En el Día del Agricultor Hipólito Mejía propone medidas para desarrollar el campo.
Hipólito Mejía junto a agricultores.
San Cristóbal, R.D.- En un acto con motivo
del Día del Agricultor, el pasado presidente de la República, 2000 al 2004, Hipólito
Mejía, propuso este miércoles un plan de reforma en la agropecuaria que sea
autosuficiente y que el país deje de
importar alimentos que está en capacidad de producir, lo cual es una fuente de
corrupción.
Propuso créditos blandos, aumento de la producción y
la productividad, empleo de tecnología de última generación, controles
efectivos contra las plagas, mayor inversión y atención a la investigación.
Mejía también señaló la importancia del uso de
semillas de calidad, en la que aseguró que con el uso de las tecnologías
actuales se puede aumentar la productividad en las áreas agrícola y pecuaria.
Abogó
por la autosuficiencia en la producción de leche.
En un discurso pronunciado en el Instituto
Politécnico Loyola Mejía criticó acremente el descuido y la falta de asistencia
a la agropecuaria, a fin de que sea preciso aumentar la importación de
alimentos y engrosar las fortunas de funcionarios gubernamentales corruptos.
Sostuvo el ex presidente Mejía que nuestro país
tiene ventajas competitivas para volver colocar excedentes agropecuarios, como
lo hizo en el pasado en rubros tales como los guineos y las habichuelas.
Consideró como escandaloso que el país se haya
convertido de exportador en importador de habichuelas negras y destacó que solo
en el renglón del arroz el país es autosuficiente y en ocasiones tiene
excedentes en la producción arrocera.
Señaló que eso es posible porque las semillas,
siembra, abono, cosecha, nivelación de suelos, créditos y empleo de las mejores
técnicas dan los frutos esperados cuando se cumplen las reglas del cultivo de
cada rubro.
Discurso
integro de Hipolito Mejia.
Muy buenos días amigos productores agropecuarios
Hoy, 15 de mayo, en nuestro país celebramos el día
del agricultor. Mis felicitaciones a todos esos hombres y mujeres cuyo amor al
campo y laboriosidad a toda prueba hacen que la agricultura sea, hoy por hoy,
una de las actividades económicas más importantes de la nación.
Para celebrar este día he querido hacerlo con una
reflexión sobre los grandes desafíos que enfrentan nuestros productores en esta
época de globalización y cambio climático.
También, he querido hablarles desde este lugar, el
Instituto Politécnico Loyola, como un reconocimiento a los grandes aportes que
ha hecho esta institución a la formación de recursos humanos y conocimientos
técnicos a favor de la agricultura y la juventud dominicana.
Por ello, reciba señor Rector, Padre José Rafael
Núñez, la expresión de nuestra gratitud, hacia esta institución.
Aquí se forjó el carácter que ha acompañado mi
ejercicio profesional de agrónomo y de hombre público. La visión y el
compromiso con que he desempeñado las responsabilidades que me ha tocado
asumir, tanto en el ámbito público como privado, son el resultado de la
rigurosa formación técnica y moral recibida en este lugar.
Justamente, fruto de esa formación y compromiso,
hoy, día del agricultor, sentimos el deber de plantear estas reflexiones, que
buscan responder muchas inquietudes de nuestros productores del campo sobre las
dificultades y desafíos que enfrenta el sector agropecuario.
En las frecuentes conversaciones que sostenemos con
agricultores y empresarios agrícolas de todo el país, estos se quejan de la
falta de rentabilidad de la agricultura, que pierden dinero y que están
quebrados.
Que los costos de los fertilizantes, plaguicidas,
combustibles e insumos en general son demasiado elevados.
Que las cosechas se pierden por falta de apoyo para
su comercialización.
Que la competencia desleal, fruto de las
importaciones irresponsables quiebra a los productores locales.
Que la infraestructura rural ha sido penosamente
descuidada, los caminos vecinales están inservibles y la mayoría de canales de
irrigación se encuentran en estado deplorable por la falta de mantenimiento.
Que los servicios básicos como agua potable,
electricidad, salud y vivienda en el medio rural son muy deficientes.
