadanos de ejemplar comportamiento.
I.- Formadores de la juventud
del Santiago de ayer
1.- La especie
humana, la más alta expresión del desarrollo de los animales en la tierra,
manifiesta el avance de su pensamiento no por lo que produce, sino por la
forma como lo produce. Cada época de la humanidad representa un avance en la
producción de los instrumentos utilizados por el ser humano para adaptar la
naturaleza a su conveniencia, dependiendo de las necesidades que van surgiendo
conforme el nivel de civilización. Mientras el animal se adapta al medio, el
hombre y la mujer luchan para que se acoja a la vida social.
2.- Por el solo
hecho del nacimiento del niño o de la niña no se perfeccionan sus sentimientos,
la voluntad ni la conducta. Se requiere la intervención de un conductor; un
guía que aconseje, dirija y oriente; que sepa señalar como conducirse en el
medio social. No basta tener el don, la actitud para hacer algo; las
habilidades hay que educarlas, pulirlas y formarlas.
3.- No es al azar,
por casualidad, por cuestiones del destino ni por fortuna que una determinada
generación de mujeres y hombres tienen un comportamiento correcto o incorrecto.
Para el individuo demostrar estar bien disciplinado, necesariamente debe de
haber contado con formadores que se ocuparon de prepararlo; organizarle su
inteligencia, tutelarla de tal forma que pruebe haber sido debidamente
instruido. No basta estar dotado de talento si no está de por medio quien lo
sepa educar.
4.- La juventud de
tiempos pasados que estudió en la ciudad de Santiago de los Caballeros, en los
grados sexto, séptimo y octavo, así como en el bachillerato, si era
inteligente se graduó bien formada porque tenía como instructores a maestros
que fueron una especie de tallistas, porque hacían obra de arte partiendo de la
excelente actitud de muchos de sus alumnos. El trabajo que ejecutaban en
Santiago los educadores de antaño, lo hacían utilizando diferentes formas
ordenadas y sistemáticas, para darle
elegante preparación al material humano que se afanaban por tallar con
elegancia.
5.- Santiago de
los Caballeros, contó con maestros y maestras que se preocupaban para que sus
discípulos salieran de las aulas con una formación integral exquisita; se
comportara en el futuro como un ente social depurado, con las condiciones
necesarias para ser una ciudadana o un ciudadano excelente, para
que en el mañana no fuera un vulgar, grosero, alguien de poca monta.
6.- Aquel que ayer
recibió enseñanza en colegios privados o escuelas públicas de Santiago de los
Caballeros, el día que abandonó las aulas siguió siendo un ser humano hecho
para que en el curso de su existencia sirviera de modelo en su vida pública y
privada, porque había sido orientado para que continuara actuando bien, no solo
como un futuro profesional, sino también ser ejemplo de gran hijo, modelo de
padre y, en sentido general, una persona que podía servir de viva estampa de
todo aquello a que se dedicara.
7.- Sin lugar a
dudas, fue un privilegio para la juventud de Santiago de los Caballeros, en su
momento tener como maestros y maestras a Ana Pepín, Fela Santaella, Ana Gómez
de Lora, Blanca Mascaro, Rosalina Tolentino, Ana Josefa Jiménez, Teolinda Páez;
Melania Guareño, Zunilda Méndez, María Matilde Jiménez, Bernarda Padilla
Jiménez, Dilia y Elsa Tolentino; Luis Tejada, Luz de Tejada, Francisco Pepín,
Felipe Joaquín Santiago, Onésimo Jiménez, A. Smith, Héctor José Medrano, Hilan
Morillo, Altagracia Silverio, Melania de Brea, Clara Díaz de Peralta, Francisco
Abinader, Justo Manuel Román, Juan José Estévez, Eugenio de Jesús Marcano F.,
José Rivero Orellana, Teresa Rojas de Cantisano, Estela Estrella, Hilda de Ordex, Lilin Perello, Lily Lubrano, Ana
Feliciano, Rafael Estévez Cabrera, M. Brito Mata, Altagracia-Tatá- Franco,
Milagros y Julia Hernández, Rosa del Castillo, Rafael Álvarez, Eunisis Soriano,
Federico Izquierdo, Altagracia Iglesias; a Juanito Rojas, Elsa Brito,
Altagracia y Chamela Vincen, Rosario y Minerva Germosén, Jully Estrella, Pedro
Jaime Tineo Tejada, Juan Bautista Rojas, Pedro Rojas, Francisco Tavarez,
Minerva Fermín, Mirta Román, Mariana y Carmen Pichardo, Rafael Ramos, Anacaona
Almonte, Julio Cesar Curiel, Mercedes Carmen Rojas, Juan Eligio Rodríguez,
Jorgito Webber, y otros que sirvieron como símbolo a nivel de la educación
intermedia y secundaria en Santiago. Ellos personifican, representan una época
de oro del magisterio nacional.
8.- La obra de las
profesoras y los profesores antes señalados quedó expresada en jovencitas y
jovencitos talentosos, poseedores de inteligencia fuera de serie, verdaderos
cerebros. Hechura de esos maestros son los brillantes ingenieros Eulogio
Santaella U., Nelson Luna H. y José Ramón Bonilla A.; los médicos Eduardo
Segura A., Pedro Luis Veras, Lowell Whipple Llenas, Joaquín Álvarez y Santos
Telésforo Gómez V.; y abogados de la talla de Salvador Jorge Blanco, Luis
Bircann R., Rafael R. Martínez, Luisa Jorge García, José Augusto Vega
Imbert, así como otros profesionales destacados; educados, preparados y
adiestrados bajo la dirección de pedagogos que en un espacio de tiempo supieron
engrandecer a sus brillantes alumnos.
