Noches y días son de angustia a las puertas del pozo de Coahuila en México por mineros atrapados.
Los familiares de los trabajadores no entienden por qué los buzos del Gobierno aún no entran a rescatarlos cuatro días después y proponen que sean los compañeros de la zona los que bajen
Alison
16 años, hija de Jorge Luis Martínez, minero atrapado bajo tierra el pasado
miércoles es reconfortada por su madre Carolina, durante las labores de rescate
en la mina de Conchas, Coahuila.
La noche
en Coahuila es casi tan negra como el carbón que dibuja cicatrices sobre la
cara de Sergio Martínez, después de haber pasado todo el sábado peleando con la
tierra, el sol y el agua para salvar a su hermano pequeño, Jorge Luis. Las
estrellas salen sobre la mina de las Conchas, en Sabinas. Y con ellas, él acaba
otro turno en uno de los equipos que contra toda probabilidad tratan de
rescatar con a los mineros.
Martínez
enciende un cigarro, las manos gruesas y callosas de trabajador manual tiznadas
por el mineral que en esta región es sustento y a la vez condena, pero se olvida
de fumarlo.
Las
brasas se consumen hasta que todo lo que queda es un hilo de ceniza que cae con
suavidad sobre el polvo del desierto.
La
verdad, quisiera ir a un lugar y gritar. Desahogarme. Ya llamé a mi hermano
pozo por pozo.
Pensar
que está ahí dentro, si respira, la agonía… Si uno supiera cuando alguien se va
a morir para poder despedirse…
Martínez
(36 años) llora lágrimas contenidas que al caer por sus mejillas arrastran el
polvo acumulado.
Las
familias de los hombres atrapados bajo tierra no entienden por qué los buzos
que han venido desde Ciudad de México no actúan.
Entre
ellos comentan que son los mineros de la zona los que van a entrar a los pozos
a buscarlos.
Casi
60 trabajadores de esta pequeña comunidad que han acudido a socorrer a sus
compañeros.
El
presidente del Gobierno, Andrés Manuel López Obrador, ha señalado que está
analizando si acudir a la mina para mostrar su apoyo.
“Estamos
valorando la situación para decidir, porque está bombeándose mucha agua, mucha,
mucha agua”.
Alison
Martínez mira con ojos húmedos hacia el pozo y su madre la abraza y le acaricia
el pelo.
“Ahí
abajo me están esperando”, dice señalando el pozo, “solo pienso en sacarlo con
vida”.
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