miércoles, agosto 10, 2022

Noches y días son de angustia a las puertas del pozo de Coahuila en México por mineros atrapados.

Los familiares de los trabajadores no entienden por qué los buzos del Gobierno aún no entran a rescatarlos cuatro días después y proponen que sean los compañeros de la zona los que bajen

Alison 16 años, hija de Jorge Luis Martínez, minero atrapado bajo tierra el pasado miércoles es reconfortada por su madre Carolina, durante las labores de rescate en la mina de Conchas, Coahuila.

La noche en Coahuila es casi tan negra como el carbón que dibuja cicatrices sobre la cara de Sergio Martínez, después de haber pasado todo el sábado peleando con la tierra, el sol y el agua para salvar a su hermano pequeño, Jorge Luis. Las estrellas salen sobre la mina de las Conchas, en Sabinas. Y con ellas, él acaba otro turno en uno de los equipos que contra toda probabilidad tratan de rescatar con a los mineros.

Martínez enciende un cigarro, las manos gruesas y callosas de trabajador manual tiznadas por el mineral que en esta región es sustento y a la vez condena, pero se olvida de fumarlo.

Las brasas se consumen hasta que todo lo que queda es un hilo de ceniza que cae con suavidad sobre el polvo del desierto.

La verdad, quisiera ir a un lugar y gritar. Desahogarme. Ya llamé a mi hermano pozo por pozo.

Pensar que está ahí dentro, si respira, la agonía… Si uno supiera cuando alguien se va a morir para poder despedirse…

Martínez (36 años) llora lágrimas contenidas que al caer por sus mejillas arrastran el polvo acumulado.

Las familias de los hombres atrapados bajo tierra no entienden por qué los buzos que han venido desde Ciudad de México no actúan.

Entre ellos comentan que son los mineros de la zona los que van a entrar a los pozos a buscarlos.

Casi 60 trabajadores de esta pequeña comunidad que han acudido a socorrer a sus compañeros.

El presidente del Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, ha señalado que está analizando si acudir a la mina para mostrar su apoyo.

“Estamos valorando la situación para decidir, porque está bombeándose mucha agua, mucha, mucha agua”.

Alison Martínez mira con ojos húmedos hacia el pozo y su madre la abraza y le acaricia el pelo.

“Ahí abajo me están esperando”, dice señalando el pozo, “solo pienso en sacarlo con vida”.

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