Indigencia moral

Voces y ecos: Sin ética ni conciencia
RAFAEL PERALTA ROMERO
rafaelperaltar@gmail.com

 La política no es una ciencia exacta. No crea usted que haya descubierto yo esa vieja verdad. Los políticos suelen comparar este quehacer  con un arte, pero solo se  asemejan  en el componente fictivo que  interviene en una y otra actividad. El  fingimiento es común al arte y a la política, pero no creo que ésta califique para tal distinción.

En el arte ha de predominar el buen gusto, la imaginación y el interés de producir deleite espiritual. El artista trabaja para el disfrute de los demás. Algunos actores políticos hacen de su carrera una  actividad burda y  egoísta en la que sólo ellos buscan –y lo consiguen- satisfacer sus deseos. Niegan totalmente los fines de la  política.

En las ciencias exactas, los resultados no pueden ser maleables ni relativos. Esa objetividad  de que adolece la política, puede ser suplida observando el comportamiento de quienes intervienen en esa labor, lo cual  permite, incluso, predecir determinados acontecimientos, como son, por ejemplo, las cabriolas  de algunos  “dirigentes”.

El conocimiento de la historia y de la realidad actual otorga madurez para juzgar los acontecimientos y a quienes en ellos intervienen. La política dominicana, más que ciencia o arte, es comparable al beisbol, cuyos promotores afirman que “el juego no se acaba hasta que no termina”. Se refieren a su  carácter impredecible.

Sin embargo,  se hacen  predecibles los resultados de actitudes enfermizas de algunos  políticos que colocan su provecho personal por encima del interés de la organización a la que pertenecen y al margen del bien público. Al  final de noviembre, esta columna publicó el artículo “Protagonismo patológico”, del cual inserto el siguiente párrafo:
“Algunos políticos están enfermos y lo desconocen. Se chequean la próstata, la presión arterial o la vista, pero renegarían de acudir a la consulta con un especialista de la conducta. Ignoran, quizá, que sus afanes desmedidos por una posición, sus delirios y sus manías -sobre todo la megalomanía- dañan a su organización”.

La política no es una ciencia exacta, pero permite prever que un  sujeto simple, incondicional de un faraón, renuncie al puesto  donde éste lo puso para dar paso a quien ha buscado a troche y moche satisfacer su apetito de protagonismo, para lo cual ha vendido su alma al diablo, como  sucede  cuando se actúa al margen de la ética.


Esa  conducta  permite a algunos estar hoy aquí y mañana  en el lado contrario. Renegar de alguien y apoyarlo luego parece  un proceso cíclico. Y es expresión de pobreza moral, en la cual   algunos políticos encuentran  muy útil ayuda para superar la pobreza material.     En la  política dominicana  abundan los indigentes morales.

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