A dos 2 años de la muerte de Don Joaquín Dolores Torres.


Joaquín Dolores Torres.

Por Marcelo Peralta
A muchas gentes les faltó tiempo para continuar viendo su cuerpo.

A dos años de su muerte, las personas que asistieron a darle la mirada final, hoy recuerdan su partida.

Faltó tiempo a Joaquín Dolores Torres para seguir viendo y haciendo obras sociales y comunitarias.

Muchos se congregaron cerca de la tumba fría donde hoy descansa el sueño eterno y dar su vistazo final.

Don Joaquín Torres, como maestro, dirigente cooperativista, ciudadano ejemplar, padre de familia, consejero sin par, el pueblo demostró afecto que se gana en esta vida terrenal.

Al despedirlo hablaron quienes fueron y eran sus amigos de ayer, hoy, mañana y de siempre.

Don Joaquín Torres fue un hermano, un amigo, un dirigente, ciudadano ejemplar, autoridad que inspiraba respeto.

Ya que se ha ido a la tumba, se eclipsó su vida de Don Joaquín Dolores Torres.

Dejar sus restos en la fría tumba, a muchos se les engrifaron los bellos cuando el nicho fue sellado.

Así, sencillamente, así quedó demostrado un pueblo consternado, dubitativo y a ratos incrédulo.

Incrédulo porque Don Joaquín Torres se había ido de este globo terrenal.

El pueblo con sus ojos enmudecidos, despidió al dirigente cooperativista, al maestro de maestros, el hombre humilde, callado, silencioso y activo.

Fue ahí como cayó su cuerpo al sepulcro en la cálida e intensa mañana, de aquel sábado 5 de abril.

Dios que le buscaba, Don Joaquín Torres aceptó, el mismo Dios lo protegerá en su morada final.

Morir es solo cambiar de residencia y ese humilde hombre, trabajador que se convirtió en el líder incansable, aun faltan términos con lo que le podríamos insertar calificativos positivos.

Todas las personas que lo conocían lo lloraron junto a la que hoy es su tumba, intervinieron antes de que su cuerpo fuera engullido por las frías y a veces calientes paredes que le habían preparado para su descanso eterno.

Tenía apenas 80 años de edad y, hasta hace su muerte, se lo había observado lleno de vida y con anhelos de volver a trabajar en la Coopsano, que era su segundo hogar.

Su lucha en la Coopsano no perecerá, ya que siempre estaban insistiendo, gestionando, buscando lo que él consideraba lo mejor para su pueblo y para la entidad que él dirigía redoblarán sus esfuerzos y mantenerla activa.

Empleados de Coopsano asimilaron lo aprendido por el maestro Joaquín Torres y por eso es que se hacía difícil creer que ya no estaba activo.

Aun enfermo se preocupaba por el normal y eficaz funcionamiento de la que era su novia: La Coopsano. 

El epílogo de su muerte empezó hace tiempo cuando su enfermedad repentina le impidió continuar en lo que era su sueño como su cooperativa.

Un pueblo que cree, que tiene fe y que intuye que con la muerte de Don Joaquín Torres no termina su obra.

Un gran número de amigos esperó su cadáver en su casa, de ahí lo llevaron al local principal de la Cooperativa y velado en el Club.

Hoy, desde ese momento, la casa donde vivió la mayor parte de su vida, estará asediada por quienes lo querían y darle a sus deudos la muestra de solidaridad por la partida.

El velorio, como era de esperarse, una multitud de personas, acompañaron a sus familiares en esa última velada en la que su cuerpo estuvo sobre la faz de la tierra.

El rito religioso, la última travesía desde El Guanal hacia el cementerio donde se le rindió el tributo póstumo final, como él se lo merecía, como él se lo había ganado en vida era interminable. 

Y, allí, en una tumba fría, cuando empezaba a cubrir el suelo sabanetero lo cerraron, lo ocultaron para no verlo jamás. 

Nada más que eso, porque para muchos, no se ha ido, no se irá, vivirá siempre en el recuerdo de sus familiares, de sus amigos y de todos quienes tuvimos el placer de conocerle y tratarle.

Don Joaquín Dolores Torres no ha muerto.


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