El grito del Papa Francisco.

Papa Francisco

Por Marcelo Peralta
El Papa Francisco ha lanzando al mundo un grito sobre la minería ny sus consecuencias y en República Dominicana debíamos estar de rodillas al “unísono” en reflexión, estudiando, evaluando, analizando ese mensaje.

El  Sumo Pontífice hizo el encuentro en El Vaticano que denominó,  ''Unidos a Dios escuchamos un grito'', sobre las repercusiones de la minería debido a las constantes y frecuentes quejas de millares de familias que viven en los alrededores de minerías sufriendo enfermedades, falta de agua, contaminación y secuelas a granel.

Ante ese tétrico mensaje del Papa Francisco, en República Dominicana debíamos poner atención, porque empresas mineras de capital canadiense están acabando con los arboles, suelo, agua,  aves, la vida humana, recursos naturales y llevándose millones de dólares y euros por conceptos de los minerales que extraen de nuestras tierras.

Han dicho al Papa Francisco las legaciones que les visitaron en El Vaticano: ''Venís de situaciones diferentes y experimentáis de diversos modos las repercusiones de la minería, ya sea la de las grandes empresas industriales, o la de los artesanos y operadores.

Ya reunidos, el Papa Francisco ha dicho: Os habéis querido reunir en Roma, en esta jornada de reflexión que está vinculada a un paso de la Exhortación Apostólica ''Evangelii Gaudium'', para que se escuche el grito de tantas personas, familias y comunidades que sufren directa e indirecta las consecuencias a menudo, demasiado negativas, de la minería.

La reacción del Papa Francisco lanzar:

Un grito por la tierra perdida.

Un grito por la extracción de riquezas del suelo que, paradójicamente, no ha producido riqueza para las poblaciones locales que siguen siendo pobres.

Un grito de dolor en respuesta a la violencia, a las amenazas y la corrupción.

Un grito de indignación y de apoyo por las violaciones de los derechos humanos, discreta o descaradamente pisoteados por cuanto respecta a la salud de las poblaciones, por las condiciones de trabajo, a veces por la esclavitud y la trata de personas que alimenta el trágico fenómeno de la prostitución.

Un grito de tristeza e impotencia por la contaminación del agua, del aire y del suelo.

Un grito de incomprensión por la carencia de procesos inclusivos y del apoyo de las autoridades civiles, locales y nacionales, que tienen el deber fundamental de promover el bien común''.

''Los minerales y, en general, la riqueza del suelo y el subsuelo constituyen un don precioso de Dios, que la humanidad ha utilizado durante miles de años.

Los minerales, de hecho, son fundamentales para numerosos sectores de la vida y la actividad humana.

En la encíclica ''Laudato Si''' he querido lanzar un llamamiento urgente a colaborar en el cuidado de nuestra casa común, para contrastar las dramáticas consecuencias de la degradación ambiental en la vida de los pobres y excluidos, y avanzar hacia el desarrollo integral, incluyente y sostenible.

Todo el sector minero está indudablemente llamado a efectuar un cambio radical de paradigma para mejorar la situación en muchos países.

Los gobiernos de los países de origen de las empresas multinacionales y los de aquellos en los que operan puedan contribuir a ello, así como los emprendedores e inversores, las autoridades locales que supervisan la ejecución de las operaciones mineras, los trabajadores, las cadenas de suministro internacional con sus varios intermediarios y los que trabajan en los mercados de estas materias, los consumidores de productos en los que se han utilizado minerales.

Todas estas personas están llamadas a adoptar un comportamiento inspirado en el hecho de que constituimos una sola familia humana, ''que todo está relacionado, que el auténtico cuidado de nuestra propia vida y relaciones con la naturaleza es inseparable de la fraternidad, la justicia y la fidelidad a los demás".

''Animo a las comunidades representadas en este encuentro a considerar cómo pueden interactuar constructivamente con todos los demás actores involucrados, en un diálogo sincero y respetuoso -concluye Francisco-.

Espero que esta ocasión contribuya a una mayor conciencia y responsabilidad en estos temas: partiendo de la dignidad humana es como se crea la cultura necesaria para hacer frente a la crisis actual. Le pido al Señor que su trabajo en estos días sea rico de frutos, y que esos frutos puedan compartirse con todos aquellos que lo necesitan.


Os pido por favor que recéis por mí y con afecto os bendigo, así como a vuestras comunidades de pertenencia y a vuestras familias''.

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