Que los robos en el campo están a la orden del día,
por eso dicen que “es mejor no producir, porque se lo roban todo y el gobierno
no hace nada por impedirlo”.
¡Ya no aguantamos más! es el grito generalizado del
hombre del campo.
Por todo ello, nosotros afirmamos, que en la materia
agricultura, los gobiernos del PLD se quemaron en el examen.
Ese desaliento que expresan nuestros agricultores,
más la poca atención que recibe el campo dominicano, no se corresponde con la
importancia y el significado de la agricultura para el desarrollo presente y
futuro de nuestra nación
Para garantizar la seguridad alimentaria, la
eliminación de la pobreza y el desarrollo económico incluyente y sostenible de
la República Dominicana, el apoyo y la atención a la agricultura son
indispensables.
El progreso económico incluyente de un pueblo se
logra cuando todos sus recursos humanos están desarrollados emocional, mental y
físicamente.
Empecemos por analizar el tema de la seguridad
alimentaria ya que la alimentación es uno de los derechos fundamentales de las
personas. Por lo tanto, es responsabilidad del Estado garantizar la buena
alimentación de sus habitantes.
Aunque la seguridad alimentaria depende de múltiples
factores, entre ellos los precios y los ingresos, si se ha encontrado una
fuerte correlación entre la capacidad productiva local y la buena nutrición de
una sociedad, sobre todo en la población rural que tiene una alta dependencia
del autoconsumo
La FAO estima que 10.4% de la población del país
está subalimentada, esto equivale a un millón 100 mil personas desnutridas.
Un estudio reciente realizado por investigadores de
la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra situó en apenas un 60% el
nivel de autosuficiencia alimentaria del país.
La encuesta Latinobarómetro del 2018 encontró que un
36% de los dominicanos dice no tener acceso a suficiente alimentos.
Contrario a lo que las autoridades agropecuarias
proclaman, una parte significativa de los alimentos que consume el país se
importa.
Aun aquellos bienes alimenticios producidos
localmente tienen un alto componente de insumos importados. En el caso de la
agricultura gran parte de las semillas, los pesticidas, los herbicidas, las
maquinarias, los fertilizantes y nutrientes para plantas son importados.
Con respecto a la producción pecuaria, gran parte
del maíz, la soya y suplementos para las formulas alimenticias, así como los
productos veterinarios para la crianza de ganado, cerdo, pollo y huevo, son
importados.
De acuerdo con las estadísticas de la Dirección
General de Aduana durante el año 2017 se importaron bienes alimenticios y
materia prima de origen agropecuario por un valor de 3 mil 76 millones de
dólares.
Gran parte de la leche y derivados lácteos
consumidos en el país son importados. El valor de las importaciones de este
renglón en el 2018 fue de 287 millones de dólares.
Cada año, lejos de reducirse la importación de
leche, lo que se observa es un acelerado aumento del volumen de leche
importada, en detrimento de la producción nacional.
Las importaciones de leche y de quesos, en 2018
alcanzaron cifras records: 40 millones de litros de leche líquida y 36 mil
toneladas de leche en polvo, así como más de 36 millones de libras de quesos,
montos que duplican lo importado en el año 2018.
En ese mismo año, las importaciones de productos
cárnicos y de pesca ascendieron a 391 millones de dólares.
Casi todos los granos para alimento de ganado,
cerdos, pollos y gallinas ponedoras son importados; así como también el aceite
comestible.
La mayoría de habichuela que consumimos se trae de
fuera, llegando a importarse 900 mil quintales en el 2015, equivalente a un 75%
del consumo nacional de este alimento.
Lo que ha pasado en el país con la producción de
habichuelas es una muestra palpable del retroceso por el que atraviesa nuestra
agricultura, debido a la falta de continuidad de los programas de inversión y
desarrollo.
Al final de la década de los años setentas e inicio
de los ochentas se establecieron en el valle de San Juan de la Maguana varios
programas de desarrollo tecnológico, que incluían una estación experimental, un
programa de selección y multiplicación de semillas de habichuela con
productores escogidos, una planta de procesamiento, y un almacén refrigerado de
semillas.
