La suerte de la provincia Santiago Rodríguez.

Por Marcelo Peralta.

Por Marcelo Peralta.

Si es cierta la sentencia de Winston Churchill de que "cada pueblo tiene el gobierno que se merece" Santiago Rodríguez se jadió.

Si se cumple lo dicho por Churchill, eso evidencia que los moradores de Santiago Rodríguez somos un pueblo degradado porque los gobernantes que ha tenido en las últimas décadas son desastrosos, injustos, corruptos y dañinos para la sociedad. 

Es la única provincia del país que tiene más ríos y sus habitantes se mueren de sed.

La presa más grande y generadora de América Latina y sus habitantes no tienen energía y pagan un servicio un caro.

Es la provincia que produce la mejor leche del país, pero con niños y ancianos desnutridos.

Que sus árboles son destruidos por ganaderos denostando la ignorancia y desconocimiento del valor que éstos tienen.

Zona rica en rubros agrícolas, y las gentes pasan hambre.

La Provincia Santiago Rodríguez es uno de los ejemplos en República Dominicana de la cantidad de profesionales, con deficiencias en los servicios.
Elocuente es el mal municipal que puede acabar en pocos años con la prosperidad, la cohesión, los valores y se evidencia que el futuro que les espera es “sombrío”.
El problema de la Provincia Santiago Rodríguez se limita al de haber elegido en las urnas a unas autoridades sin calidad.
Prevalece un sistema que ha llegado a deteriorarse tanto que ya solo produce políticos desastrosos y dañinos. 
Llena de vergüenza lo sucedido en las pasadas elecciones que en algunos de los centros era notorio ver a jóvenes peleando para que le dieran dinero.
En la escuela Ana Joaquina Hidalgo, vi a un joven renuente a ejercer el derecho al voto por la diferencia de que a uno le habían dado 2 mil pesos y al él ofrecían solo 700 pesos.
Descarada e inescrupulosa era la actitud que estaba a la vista de todo el que pasaba por la calle.
¿Hasta dónde llega la degradación y la desvergüenza?
Esta provincia no necesita elegir bien a sus representantes, sino cambiar un sistema que produce “asco” y le conduce inexorablemente hasta la tumba. 
En esas elecciones del 15 de mayo, el voto fue comprado, la conciencia lacerada y ahora, al reelegir a las autoridades resulta decepcionante, demostrando su ineficacia en los actuales momentos.
Y es aquí que los teóricos regeneradores, los corruptos de siempre, los viejos y los nuevos partidos se repartieron el poder colocando “parches y apuntalar” un sistema herido de muerte, porque no es democrático, ni justo y mucho menos es decente, sino una podredumbre, donde el hombre serio y la mujer honesta es difícil ganar. 
El sistema político es deficiente, no hay programaciones, no hay proyecto para elevar los niveles de calidad de los habitantes, sino que perdura, perdurará el deterioro personal, institucional y se quedará  incrustado en el Estado, porque exprimirlos lo que emana es pus.
Es un sistema político perverso y antidemocrático que, además de tener pésimas autoridades, genera injusticia, desigualdad, opresión, mentira, disgregación, marginación, manipulación al ciudadano, el que ha sido expulsado de la política, y un exterminio continuado de los grandes valores que sostienen la convivencia y el progreso. 
Esos casos suceden donde no hay ciudadanos conscientes, organizados, vigilantes, exigentes y autoridades incapaces para aplicar leyes, ya que el sistema actual se ha convertido en una “gran cloaca”, la corrupción ha campeado a sus anchas, acompañada del abuso de poder estafando y quebrando a comerciantes por las deudas contraídas y de vicios que destruyen la democracia.
Desde la falta de controles al poder hasta la impunidad de los poderosos, la desigualdad ante la ley, el uso delictivo del dinero, la compra de votos y de voluntades, el despilfarro, el endeudamiento excesivo, la estafa, el engaño institucionalizado, la corrupción institucional, el crecimiento desordenado de un Estado monstruoso e incosteable, construido por los políticos para colocar a cargo del erario a familiares y amigos con carné de partido. 

Eso son los resultados de un gobierno endémico, permeado por el abuso permanente de poder han sido el desprestigio de la política y de los políticos, el descrédito de los partidos políticos, el rechazo al sistema, la desconfianza en las autoridades, la ruptura de la cohesión, la entronización de la injusticia, el abuso, apandillamiento y el hundimiento de los valores básicos, imprescindibles para la sobrevivencia. 

El deterioro de la política ha alcanzado un nivel tan alto que muchos habitantes contemplan con admiración los logros y rasgos del régimen político actual que ha llenado el país de haitiano sin que nadie diga nada, que los invasores se están preparando para el día menos esperado generar estallidos sociales raciales en un tiempo no lejano y hacer desaparecer la Soberanía y Democracia que tanta sangre y esfuerzos nos ha costado 
Es deprimente el deterioro que experimentan los servicios de agua, energía eléctrica, la salud, el transporte, donde un hospital lleva varios años en proceso de reparación donde ya no caben más “remiendos” y es la de nunca terminar para beneficiar al pueblo.
Hay autoridades y políticos “halándose las greñas” por las posiciones y los afanes para contar el poder.
La deficiencia de los servicios que paga la población está lacerando la paz, tranquilidad, sosiego, armonía, libertades y derechos de ciudadanos de todas las esferas.
El mal gobierno municipal y provincial que se ha venido haciendo creciendo el rechazo a los políticos como ocurrió con algunos de ellos en las recientes elecciones, aunque hay gente triste que pudo haber sido electa en recompensa a las labores de sus antepasados dejando a muchos sin esperanza, víctima de un poder que ha gobernado para los poderosos, marginando a los débiles, expulsando al ciudadano de los procesos de toma de decisiones, negado a ser austero, tolerado, patrocinado, desde la cúspide del Estado, estafas, abusos, impunidades corruptas y vergonzantes. 

El pueblo que ha tolerado toda esa inmensa lluvia de suciedad, desvergüenza institucionalizadas, si es cierta la sentencia de Winston Churchil de “que los pueblos tienen los gobiernos que merecen, debe ser un pueblo miserable y cobarde”.



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