El grito del 20 octubre del 1961 y la masacre ordenada por Joaquín Balaguer
Para muchos dominicanos el 20 de
octubre es un día triste por los crimenes del 1961, masacre desatada por la Policía y
el Ejercito cumpliendo órdenes del presidente Joaquín Balaguer que desangró a jóvenes
en la Ciudad Nueva de Santo Domingo que enarbolaban la palabra ¡Libertad! , ¡Libertad! tras la caida del gobierno dictorial de Rafael Leojidas Trujillo Molina.
Esos acontecimientos fueron bautizados como El “grito de octubre" y
"Los masacrados del 20 Octubre del 1961" donde para
muchos dominicanos fue una fecha trágica, para otros la definen de gloriosa por el inigualable gesto de
una decidida y valiente generación de estudiantes que desafió la represión de
las fuerzas policiales y militares, a los remanentes de la dictadura, al
gobierno presidido por Joaquín Balaguer que lo heredó tras el tiranicidio.
Las protestas se iniciaron el día 16 de octubre del
1961 bajo la consigna de “¡Libertad, Libertad!” y la destrucción de letreros,
retratos, estatuas, bustos del sátrapa y su familia y culminaron el 20 con la
masacre del polígono de Ciudad Nueva, “la primera matanza de estudiantes que
recuerda la historia”.
La Policía, el Ejército y miembros de la Agencia
Central de Información conocida con el SIM ametrallaron las casas
de esa popular barriada que se declaró “Territorio Libre” aprestándose sus
moradores a defenderse de las agresiones de los cuerpos de seguridad estatal.
Los estudiantes fueron de los primeros en enfrentarse
a los remanentes de la dictadura de Trujillo tarde del 20 perpetraron las
“fuerzas del orden” con disparos de pistolas, revólveres, ametralladoras.
El centro de sus operaciones fue la calle Arzobispo
Nouel esquina Palo Hincado en la ciudad de Santo Domingo.
De manera despiadadas agentes dispararon ráfagas de
ametralladoras contra azoteas y techos de las casas aledañas.
Esas bestias que formaban parte de la Policía y del Ejército
no tuvieron reparos y fueron al Hospital “Padre Billini”, molestos porque
médicos y practicantes llamaban a la moderación.
Otro tanto hicieron en la calle Espaillat esquina
Conde y en la Santomé frente al citado centro de salud.
“Sangre, plomo y muerte rondan las calles y la ciudad
de Santo Domingo es pasto del crimen oficial.
Los periódicos de entonces “Unión Cívica”, “La Nación”
y “El Caribe”, condenaban la masacre y los “desórdenes estudiantiles” dirigidos por la
oposición y Viriato Fiallo, decían, que según sus articulistas y editorialistas
“envenenó a los jóvenes que asistieron al mitin celebrado el domingo 13 en el
parque Colón”.
Se referían a la “vesánica prédica” de Viriato.
Después acusaron al PRD, 14 de Junio, a Juan Bosch.
“Son los viejos zorros de la política que en diabólica
táctica han resuelto lanzar a las calles, en busca de la víctima propiciatoria,
a niños, no importa la edad que tengan, para provocar la intervención de la
fuerza pública”, escribió La Nación, aún al servicio del Gobierno.
El Caribe, La Voz Dominicana, Radio Caribe, responsabilizaba
la ADPE del bestial atropello “por haber falseado groseramente la verdad.
La policía y la represión contra los estudiantes llega
a las azoteas de Ciudad Nueva
La Universidad Autónoma de Santo Domingo no quería al
rector José Manuel Machado, impuesto por Balaguer; reclamaban la autonomía,
fuero y libertad académica de la casa de estudios.
Los universitarios iniciaron la lucha en las calles y
secundarios, intermedios, primarios, peritos contadores los apoyaron desde los
liceos y escuelas de la República. Todos fueron reprimidos, golpeados, heridos,
encarcelados, en principio dispersados con agua de las mangueras del Cuerpo de
Bomberos. La Asociación Nacional de Estudiantes Secundarios, ANES, se destacó
en estos sufridos pero patrióticos momentos.
El infortunio llegó el 20 de octubre tras 4 días de
movilizaciones, huelga, el cierre de la Universidad por un decreto
balaguerista, y con ellos la agonía, la muerte y el desalmado discurso de
Balaguer que pasó a la historia como la más cruel e insensible oratoria que
registran los anales: “Sean mis primeras palabras para felicitar calurosamente
a la Policía por la ejemplar conducta que observó durante las explosiones de
violencia que han ocurrido en los últimos días”.
El 20, según fotos y crónicas, la Policía enloqueció y
estudiantes, transeúntes, curiosos, pacientes internos del “Padre Billini”
fueron víctimas de sus armas bélicas.