Con la llegada de los gobiernos del Partido de la
Liberación Dominicana todos esos programas han ido desapareciendo.
Eso es lo
que explica que la República Dominicana pasase de ser un importante exportador
de frijol negro, a ser hoy importador de más del 75% de la habichuela que se
consume.
Esto ha conllevado a la reducción del consumo per
cápita de este alimento básico, teniendo un serio efecto en la calidad
nutricional de nuestra población.
El cultivo de cebolla es uno de los rubros cuyas
áreas de siembra ha disminuido y sus productores están quebrados, debido a una
errática política de importación de los gobiernos peledeistas.
El
arroz, un caso excepcional
El caso del arroz es diferente y es un ejemplo de
que cuando se apoya a un sector productivo se ven los resultados.
El arroz es un cultivo básico en la alimentación del
pueblo dominicano el cual es producido por unos 30 mil agricultores, el 45%
corresponde a pequeños parceleros de la Reforma Agraria, con parcelas de entre
20 a 75 tareas y el 55% restante de productores de arroz pertenecen al sector
privado.
El sector arrocero ha recibido por años un apoyo
directo en investigación y desarrollo de variedades, sistemas de riego y
drenaje, nivelación de suelos, financiamiento, apoyo a la comercialización
mediante pignoración y en algunas ocasiones apoyo a las exportaciones de
excedentes.
Por todo este apoyo y una protección arancelaria
adecuada el país es prácticamente autosuficiente en la producción de arroz. Una
política que es necesario mantener y ampliar para que este sector se mantenga
competitivo.
En la estrategia de lucha contra la pobreza, la
agricultura es un arma fundamental.
Según un estudio realizado por el
Ministerio de Economía y Desarrollo, el 46.1% de los hogares rurales son
pobres, los que es casi el doble de la pobreza urbana que alcanza el 24.3%.
También la indigencia rural duplica la indigencia urbana.
El país tiene 11 mil 139 secciones y parajes, donde
residen alrededor de 2.4 millones de dominicanos, la mayoría sin servicios
adecuados de agua potable, salud, servicios sanitarios, energía eléctrica y
caminos vecinales.
Esta situación es fruto del abandono y olvido de los
gobiernos peledeista, que a pesar de haberse endeudado por un monto superior a
los 19 mil millones de dólares en estos últimos 15 años, han sido incapaces de
invertir, aunque sea una pequeña parte de esos recursos, en mejorar la calidad
de vida en el campo dominicano.
Mientras todo ese dinero ha sido malgastado en obras
improductivas, gastos superfluos, y mucho ha ido a parar, indebidamente, a los
bolsillos de funcionarios, las familias rurales se han visto forzadas a huir a
ciudades carentes de oportunidades y condiciones para recibirlas, dando lugar a
la creación de los tristes cordones de miseria.
Por ello, la mejor manera de combatir el hacinamiento
urbano es desarrollando el campo.
La estructura productiva del campo se compone de un
amplio número de pequeñas unidades campesinas y un reducido sector empresarial.
De los 251 mil 916 productores existentes en el
país, el 83%, es decir 208 mil 435 productores, tienen en promedio menos de 50
tareas.
La mayoría de estas unidades carecen de títulos,
usan muy poco insumos, tienen muy baja tecnificación, carecen de
infraestructura y son muy vulnerables al cambio climático.
Esto significa, que un autentico programa de
desarrollo de la agricultura y el bienestar de las familias cuyos ingresos
provienen del campo, tiene que contemplar el apoyo decidido del Estado, a
través de acciones concretas, dirigidas a mejorar la productividad y los
ingresos del productor mediante la aplicación de tecnologías y la gestión
empresarial.
Se puede ganar dinero en las pequeñas unidades
productivas siempre y cuando se apliquen tecnologías y se organice la
comercialización. Para ello, se requieren programas reales de apoyo gubernamental.
La obligación del gobierno es aplicar programas para
la conversión de cada uno de esos pequeños productores en un micro empresario.
Para ello, se necesitan recursos, sin embargo, lo
que hemos visto en los gobiernos del PLD es un estancamiento en los montos que
se dedican cada año al sector agropecuario en el presupuesto de la nación.
