Liderazgo para el cambio
La
etapa de vida democrática que vivimos nos está trazando que sólo logrando la
erradicación de los liderazgos mesiánicos y del sectarismo infecundo por medio
de una nueva visión y de un cambio de mentalidad en nuestras entidades políticas, se propulsarán las metas
que urgen para vencer el atraso social, la pobreza, la corrupción y los demás males que
actualmente golpean a nuestras familias y a la sociedad en sentido general.
A
tal efecto, los liderazgos políticos
deben aprovechar los muy preocupantes problemas que está generando la crisis moral,
social y económica por la que atravesamos
para reflexionar en tal sentido y asumir un rol inteligente dentro de la
sociedad como principales actores de sus políticas y de la conducción de los
principales estamentos del Estado, a fin de enrumbar la nación hacia el desarrollo
y el establecimiento de una real justicia y
paz social.
En
dichos propósitos se requiere motorizar profundas transformaciones en los
partidos para ponerlos acordes a los
cambios que de ellos requieren nuestros tiempos y el mundo moderno, así como también, asumir plenamente los nuevos
roles y tareas que exige y
necesita nuestra nación.
Asimismo,
para arribar a las metas señaladas, a la nación
le urge y a la vez reclama procurar el cese del egoísmo y la falta de
unión que han lacerado a los partidos, por ser los factores que han sido los principales generadores de
muchos males, divisiones, luchas intestinas y agobios.
Por
tanto, a quienes les corresponde la delicada
misión de ser líderes políticos,
deben asumir que así como el egoísmo constituye el peor enemigo de la
existencia del amor y la unidad dentro las familias y la sociedad en sentido
general, la práctica del mismo en las instituciones políticas es muy dañina por
sumergir a sus integrantes en la
mezquindad y la mediocridad.
El
cambio que estamos sugiriendo está íntimamente ligado a la ética con la que se
ejecutan las acciones en el sector público, ya que los políticos actuales le han
perdido el temor a la condena pública y realizan acciones que contravienen
todos los parámetros del buen manejo de los recursos públicos.
Por
eso, necesitamos un cambio, no de caras, sino de conciencias. Necesitamos gente
seria, honesta, con una conducta apegada a las leyes y de respeto a los
ciudadanos. Nos urgen políticos que estén más allá de los discursos, de los
“spots” publicitarios bonitos e ingeniosos. Requerimos, de forma urgente, una
conciencia nueva, una forma ética de conducir el Estado.
Además, se requiere comprender plenamente que para la erradicación de los males que nos corroen y estacan, urge
promover la renovación y transformación que necesita el país, dentro de un
ambiente en el que necesariamente prime la solidaridad, la unidad y la confraternidad entre todos los sectores sin excepción
alguna, como parte fundamental del verdadero amor por la patria y el
prevalecimiento de los intereses de la colectividad.
En
fin, los líderes de los partidos
políticos tienen el gran reto de conducir
sobre bases seguras al país hacia un progreso y desarrollo humano que
reivindique a las dominicanas y los dominicanos, dejando como parte del pasado los errores y
fracasos que nos han arrojando los intereses personales desmedidos y las
posiciones sectarias irracionales.
Por:
Dr. Ysócrates Andrés Peña Reyes,
Director
General del Consejo Regional de Desarrollo (CRD),
Abogado
y Politólogo. Tel. 809-244-5496 y Correo: crdnordeste@yahoo.es
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