domingo, octubre 06, 2013

Matrimonio encadenado


Por Marcelo Peralta
Se ha dicho que en el matrimonio lo esencial no es amarse sino conocerse.

En este proceso hallamos el purgatorio, el infierno, o el paraíso.
Muchos entienden que el anillo hace el matrimonio.
Pero son los anillos que hacen la condena.
En algunos casos, los hombres quieren más a la mujer que al matrimonio.
Mientras que en ocasiones hay mujeres que quieren más al matrimonio que al marido.
En un nexo amoroso la mujer legítima no es una mercancía que se puede devolver, cambiar o ceder, después de verse comprado.
Pero hay mujeres que creen que los hombres son de su propiedad y lo tratan como tales.
Son casos que tanto la mujer como el hombre se convierten en algo inseparable que dura para toda la vida.
Creen que es un lazo atado al cuello para la eternidad.
Muchas y muchos lo entienden que este nexo es una forma de nudo que solo se desata con la guaraña de la muerte.
Algunos creen que esto es como la parodia de un gobierno Constitucional en que el rey reina y no gobierna.
Después de determinado tiempo, el divorcio debería ser imposible.
Mi referencia es que los dominicanos nos estamos durmiendo en los laureles con el caso de los haitianos.
Desataron hace poco una guerra psicológica contra los alimentos y productos que producimos.
Las autoridades dominicanas no tomaron medidas.
Los asquean por doquier.
Nos denuncian en los organismos internacionales.
Nos invaden pacíficamente.
Las parturientas inundan los hospitales.
Invaden las calles pidiendo limosna para pagarle a quienes las traen desde Haití.
Viven en redes.
Pertenecen a redes de traficantes de personas.
Las autoridades no hacen caso a la trata de personas.
Los haitianos nos observan como fieras feroces en el sentido de que los dominicanos ya somos presas fáciles.
La proliferación de iglesias practicando el Budú es un hecho y una realidad palpable.
Es impostergable que los dominicanos estamos agarrados por el bozo y por la guardia de Mon.
Parece que la República Dominicana ha claudicado.
Actualmente, como muchos jóvenes dominicanos no se puede contar para la luchar ideológicamente ya que están en red.
Algunos no estudian, no trabajan, viven en los centros de Internet, en las parrandas, en los bares, entre otros lugares.
Los haitianos trabajan en todos los estamentos del Estado, privados, llevan las universidades, tienen discotecas, son dueños de casas de cambio de dólares, euros y otras monedas.
Un gran flujo de ellos viven en mansiones en lugares privilegiados.
Los haitianos tienen regidores en Sala Capitulares.
Y hasta un partido político se dará a conocer muy pronto.
El presidente Leonel Fernández invirtió dinero del pueblo dominicano construyendo una universidad en Haití e hicieron como dice el refranero el caso del perro.
La Junta Central Electoral construyó dos locales hermosísimos con dinero del pueblo dominicano en Manzanillo, provincia Montecristi al Noroeste del país y otro en el Sur, dotados de tecnología y los últimos adelantos.
¿Y para qué son esos centros?

El día menos pensado si continuamos inertes, a los dominicanos nos sucederá como les ocurrió a Doña Lola. 

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