Obviamente, que el campo no ha sido una prioridad en
ninguna de las administraciones peledeistas.
Llamo la atención a las autoridades del sector
agropecuario para que no permitan que con el pequeño productor de víveres,
granos, hortalizas, frutas, leche y carne, entre otros, pase lo que sucedió con
el café, que por descuido de las autoridades, hemos pasado de exportadores, a
tener que importar café por valores que en el año 2015 sobrepasaron los 60
millones de dólares.
Es cierto que en los últimos tiempos algunos rubros
de la agricultura del país han sufrido los embates de nuevas plagas, pero
justamente, para lidiar con estas adversidades es que se necesitan programas
efectivos de investigación, extensión y capacitación agrícola.
Desafortunadamente, la inversión pública en estas
disciplinas, en los últimos años ha sido muy poca. Esa es una seria retranca
para la sostenibilidad de nuestra agricultura.
Aun las famosas visitas sorpresas del Presidente
Danilo Medina, que he reconocido que son un buen gesto del presidente hacia los
productores que tienen la suerte de recibirlo, no tienen el impacto deseado que
necesita el campo debido a lo limitado de su alcance.
Asimismo, las visitas sorpresas debilitan la
integración y el funcionamiento de las instituciones del sector agropecuario.
El campo necesita atención los siete días de la
semana y no sólo los domingos.
La agricultura puede contribuir más a la generar
oportunidades de empleos productivos.
La creación de empleos es uno de los grandes retos
de la economía dominicana, el mayor porcentaje de empleos creados en el país,
en los últimos años, ha sido en el sector público.
La inversión para generar un empleo en la
agricultura es solo una porción del costo para hacerlo en otros sectores.
En los años sesenta, nuestro modelo de desarrollo
económico privilegió un modelo industrial para la sustitución de importaciones
de productos terminados en base a materia prima y maquinaria importadas
financiado por la agricultura vía el control de la tasa de cambio e impuestos,
algunos de ellos directos a las exportaciones.
A principio de los ochenta, la estructura productiva
del país fue orientada a la producción de servicios, fundamentalmente las
industrias de zonas francas y turísticas, el comercio y las finanzas.
Contrario a otras naciones, en las que el apoyo a
esos sectores de la economía se hizo en adicción al fortalecimiento de la agricultura,
en nuestro país, el surgimiento de esos sectores se hizo sobre el abandono del
apoyo a la agricultura.
El encadenamiento agroindustrial necesario para que
la agricultura contribuya a la generación de empleos y valor agregado a la
economía, que ha sido el paso seguido por muchos países, nunca ha tenido lugar
en la magnitud deseada en la República Dominicana.
Debido a la falta de incentivos y pérdida de
competitividad, la agricultura redujo su participación relativa en el Producto
Interno Bruto de más de un 23.2% en 1970 a 5.7% en 2017.
La mayoría del capital humano profesional y
empresarial emigró de la agricultura y la agroindustria a los sectores de
servicios.
Al tiempo que la agricultura del país, salvo con
algunas excepciones, pasa por un periodo de estancamiento tecnológico, en la
mayoría de países las ciencias aplicadas a la agricultura están experimentando
avances impresionantes.
El avance hacia una agricultura con esas
características requiere que gobierno y sector privado trabajen juntos en
algunos aspectos que considero esenciales.
La innovación tecnológica es uno de esos aspectos.
Para tal fin, el sistema de investigación y extensión agropecuaria necesita ser
relanzado. El apoyo que recibe el Instituto Dominicano de Investigación
Agropecuaria y Forestal (IDIAF), no se corresponde con las funciones y magnitud
de sus responsabilidades, si el objetivo es convertir nuestra agricultura en
una industria competitiva.
Un campo de investigación que requiere mucha
atención en el país es el concerniente a las medidas fitosanitarias y
zoosanitarias usadas en la protección de los cultivos y el ganado, ya que la
inocuidad de los alimentos es uno de los temas de gran preocupación de los
consumidores a nivel mundial.