Jorge Antonio Herrera Sánchez, estudiante de 12 años,
fue atropellado por un patrullero que “a velocidad imprudente” trató de abrirse
paso por entre la multitud congregada frente al Instituto de Señoritas Salomé
Ureña.
El niño “se anonadó”, según “Unión Cívica”, y “uno de
los ocupantes del auto”, abriendo una puerta, golpeó al pequeño “lanzándolo
bajo las ruedas”.
Citan al coronel Luis Arzeno Colón, quien pistola en
mano, “tratando de dispersar” a los estudiantes y en el hospital, los disparos
policiales causaron heridas a Pedro Nolasco Green y Aníbal Santiler,
practicantes; Iris de la Cruz, José Castellanos Marte y la doctora Altagracia
Concepción (Tatica).
Desde la azotea del centro asistencial los agentes ametrallaron
techos vecinos atestados de jóvenes.
En las calles fueron heridos Blanca Margarita
Rodríguez Conde, Teresita Campagna de Guzmán, Ramón Sanino, Carlos Romero
Domínguez, Milagros Ares, Euclides Solano, un estudiante apellido Vargas,
Andrés Piña y Ercilio Veloz que fue alcanzado por los tiros mientras leía un
libro de poesías en el parque Independencia.
Recibió herida de bala en la espalda y rasguños en el
brazo izquierdo.
El 20 de octubre se comenzaron a destruir los símbolos
de la dictadura
Entre los muertos estuvo Rafael Curiel, de 18 años,
baleado estando en una azotea.
José Ignacio Cerda, héroe de esa juvenil gesta,
falleció al poco tiempo de recibir un impacto y momentos antes, “con todas las
fuerzas que podrían quedarle a su ya exánime cuerpo, pudo hablar: “Me dieron un
balazo, después me tiraron del tercer piso en que estaba”.
Agonizando dijo: “Moriré por la Patria. “Libertad”, “libertad”,
“libertad”.
Quiero hacer la señal de la cruz, quiero confesarme
porque sé que voy a morir por la libertad, libertad, libertad”.
Con los pulmones destrozados por balas, minutos más
tarde exhalaba el último aliento.
En las cárceles y los hospitales permanecían llenos de
estudiantes heridos y golpeados por los policías, reseñaron los periódicos La
Nación, El Caribe, Unión Cívica.-
"Los masacrados de Octubre del 1961:
"Los acusaron de emplear tácticas de guerrillas,
convertirse en turbas de agitadores, alterar el orden, incitar a la huelga,
atentar contra la paz, escandalizar la vía pública, ultrajar a miembros de la
Policía Nacional, dañar la propiedad privada.
Al calificarlos como “francotirapiedras”, agitadores,
provocadores callejeros, revoltosos, indeseables, parece que lo que más dolía a
quienes condenaban la decidida manifestación juvenil que encontró apoyo en el
pueblo de la capital y casi todas las provincias del país fue la destrucción de
estatuas, bustos, retratos y nombres del Generalísimo recién ajusticiado.
Varios de los estudiantes murieron y decenas fueron
heridos y apresados
Pero alegró a los medios oficiales que los grupos
enardecidos, en principio no pudieran destruir “la estatua sedente del
fenecido Padre de la Patria Nueva” colocada en la entrada del Palacio de
Justicia de Ciudad Nueva.
Porque desde el 17 de octubre de 1961, la
despectivamente llamada “muchachada” tomó las calles con el grito contagioso de
¡Libertad! que no acalló la represión pese a la cruel matanza y los
arbitrarios apresamientos del trágico día 20.
Fueron cinco días de asombro que a pesar del dolor y
el luto por los muertos y heridos representaron el más intrépido gesto de la
juventud de entonces, sobre todo estudiantil, que culminó con la histórica
masacre registrada “como la de la calle Espaillat” o “la de octubre”.
Alumnos y pueblo se expusieron a pesar de que todavía
en los templos y recintos militares se oficiaban misas por el eterno descanso
del alma del “preclaro Jefe” y se conmemoraba la “Redención de la Deuda
Externa”, con gratitud al “Libertador”.
No importó a los muchachos la presencia de
Virgilio García Trujillo celebrando “nuestra libertad financiera” y la de
Angelita, Ramfis y Radhamés, los “hermanos Trujillo Martínez” anunciando con
inusual despliegue que donaban tres millones para casas al Instituto de
Auxilios y Viviendas, Fundación Generalísimo Trujillo” ni que la prensa
aún llenaba sus páginas con este titular: “Muerte Trujillo conmueve todas
las localidades del país”, reproduciendo telegramas cargados de tristeza.
Tampoco los detuvo la “circular admonitiva” de Emilio
Rodríguez Demorizi, secretario de Educación, llamando a los padres a “encauzar
sanamente una juventud que viene siendo incitada por las facciones partidarias
a intervenir en los eventos de una politización apasionada”.
