Una luz que se apagó.


Próspero Rafael Rodríguez. La cámara era su delirio.
Foto Félix Jacinto Bretón.

Por Marcelo Peralta
La muerte del periodista y fotógrafo Próspero Rafael Rodríguez, un ser humano ejemplar nos ha dejado boquiabierta a todos.

Nos dejó, pero se lleva la satisfacción de que murió como un ángel en la oscuridad de la noche y sin molestar a nadie.

Esos son los principios de los seres humanos que llevan una vida sin ofensa hacia el prójimo.

Próspero Rodríguez parece que durante su estadía en la tierra trabajó como los niños moribundos.

Cultivó una obra de enorme serenidad y realismo.

Si los que quedamos en este globo terrenal logramos ventilar la atmósfera deprimente, desprendernos del temor reverencial que todos sentimos por ese compañero cotidiano que es la muerte, aprenderíamos más sobre la vida y tomaríamos conciencia de sus misterios finales.

Todos, sin excepción debemos entender que la muerte es la puerta para comprender la naturaleza humana, su lucha por sobrevivir y, en último término, su evolución espiritual.

Los que hemos pasado por momentos de salud difíciles, hemos aprendido a conocer la muerte, que nos orienta de que en vez de temerla y combatirla, nos hemos convertido en maestros de la vida.

Los que vivimos, esperaremos la llamada de nuestro Señor.

La vida es un préstamo, y por ende, debemos honrar tarde que temprano.


Adiós amigo Próspero Rafael Rodríguez, que Dios te lleve al lugar que te ganaste en la tierra.

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