En nuestro territorio existen numerosas plagas que
atacan los cultivos, como son los trips, la mosca blanca y algunos virus, cuyo
control no es efectivo mediante pesticidas, los cuales además, tienen efectos
residuales muy prolongados y dañinos a la salud humana.
La presencia de residuos tóxicos en los alimentos
consumidos se vuelve cada vez más un asunto de salud pública. Ese es un
elemento crítico en la calidad e inocuidad exigida por los consumidores,
afectando el acceso de nuestros productos a los grandes mercados.
Los métodos biológicos han probado ser más efectivos
para el control de muchas plagas, pero se requiere de investigación, que en el
país no se está realizando.
Por otro lado, la inobservancia de los controles de
residuos de pesticidas puede convertirse en una barrera sanitaria que
obstaculice el acceso de nuestros productos a importantes mercados, por eso es
necesario poner atención a estos temas.
Lo que se observa es que apenas funciona el 20% del
sistema nacional de investigación. Por ello, no hay mayores resultados útiles
de la investigación agropecuaria.
Rubros agrícolas claves han sido manejados con
incapacidad y no han recibido el apoyo necesario. Los controles fitosanitarios
y zoosanitarios son débiles y se observa falta de profesionalidad en esos
controles.
Respecto a la investigación agropecuaria podemos
concluir que tanto los programas, como los especialistas dedicados a la
investigación, reciben muy poco apoyo y estimulo.
Por eso, nos apena tener que concluir que en materia
de investigación y controles fitosanitarios los gobiernos del PLD también han
reprobado el examen.
La asignación de un mayor presupuesto a la
investigación, a la extensión y capacitación es una urgente prioridad del
sector agropecuario.
Otro tema relevante es el de la formación de
recursos humanos. La República Dominicana disfruta de una gran ventaja como es
la existencia de una población, aun numerosa, dedicada a la agricultura.
Ahora, el gran reto es convertirlos en productores
eficientes, ya que en la actualidad los problemas de la agricultura son más
complejos y requieren respuestas técnicas muy especializadas.
Por ello, la capacitación de recursos humanos es
esencial para situar nuestra agricultura en el lugar que requiere el país,
hablamos no solo de profesionales agrícolas, sino que también se necesita de
productores bien capacitados y con dominio de las herramientas mínimas para
gestionar su pequeña finca como un negocio.
También los programas de becas para la formación de
técnicos agropecuarios en el país y especialistas de alto nivel en el
extranjero, con maestrías y doctorados, tienen que ser retomados como lo
hicimos en el pasado.
Nuestras escuelas de agronomía y veterinaria hay que
integrarlas a los planes de desarrollo rural.
La mano de obra rural también necesita atención.
Mientras el campesino se muda a la ciudad o se dedica al motoconcho, su lugar
lo ha ido ocupando la mano de obra haitiana.
Esta situación requiere respuestas basadas en
salarios justos, protección social y entrenamiento, a fin de elevar la
productividad laboral y hacer de la agricultura un lugar de oportunidades para
nuestros nacionales.
Se necesita tecnificar nuestras fincas para que las
mismas dependan más de mano de obra especializada que de mano de obra común. De
esa manera elevaremos la productividad y el ingreso del trabajador agrícola, al
igual que hacemos más humano el trabajo agropecuario.
El campo es la gran reserva humana y moral de la
nación. Las naciones desarrolladas cuentan con una agricultura que provee
recursos humanos capacitados y moralmente bien formados.
Nosotros, lamentablemente, expulsamos del campo para
la ciudad a nuestros jóvenes sin proveerles la oportunidad de progresar. Eso no
debe ser. Trabajaremos para que nuestros jóvenes tengan oportunidades.
El financiamiento es un tema central para la
agricultura. Estoy consciente que la renovación tecnológica que requiere el
campo dominicano necesita más inversión pública y facilidades de acceso a
financiamiento privado de mediano y largo plazo.
La mejor manera de promover el acceso al crédito
privado es mediante el mejoramiento de la rentabilidad de la agricultura, asi
como la creación de un fondo de garantías que respalde los préstamos privados a
las actividades agropecuarias.
