Francia posee el territorio más adecuado para gran parte de la solución haitiana
POR RAFAEL ACEVEDO PEREZ
Independientemente
de que dentro de su candor o su ignorancia extrema los gobiernos o los
ciudadanos haitianos tengan algún tipo de aspiración absurda como la de que “la
isla fuese una e indivisible”; y cualquiera otra quimera respecto al territorio
que ocupa la República Dominicana, el problema de los haitianos en Haití y en
todo el mundo es, en suma, una deuda y una oportunidad inmensas para toda la
humanidad.
Todo
cuanto acontece en Haití es culpa de los europeos que importaron esclavos desde
África y los explotaron inmisericordemente en estas tierras. Pero también, son
responsabilidad de todo el que tenga dos centavos de consciencia y humanidad en
todo el planeta.
Los
dominicanos, particularmente, estamos urgidos y obligados ante el apremio que
produce la necesidad y el sobre todo el hambre del otro lado de la Frontera, y
a causa de nuestras irresponsables políticas migratorias durante largas
décadas.
Lo
que Francia hizo al pueblo haitiano tras la Revolución independentista de los
haitianos, es un ejemplo particularmente notorio de abuso y expoliación
colonialista. Habiendo exigido un rescate de más de 10 veces el presupuesto
anual de Haití, lo que aún otros países de Europa consideraron un enorme
precio. Y solo décadas más tarde obtuvo reconocimiento diplomático francés,
tras comprometerse a una indemnización de unos US$21.000 millones de hoy. Le
tomó 122 años pagar dicha deuda liberatoria.
Aparte de la responsabilidad moral de Francia, toda la humanidad civilizada contemporánea está comprometida a reorganizar y refundar Haití. Pero gran parte de su solución puede estar en lo que podría ser su “Tierra Prometida”, que bien puede ser la Guayana Francesa, en suelo suramericano, en la costa del océano Atlántico; una economía basada en la caña de azúcar, exportaciones mineras, de maderas, especias y productos del mar.
Donde conviven nativos, haitianos,
venezolanos, brasileños y otras nacionalidades. En un territorio bastante más
grande que nuestra isla, y la mitad de habitantes de Los Alcarrizos (300 mil
almas).
Estados
Unidos, Francia y otros países de Europa deberán liderar en Guayana y en Haití
el programa de reconstrucción de los haitianos.
Se
podrían instalar allí miles y miles de haitianos, y miles de europeos que
quieran acompañarlos, en un plan migratorio acompañado, donde el mundo
cristiano de EUA, Europa y los demás países de la región y del mundo aporten
sus mejores técnicas organizativas y productivas, y sus más altos valores
morales y espirituales.
Se
trata de una enorme oportunidad para todos, todo el que pueda donar, orientar.
Aportar ideas y trabajo.
Toda
la humanidad hará su mayor obra de auto reivindicación. Esa tierra baldía,
virgen, cuasi deshabitada, en justicia, debería ser la “Tierra Prometida” de
los haitianos.
Francia será el mayor actor de esta hazaña de la caridad y la responsabilidad internacional. Por ser, providencialmente, Francia la que posee el territorio más adecuado para gran parte de la solución haitiana.
Pero es también la
oportunidad de todos nosotros los occidentales. Y el resto del mundo apoyará y
aplaudirá, y todos sentiremos alivio y gozo espiritual inconmensurables.
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