El luchador social real, y el que lo aparenta.
Por: Ramón Antonio Veras.
1.- Necesariamente, para ser luchador social hay que ser sensible,
repugnarle las injusticias. Solamente el que hace suyas las causas nobles está
en condiciones de interpretar correctamente la solidaridad y ponerla en
práctica.
2.- La combinación de sensibilidad y conciencia social lleva al individuo a
la actividad política comprometida. Una vez es conocida la justeza, la razón
que justifica motorizar el cambio de lo negativo actual, por lo positivo para
el futuro, el sujeto se siente compelido, impulsado a trabajar para que se
materialicen los cambios que requiere la sociedad para el bien colectivo.
3.- El accionar de los luchadores
sociales responde a que perciben que sus sentimientos les imponen estar ahí,
donde conmovidos por la situación de injusticia deben colocarse al lado de los
que padecen como consecuencias de iniquidades resultantes de un ordenamiento
económico y social injusto que descansa en la desigualdad de oportunidades.
4.- La persona física de firmes
convicciones, comprometida con los cambios sociales, se siente en el deber de
realizar tareas, implicarse para perpetrar actos que tengan como objetivo
alcanzar el poder político del Estado, para ponerlo a disposición del pueblo.
Cumplir con la misión liberadora que se ha impuesto es tarea ineludible de
quien hace causa sincera con los que demandan justicia.
5.- Está comprobado que quien busca la
liberación del ser humano de toda opresión social, combate por el amor hacia
los demás, tratando en todo momento de construir un orden nuevo; instituir una
nueva sociedad; fundar un ambiente de convivencia fraterna; crear el medio
donde florezca el amor y no el odio, la paz y no la guerra, la integración y no
la discriminación.
6.- Las actuaciones de quien está
dominado por ideales que entrañan abnegación, está presto para la búsqueda de
todo lo que significa modificación, cambio del statu quo. El devoto, el
seguidor consecuente con los intereses que defiende no está condicionado en sus
decisiones.
7.- Aquel que se adhiere a las
transformaciones sociales se obliga a sus realizaciones; a empujar con pasión
para lograrlas; realizar con vehemencia cuantas misiones estén a su cargo, y
hacerlas con altura; y comportarse magnánimo ante el adversario. El draconiano
no cuadra en el que busca el bien.
8.- A los fines de lidiar en busca
de un ambiente que represente la alegría del pueblo, hay que estar
consciente de que el combatiente es un actor con condiciones que lo hacen estar
dispuesto a mantenerse beligerante, un guerrero contra todo lo que expresa
atraso e injusticia. Es un contendiente, un adversario de lo que está vinculado
con el pasado, de la misma forma aliado de quien hace causa común con sus
propósitos de esplendor.
9.- Demostramos la afectividad de las
ideas cuando las abrazamos y procuramos que se materialicen para bien de lo que
en cada país son los más, con el fin de que alcancen y disfruten de felicidad y
plena alegría. La indiferencia ante el sufrimiento ajeno es demostración de
insensibilidad, frialdad y ausencia de compasión.
10.- Se supone que quien decide recorrer
el camino que ha de conducir a un nuevo amanecer para el país, es porque se
siente ser un hombre o mujer dispuesta, preparada para el sacrificio, porque
querer romper las cadenas que oprimen a las grandes mayorías, tiene como
contendores a los que se benefician del sistema opresor, y a sus aliados
conscientes e inconscientes.
11.- El optimismo, el buen estado de
ánimo acompaña a los que hacen de los cambios sociales la razón de su
existencia, y les lleva a ser abiertamente contrarios a todo lo que se
relaciona con desesperanza y desilusión, porque la negatividad y el abatimiento
solo generan pesimismo, que no es estímulo para el triunfo.
12.- Prueba ser coherente en su
pensamiento y prédica, aquel que comprende la realidad negativa donde vive, y
brega para transformarla, cambiarla a positiva, y lograr así que sea adecuada
para una buena vida material y espiritual de la mayoría de los que componen la
sociedad.
13.- Para ser actor modificador del
orden establecido hay que comportarse llano, demostrando sinceridad; hacer
trabajo político con alegría, como algo que se disfruta; con un accionar
campechano, despojado de vanidad, sin ningún proceder ceremonioso. La
jovialidad es de la esencia de quien actúa enamorado del desenvolvimiento de
tareas en procura de que los cambios se produzcan para el progreso social de la
colectividad.
14.- La claridad en el proceder
caracteriza a los que hacen de la brega por cambiar la situación que golpea a
las grandes mayorías nacionales. La transparencia en su accionar revela en el
que busca la felicidad de los marginados de la sociedad, que no tiene nada que
ocultar, que sus actos responden a lógica, no a lo absurdo, a lo
compatible y no a lo discordante.
15.- Los luchadores políticos honestos
se consideran en el deber de sustituir todo sistema social que genera
desigualdad, sufrimiento, tormento y desprecio a los seres humanos; convertir
la infelicidad en felicidad, reemplazar las arcaicas estructuras por nuevas,
modificar el modo de vida individualista por colectivo, innovar las
instituciones que son retrancas, por nuevas que respondan a las aspiraciones
democráticas.
