A don Quique Pérez.
Quique Pérez.
Por Marcelo Peralta
La vida es un círculo de dolores.
Los dolores leves son paleros.
Y los grandes enmudecen.
Al mismo tiempo, esos dolores grandes dejan estupefactos a quienes los sufrimos.
Hay personas que aunque no hayan salidos del mismo vientre se convierten en nuestros seres más valorados.
Hoy, sufrimos la gran pena de recibir los dolores que durarán siglos.
En ocasiones hay momentos en que los placeres se convierten en especies de relámpagos.
En medio del sufrimiento hemos tenido que despedir a un gran ser humano lleno de cualidades y bondades.
DON FRANCISCO ANTONIO PEREZ RODRIGUEZ, hombre de bien y sin orgullos.
Don Quique como era conocido ha dejado esta tierra.
Mandado a buscar por Nuestro Creador para encomendar alguna misión especial.
Sabemos que la muerte viene solo una vez.
Con su llegada se deja sentir en todos los momentos de la vida.
Una persona al dejar este mundo y meterse tierra adentro de ella nos lleva a reflexionar a los que quedamos en el que podemos estar conscientes de que por ésta tan estrecha senda algún día debemos ir por ella.
Allí van los ricos, pobres, negros, blancos, grandes, pequeños, príncipes, policías, guardias, estudiantes, políticos, empresarios, pordioseros, harapientos y potentados.
Es bien sabido que quien muere entra dentro de nosotros que quedamos como pecadores en la tierra.
Conscientes de esa realidad, estamos porque mientras la persona que se ha ido vivía la tratábamos hacia algo al exterior.
Ahora que se ha ido para siempre, Don Quique, al igual que los demás que han partido, entra sobre nuestros sentidos.
Debemos estar seguros de que nada acerca más a los seres humanos que la muerte de un amigo valorado y apreciado.
La muerte, por demás, es un cambio que nos acerca por ser una variación de un estado precedente.
Sin importar en que traje entre, la muerte es espantosa.
Y una muerte honrosa puede glorificar a una vida innoble.
Sabemos que la muerte, es la única que da lecciones y grandes ejemplos.
Ella nos hace volver el dedo por sobre el libro de la vida.
Dicen que las despedidas siempre son tristes, más aun cuando se trata de un amigo fiel que se ha marchado para siempre.
Aunque sabemos que todos en algún momento vamos a tener que partir de esta vida, en realidad nunca estamos preparados para un acontecimiento de ésta naturaleza.
Algunas veces es difícil poner en orden los pensamientos, pues la desolación y el dolor hace que nos sintamos confundidos, pero podemos decirle adiós a esa persona especial.
Don Quique Pérez sabemos que te marchaste en silencio por el camino que todos recorreremos algún día.
A pesar que no estuve a tu lado para decirte adiós, sabes que le valoro mucho y gracias por los caminos recorridos juntos, porque ahora me haces una gran falta poder intercambiar esas palabras de alientos y el compartir entre amigos.
Hoy te has convertido en un ángel que desde el infinito cuidará de todos sus seres queridos.
Te fuiste, sin embargo, tu recuerdo siempre quedará entre nosotros.
Que el Señor te tenga en su santa gloria.
Adiós amigo Quique Pérez.
La vida es un círculo de dolores.
Los dolores leves son paleros.
Y los grandes enmudecen.
Al mismo tiempo, esos dolores grandes dejan estupefactos a quienes los sufrimos.
Hay personas que aunque no hayan salidos del mismo vientre se convierten en nuestros seres más valorados.
Hoy, sufrimos la gran pena de recibir los dolores que durarán siglos.
En ocasiones hay momentos en que los placeres se convierten en especies de relámpagos.
En medio del sufrimiento hemos tenido que despedir a un gran ser humano lleno de cualidades y bondades.
DON FRANCISCO ANTONIO PEREZ RODRIGUEZ, hombre de bien y sin orgullos.
Don Quique como era conocido ha dejado esta tierra.
Mandado a buscar por Nuestro Creador para encomendar alguna misión especial.
Sabemos que la muerte viene solo una vez.
Con su llegada se deja sentir en todos los momentos de la vida.
Una persona al dejar este mundo y meterse tierra adentro de ella nos lleva a reflexionar a los que quedamos en el que podemos estar conscientes de que por ésta tan estrecha senda algún día debemos ir por ella.
Allí van los ricos, pobres, negros, blancos, grandes, pequeños, príncipes, policías, guardias, estudiantes, políticos, empresarios, pordioseros, harapientos y potentados.
Es bien sabido que quien muere entra dentro de nosotros que quedamos como pecadores en la tierra.
Conscientes de esa realidad, estamos porque mientras la persona que se ha ido vivía la tratábamos hacia algo al exterior.
Ahora que se ha ido para siempre, Don Quique, al igual que los demás que han partido, entra sobre nuestros sentidos.
Debemos estar seguros de que nada acerca más a los seres humanos que la muerte de un amigo valorado y apreciado.
La muerte, por demás, es un cambio que nos acerca por ser una variación de un estado precedente.
Sin importar en que traje entre, la muerte es espantosa.
Y una muerte honrosa puede glorificar a una vida innoble.
Sabemos que la muerte, es la única que da lecciones y grandes ejemplos.
Ella nos hace volver el dedo por sobre el libro de la vida.
Dicen que las despedidas siempre son tristes, más aun cuando se trata de un amigo fiel que se ha marchado para siempre.
Aunque sabemos que todos en algún momento vamos a tener que partir de esta vida, en realidad nunca estamos preparados para un acontecimiento de ésta naturaleza.
Algunas veces es difícil poner en orden los pensamientos, pues la desolación y el dolor hace que nos sintamos confundidos, pero podemos decirle adiós a esa persona especial.
Don Quique Pérez sabemos que te marchaste en silencio por el camino que todos recorreremos algún día.
A pesar que no estuve a tu lado para decirte adiós, sabes que le valoro mucho y gracias por los caminos recorridos juntos, porque ahora me haces una gran falta poder intercambiar esas palabras de alientos y el compartir entre amigos.
Hoy te has convertido en un ángel que desde el infinito cuidará de todos sus seres queridos.
Te fuiste, sin embargo, tu recuerdo siempre quedará entre nosotros.
Que el Señor te tenga en su santa gloria.
Adiós amigo Quique Pérez.
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