9.- La sociedad
dominicana ha contado y todavía cuenta con muchos de los destacados
profesionales ya citados, porque ellos, además de ser sumamente talentosos,
tuvieron como maestros que mencionarlos trae a la memoria tiempos en los cuales
el magisterio nacional se encargó de darle forma, fraguar a grupos de
formidables bachilleres que todavía hoy sirven de ejemplo por su excepcional
preparación.
10.- No toda
persona reúne las condiciones para bien enseñar porque se requiere tener el don
de preparar, dirigir y civilizar, algo de lo que solo son poseedores aquellos
que llegan a ser pedagogos por vocación; los que demuestran inclinación para
enseñar con el esmero que impone quitarle la tosquedad hasta el más rudo
puliéndolo. Para refinar mediante la instrucción hay que tener gusto,
disposición, mantenerse propenso para desbastar con estilo.
11.- Los maestros
y las maestras del Santiago anterior, estaban llenos de humanismo, formados
para educar a jóvenes a los fines de que se levantaran llenos de bondad,
generosidad, compasión y demás virtudes que adornan al hombre o mujer sensible. Aquellos que se integraron
al magisterio por gusto, por las aptitudes que tenían para educar, sabían hacer
ciudadanos y ciudadanas humanizándolos con dulzura y ternura.
12.- Aquellos que
recibieron la enseñanza en los centros escolares bajo la dirección de los
preceptores de Santiago a los cuales me he referido, y otros que ahora escapan
a mi memoria, además de aprender los principios generales de las materias
indicadas en los programas, fueron adiestrados para comportarse correctamente;
ser atentos y exhibir fina cortesía. El país tiene todavía hoy mujeres y
hombres bien enseñados, por aquellos que hicieron de sus discípulos personas
civilizadas, de comportamiento delicado.
13.- Todavía andan
por ahí santiagueros y santiagueras que se formaron en tiempos pasados,
exhibiendo la conducta, los conocimientos y modales aprendidos por la enseñanza
que recibieron de aquellos maestros que glorifican, honran el magisterio
nacional de toda una época educando en el Liceo Ulises Francisco Espaillat; en
las escuelas México, Peña y Reynoso, Cuba, Colombia, Paraguay, Generalísimo y
Venezuela; y en los colegios Nuestra Señora del Carmen, Ercilia Pepín,
Neysa, La Salle, Sagrado Corazón de Jesús, Instituto Iberia, Evangélico, Santa
Ana, San José y Cibao, o en la Academia Santiago.
II.- Las
cualidades que adornaban a los formadores del ser humano de ayer
14.- Las
cualidades que acompañaban a los educadores y a las educadoras de nuestro Santiago
de ayer, servían para identificarlos como seres humanos excepcionales, porque
demostraron ser verdaderos formadores con atributos propios de padres y de
maestros. Ellos supieron enseñar disciplinando, pero también metiendo en razón,
apretándole las tuercas a los indisciplinados que pretendían desconocer las
reglas que imperaban en las aulas.
15.- Aquellos
maestros y maestras fueron fieles cumplidores de su deber, y les recuerdo con
amor, respeto y suma distinción porque se dedicaron a su trabajo demostrando
integridad, honestidad y capacidad. Probaron ser rectos y coherentes en su
prédica y actuaciones; quisieron que sus alumnos llegaran a ser ciudadanos y
ciudadanas ejemplos de moralidad, decencia y probidad.
16.- Quienes
tuvimos la dicha de observar y comprobar el comportamiento de los educadores de
épocas pasadas, hoy nos damos cuenta que fueron personas que habían abrazado la
enseñanza como un compromiso con el país y aspiraban a que su obra, la
formación de sus alumnos, fuera consumada a la perfección, a cabalidad, con
buen remate, lista para formar parte de la sociedad.
17.- A nuestros
maestros y maestras les recordamos con agrado; retenemos en nuestro cerebro su
forma de ser; rememoramos el trato que nos dispensaban. Tenemos grabados momentos
inolvidables que nos motivan a perpetuarlos, inmortalizarlos por llegar a ser
hasta cómplices de acciones conspirativas. Se ganaron nuestra confianza por su
franqueza, familiaridad y llaneza. Se hicieron conocedores de nuestras andanzas
amorosas, correrías políticas y de aventuras propias de la juventud.
18.- Cómo no tener
presente a doña Tatá Iglesias, que con la misma cortesía que nos regañaba por
estar molestando al compañero, también nos dispensaba una sonrisa por
explicarle correctamente el tema de la clase en discusión. De igual manera
tenemos que recordar al profesor Juan José Estévez, por ser sumamente estricto,
rígido al momento de reclamar el desarrollo de un punto cualquiera de gramática
castellana, un capítulo de El Quijote, o los datos biográficos de un escritor,
poeta, dramaturgo o cuentista español.
19.- El agradable
trato, la cordialidad expresada y el interés por educar en forma integral a
quienes recibíamos sus enseñanzas, sirve para comprobar que en una determinada
etapa el servicio educativo del país contó con personas que hicieron aportes
significativos; indicativos que prueban que se dedicaron con entusiasmo,
responsabilidad y amor a la misión que consideraban les había sido encomendada
por la sociedad. El deber cumplido daba satisfacción a nuestros pasados
educadores.
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