16.- Al combate por las transformaciones
sociales hay que ir con la mente dirigida a vencer para satisfacer las
aspiraciones de toda índole de los que en conjunto constituyen lo que es el
pueblo dominicano. Hay que moverse enfocado en que el triunfo de las ideas no
quiere decir provecho personal ni beneficio particular. Los logros por la
participación se traducen en conquistas de los marginados de la sociedad.
II.- Lo que no es un luchador social
17.- En política hay que tener la
suficiente lucidez para no confundir la realidad con la ficción; la fábula con
la verdad; la esencia con la apariencia; lo verdadero con la mentira; el mundo
real, con la utopía; y al luchador social con el farsante.
18.- En el accionar político
dominicano hay una especie de cóctel, un tutifruti de santos y demonios; una
ensalada de honrados y ladrones; una macedonia combinada con los más variados
especímenes, en sí, una mezcolanza en la que no es fácil distinguir el ensamblaje
ideológico, el empalme que los guía ni la forma como encajan unos y otros.
19.- Al sinvergüenza, por el
agrietamiento moral y ético de la sociedad dominicana, le basta con disfrazarse
colocándose una careta de honesto por la mañana; un antifaz de honorable en la
tarde, y una hermosa máscara de luchador social en horas de la noche.
20.- Transfigurarse para distorsionar su
persona, ha hecho posible al vagabundo andar con el traje de moralista de
hojalata, fingiendo ser partidario de la lucha contra las lacras
sociales, cuando en verdad no es más que un disidente, desertor, tránsfuga,
renegado transitorio de la corrupción.
21.- Una vez la desfachatez y el descaro
convierten en sobresalientes a los aberrantes de inconductas, toma
preponderancia todo aquel que como escoria social solo sirve para dañar con su
presencia, empañar la vida limpia de los demás, y entorpecer con su presencia
el desarrollo de cualquier movimiento social que busca adecentar la
sociedad.
22.- Es de interés para los que participan
en las acciones de masas, saber distinguir; establecer diferencias; considerar
por separado el que aporta a las buenas obras, así como también a los que hacen
de retrancas; demoran la llegada de deseable; retrotraen lo que se espera como
una bendición, una delicia, algo maravilloso.
23.- Así como existe entre nosotros la
mujer o el hombre entregado, hecho para ser luchador o luchadora auténtica en
el campo político y social, también tenemos a los que se han enganchado,
colado, empalmado en los movimientos sociales, comportándose como lo que en
verdad son; puros advenedizos, que por actuar sin sentir lo que practican,
proceden en forma calenturienta, se nota que están afiebrados.
24.- El recién llegado a la brega
política busca la forma de darse a conocer aunque sea con acciones audaces,
aventureras y totalmente desajustadas de la realidad. El arribista, al igual
que el entrometido, hace de forastero hasta que suda la
fiebre que le impulsa a proceder con la única finalidad de sobresalir en los
escenarios donde hace acto de presencia.
25.- Aquel que carece de escrúpulos y
decide escalar por la vía rápida, poco le importa ser visto como un advenedizo,
siempre y cuando cumpla con su rol de ambicioso, porque lo que le interesa es
estar ahí, donde en base a resaltar se presenta como algo significante.
26.- La degradación a que ha llegado la
sociedad dominicana, lleva a los residuos sociales, al sobrante de los
descalificados a alzarse, vivir haciendo bultos politiqueros, aunque nunca
llega a igualarse con los que logran descollar por méritos propios.
27.- Sorprende la forma descarada como
los arribistas pueden colarse en organizaciones cívicas que propugnan por el
adecentamiento del ambiente dominicano que está contaminado por las distintas
lacras, es decir, los codiciosos, trepadores y arrimados, los pegados en
los movimientos de masas.
28.- El que carece de ideales, el
impedido de ser decente, se acerca a personas de convicciones y buena conducta;
se junta con los sanos de pensamiento, para no revelarse nocivo. Está probado
que el que no sirve, o sirve muy poco, busca resalir, brillar con la luz propia
de aquel a quien hace compañía por conveniencia.
29.- El medio social nuestro es
propicio, sumamente favorable para quienes luego de haber sido actores del
cohecho, la mordida y otras tantas formas de corrupción, se presentan como
insobornables, íntegros, libres de acciones pecaminosas. El venal, comprable y
astuto coimero busca colarse, filtrarse, concurrir con las personas de bien;
converger con aquellos que han llevado una vida digna.
30.- Mientras aquí se acepten como
compañeros de viaje a los que buscan aparentar sentir pesar por sus fechorías,
a los que simulan compunción por las diabluras ejecutadas, será común ver
juntos a los honrados y a los profesionales del pillaje, del latrocinio y la
depravación.
31.- Porque aquí se acepta como
arrepentido al ladrón que se desgarganta, chilla “abajo la corrupción”, es que
a diario vemos lo más campante a delincuentes consuetudinarios lo más orondo,
garboso y flamante a quienes han hecho gárgara con los dineros del erario. Por
tal razón hay que cuidarse de tener como adlátere en los movimientos que buscan
asear la sociedad, a quienes deben buscar como agregados a sus iguales en las
inconductas.
32.- El escalador, el trepador que quiere
encumbrarse hasta donde han llegado dignamente las mujeres y hombres honestos,
hay que hacerlo descender, logrando así que no se encarame, no se instale donde
no merece estar. En el hogar de los limpios nunca pueden alojarse los
sucios.
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Saludos.
Mi blogs tiene problemas e ignoro las razones