Matrimonio encadenado
Se ha dicho que en el matrimonio lo esencial no es amarse sino conocerse.
En este proceso hallamos el purgatorio,
el infierno, o el paraíso.
Muchos entienden que el anillo hace el
matrimonio.
Pero son los anillos que hacen la
condena.
En algunos casos, los hombres quieren más
a la mujer que al matrimonio.
Mientras que en ocasiones hay mujeres que
quieren más al matrimonio que al marido.
En un nexo amoroso la mujer legítima no
es una mercancía que se puede devolver, cambiar o ceder, después de verse
comprado.
Pero hay mujeres que creen que los
hombres son de su propiedad y lo tratan como tales.
Son casos que tanto la mujer como el
hombre se convierten en algo inseparable que dura para toda la vida.
Creen que es un lazo atado al cuello para
la eternidad.
Muchas y muchos lo entienden que este nexo
es una forma de nudo que solo se desata con la guaraña de la muerte.
Algunos creen que esto es como la parodia
de un gobierno Constitucional en que el rey reina y no gobierna.
Después de determinado tiempo, el
divorcio debería ser imposible.
Mi referencia es que los dominicanos nos
estamos durmiendo en los laureles con el caso de los haitianos.
Desataron hace poco una guerra psicológica
contra los alimentos y productos que producimos.
Las autoridades dominicanas no tomaron
medidas.
Los asquean por doquier.
Nos denuncian en los organismos
internacionales.
Nos invaden pacíficamente.
Las parturientas inundan los hospitales.
Invaden las calles pidiendo limosna para
pagarle a quienes las traen desde Haití.
Viven en redes.
Pertenecen a redes de traficantes de
personas.
Las autoridades no hacen caso a la trata
de personas.
Los haitianos nos observan como fieras
feroces en el sentido de que los dominicanos ya somos presas fáciles.
La proliferación de iglesias practicando
el Budú es un hecho y una realidad palpable.
Es impostergable que los dominicanos
estamos agarrados por el bozo y por la guardia de Mon.
Parece que la República Dominicana
ha claudicado.
Actualmente, como muchos jóvenes
dominicanos no se puede contar para la luchar ideológicamente ya que están en
red.
Algunos no estudian, no trabajan, viven
en los centros de Internet, en las parrandas, en los bares, entre otros
lugares.
Los haitianos trabajan en todos los
estamentos del Estado, privados, llevan las universidades, tienen discotecas,
son dueños de casas de cambio de dólares, euros y otras monedas.
Un gran flujo de ellos viven en mansiones
en lugares privilegiados.
Los haitianos tienen regidores en Sala
Capitulares.
Y hasta un partido político se dará a
conocer muy pronto.
El presidente Leonel Fernández invirtió
dinero del pueblo dominicano construyendo una universidad en Haití e hicieron como
dice el refranero el caso del perro.
¿Y para qué son esos centros?
El día menos pensado si continuamos
inertes, a los dominicanos nos sucederá como les ocurrió a Doña Lola.
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