Le amputan las piernas a una maestra de zumba, luego muere. Su esposo culpa de negligencia al hospital.
KJenia Gutierrez.
Por Isaías Alvarado
Fuente UNIVISION.
California.– La
mexicana Kenia Gutiérrez tenía 33 años y era maestra de zumba.
Un inmigrante mexicano
asegura que Kenia Gutiérrez falleció por un error cometido durante una cirugía
que le realizaron en un centro médico del condado de Orange, California.
Su partida fue agónica y
en uno de los intentos por salvarle la vida, los doctores le amputaron parte de
sus piernas. "Eso no tenía que haber pasado", reclama él.
Kenia Gutiérrez murió en
un hospital de California después de una larga agonía. Crédito:
Suministrada
No ganaba mucho dinero,
pero según su esposo, su principal satisfacción era la conexión que a través
del baile tenía con las personas.
Este fin de semana se
acabaron las esperanzas de que regresara a sus rutinas de ejercicios: falleció
después de agonizar durante más de un mes en un hospital del sur de
California.
"Me la
quitaron", dijo entre lágrimas su esposo, Jaime Pinzón, minutos antes
de que doctores del Centro Médico de la Universidad de California en Irvine
(UCI), en el condado de Orange, desconectaran a su compañera de vida.
Kenia era originaria de
Acapulco, el famoso destino turístico en el sureste de México. Había llegado a
Estados Unidos hace 15 años.
Era indocumentada, pero
eso no impidió que trabajara en este país: hace cinco años encontró en la zumba
una oportunidad para apoyar económicamente a su esposo.
Por una sesión de baile,
cada estudiante le pagaba dos dólares y aunque con eso recogía poco, estaba
orgullosa de que ese fuera su oficio.
Su sueño iba más allá de
lo profesional, quería ser madre y formar un hogar en la ciudad de
Santa Ana.
El primer intento falló, abortó sin que se diera cuenta. La segunda
vez el feto creció afuera de su matriz y por eso le extirparon una trompa de
Falopio.
Cuando Jaime y Kenia
pensaban que finalmente serían padres, el ginecólogo les advirtió que el
embrión estaba creciendo una vez más en el lugar incorrecto.
Asustada por lo
que eso significaba, ella no quiso que le extirparan la otra trompa de Falopio,
su última esperanza para tener un hijo, y pidió que le pusieran una inyección
para provocar la expulsión natural del feto.
Jaime, de 46 años y
también indocumentado, cuenta que 15 días después de que le pusieron esa
inyección, su esposa comenzó a tener un sangrado.
No parecía grave; sin
embargo, decidieron ir al hospital de UCI para confirmar que era algo normal.
Un ultrasonido en la sala
de urgencias puso en alerta a los médicos y por eso le practicaron una cirugía
inmediatamente.
En la sala de espera, dos
horas después del ingreso de Kenia, una enfermera le dio una pésima noticia:
"Me dijo que las cosas se habían complicado y que le habían cortado
una arteria principal. Fue un error de la doctora", según su relato.
Hasta la madrugada
siguiente su esposa fue puesta en un cuarto del hospital, donde notaron más
complicaciones.
"Los doctores dicen que se le paró el corazón durante
26 minutos, que eso le afectó sus pies, sus riñones y que quizás tuvo un derrame
cerebral", lamenta Javier.
Cuando creía que lo peor
ya había pasado, los especialistas notaron que los pies de ella estaban
hinchados por mala circulación y que no reaccionaba ante los estímulos.
Durante
esta segunda operación se tomó una decisión difícil para salvarle la
vida: le amputaron parte de ambas piernas, hasta la mitad de la
pantorrilla.
"Nunca abrió sus
ojos".
Jaime, originario del
estado mexicano de Morelo, recuerda que Kenia había dado señales de
recuperación dos semanas después de su primera cirugía y continuó así cuatro
días.
"Movía sus ojos. Yo
le decía: ‘ahorita vengo’ y ella movía sus ojitos como enojada. Yo estaba
feliz porque iba recuperándose", contó este hombre que trabaja en
construcción.
La sonrisa le duró poco
porque aquella mejoría se volvió un retroceso.
Su estómago se inflamó y, en
otra cirugía más, le cortaron una parte del intestino que no estaba
funcionando, resultado del paro al miocardio que sufrió en la
primera operación el 20 de enero.
"Desde de ahí nunca
abrió sus ojos, nunca se recuperó. Al contrario, fue empeorando, ella empezó a
convulsionarse", dice él.
El viernes pasado, Javier
seguía pidiendo un milagro.
"Yo quiero esperar hasta el último
minuto", dijo mientras su esposa aún permanecía conectada a las máquinas
del hospital UCI.
Entonces ya la habían declarado con muerte cerebral, pero él
confiaba en que un "poder divino" se la regresara.
"Mi esperanza es un
milagro, que Dios la ayude, porque ella ya no respira, ya no hace ningún
movimiento", comentó entonces.
Finalmente, aceptó que le
retiraran las máquinas ante la insistencia de "ya no la hagas sufrir
porque su cerebro no tiene actividad". Eso sucedió este fin de semana.
Ahora, Jaime se aferra al
argumento de que una enfermera aceptó que le habían cortado una arteria
principal a su esposa por negligencia o error, lo cual condujo a su agónico
fallecimiento.
"Yo quiero demandar porque es una
negligencia, esto no tenía que haber pasado", insiste.
El Centro Médico UCI no
comentó sobre esta muerte ni sobre la posible demanda en su contra citando
políticas de privacidad.
"No es posible revelar información privada del
paciente, de acuerdo con leyes estatales y federales", dijo en un
comunicado el vocero John Murray.
Antes de comenzar los
preparativos para las exequias de su mujer, Javier recordaba aquel día hace 11
años cuando se enamoró de la acapulqueña más hermosa que había visto.
"Entre amigos nos
conocimos y así surgió la relación", expresó con la voz cortada.
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