“Se ha podido observar, decía el ilustre ministro, que
en los últimos días los escolares olvidan su principal ocupación que es la de
estudiar y educarse para dedicar su tiempo a actividades ajenas a la escuela,
impropias de su edad, llevando a las aulas el fermento político pasional que se
respira en la vida pública”.
Primer escenario. La calle El Conde, entre las
“Sánchez” y “Espaillat” fue el primer escenario de los estudiantes que allí
lograron detener el tránsito y después fueron a Gascue.
La fuerza pública se acercaba y ellos la retaban a
seguirlos. Ese 17 de octubre “el único daño que se produjo fue una puerta de
cristal del restaurant El Conde”, según El Caribe, que aseguraba: “Policía
mantiene actitud vigilante”.
Al otro día una piedra impactó en el cuerpo de Domingo
Antonio Moreno Espinal, hijo del poeta Moreno Jimenes, en la calle Espaillat.
Ya no fueron sólo universitarios. Alumnos secundarios
y primarios, niños aún, rompían vidrieras y efigies del “Benefactor”,
salían por otros liceos y todos se unían en la zona colonial y Ciudad Nueva.
Arrancaban placas de bronce, relojes de los contadores de estacionamiento,
tapas de las alcantarillas, tubos, según las crónicas.
Niño heridos por la policía bajo las órdenes de
Joaquín Balaguer quien los felicitó por la forma criminal como actuaron
La Policía golpeó y apresó 13 jóvenes que “portaban
piedras y puntiagudos pedazos de metales”, dijeron, publicando sus nombres,
fotos, direcciones residenciales, grados que cursaban: Alberto Barinas, Juan
Isidro Yanes, Carlos García, Andrés Mora Hernández, Carlos Romeo Domínguez,
Rafael Cabrera Calvo, Francisco Antonio Marte, Matías Pimentel, José Juan
Rodríguez.
Otros fueron, Luis Alfonso Rodríguez Méndez, Rafael Armando Bodre, Miguel Enrique
Gil Mejía (tercer año de ingeniería y arquitectura, residente en Santomé 77), Dionisio
Santana (quien recibió “heridas traumáticas en la región parietal izquierda”).
Después, Carlos Manuel Bello, Marino Sánchez, Rafael
Martínez, Ernesto Manuel Rodríguez, Eladio Santana Sosa, Felipe Morel Inoa,
Leonaldo (sic) Antonio Torres, Julito Santana Ulloa, Manolo Díaz Tejeda,
Elpidio Antonio Cruz, José Leonilde Frías, Juan Isidro Lapaix Hernández, Rafael
de Jesús Feliz, Danilo Rodríguez Pérez, Manuel Felipe Pimentel Hernández.
Tambien,
Manuel Urbáez Fernández, René José de Jesús Nolasco Llinás, Ramón Arache,
Miguel Rafael Suárez Jáquez, Víctor Manuel Báez Mundaray, Rafael Ernesto
Lembert Méndez, Manuel de Jesús Ventura, Oscar Mena Álvarez, Dionisio
Sánchez Mena, Pedro Ramón Ramos, Manuel E. Martínez y Darío Jiménez Miranda.
Entonces, a las demandas por el cierre de la
Universidad y el nombramiento del rector José Manuel Machado, dispuestos por el
Presidente Balaguer, la petición de autonomía y fuero universitarios, la
liquidación de imágenes y denominaciones trujillistas, el cambio inmediato del
nombre del liceo “Presidente Trujillo”, se unió el reclamo de libertad para los
detenidos que unas crónicas calculaban en 39 y otras en 57.
El régimen trujillista utilizó para la represión,
además de la policía y los calieses, al grupo paramilitar conocido como “Los
Paleros”, dirigidos por el delincuente conocido como Balá.
“Escenas de vandalismo se registraron ayer en la tarde
(19 de octubre) en un céntrico sector de esta capital que durante unas dos
horas quedó prácticamente en manos de una turba desenfrenada”, decía un
periodista de El Caribe asombrado porque ahí “se encontraban hijos de familias
pudientes, inclusive muchachas”, entre ellas “las niñas chic de Gascue”.
Se “agruparon” en la esquina de las calles Espaillat y
Arzobispo Nouel “palmoteando y gritando eslóganes oposicionistas”, sobre todo
después que en la “Francisco J. Peynado” esquina “Padre Billini” la Federación
de Estudiantes Dominicanos distribuyera hojas sueltas “responsabilizando
a Balaguer y a las autoridades civiles del atropello perpetrado en las personas
de los estudiantes y profesores”.
La revuelta alcanzó “proporciones nacionales”.
Se temía “la implantación de la Ley Marcial para
aplastar el resentimiento civil”.
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