Igualmente, debemos desarrollar la infraestructura
rural. El principal y mayor aporte que debe hacer el Estado al campo y a la
agricultura es la inversión en el desarrollo de infraestructura.
Lejos de una política de inversiones en
infraestructura para el aprovechamiento de los recursos hídricos, se observa
que en el declarado “año del agua”, las políticas del manejo del agua de las
presas y los sistemas de riego han sido irresponsables.
El campo y la agricultura necesitan construcción de
presas, sistemas de irrigación, nivelación de terrenos, electrificación rural,
caminos vecinales y parcelarios, reforestación y conservación de las cuencas
hidrográficas, recuperación de los ríos, centros sanitarios, acueductos,
mejoramientos de viviendas e instalaciones deportivas, entre otras.
El desarrollo de esa infraestructura productiva es
indispensable para transformar el mundo rural. Debido a su alto costo, sólo el
Estado está en condiciones de procurar los recursos que se necesitan para
costearla.
Además de la construcción de nuevas presas, la
rehabilitación de canales y el aprovechamiento de las aguas subterráneas,
especialmente para la ganadería, se requiere un nuevo enfoque sobre el uso del
agua de las presas.
Colocar la generación eléctrica por encima del uso
del agua para la agricultura es una irresponsabilidad. Hay muchas maneras de
generar electricidad. En cambio, sin agua es muy difícil que la agricultura
prospere.
En lo que respecta al apoyo a la comercialización,
es necesario entender que el retorno a la inversión del productor tiene lugar
al momento de la comercialización de la cosecha. La sostenibilidad de la
agricultura depende de que el productor reciba los frutos de su esfuerzo.
Toda estrategia de desarrollo agrícola requiere de
una política de comercialización, con apoyo gubernamental, para evitar la
quiebra de los productores, debido a la estacionalidad de la producción, la
incertidumbre de los precios y los vaivenes de los mercados.
Desgraciadamente, el Instituto Nacional de
Estabilización de Precios ha perdido su esencia. El INESPRE ha sido reducido a
una simple entelequia, llena de botellas, fruto del reparto y el pago de
favores políticos.
Es necesario recuperar el rol estabilizador de esta
institución y ponerla al servicio del productor y el consumidor.
El MERCA Santo Domingo, llamado a ser, también, un
aliado eficaz del productor, con unas instalaciones formidables para el mercado
mayorista y el almacenamiento refrigerado de productos perecederos, no ha
cumplido las funciones para las cuales fue construido, debido a la falta de
apoyo gubernamental.
Los gobiernos peledeistas no tienen conciencia de la
importancia de los programas de apoyo a la comercialización en la agricultura.
Las compras gubernamentales para los programas
sociales debemos convertirlas en parte importante del sistema de apoyo al
productor agropecuario dominicano, como sucede en la mayoría de países del
mundo.
La leche del desayuno escolar y los alimentos de los
comedores económicos y planes sociales tienen que ser de producción nacional.
Aunque somos respetuosos de los acuerdos de libre
comercio de los que somos signatarios, sabemos que muchos de los bienes
agropecuarios importados provienen de países que subsidian sus productores, por
lo que nuestro país no puede ser indiferente ante la competencia desleal que
ello significa para nuestros agricultores locales.
Lamentablemente tenemos que concluir que en materia
de apoyo a la comercialización agropecuaria los gobiernos del PLD también se
quemaron.
Hablemos ahora de las exportaciones: Mientras el
Tratado de Libre Comercio entre los Estados Unidos y México ha servido para
transformar la agricultura mexicana, la República Dominicana ha sido incapaz de
aprovechar las ventajas y oportunidades que ofrece el DR-CAFTA en sus 15 años
de vigencia.
Las exportaciones mexicanas de productos
agropecuarios el pasado año superaron los 32 mil 500 millones de dólares,
siendo los Estados Unidos su principal mercado.
La zona de Armería y Murcia en España, exportan casi
7 mil millones de dólares anuales.
El país tiene un gran potencial para la producción
de frutas y vegetales.
El acceso preferencial de que disfruta el país hacia los
principales mercados de consumo, constituye una gran oportunidad para impulsar
el desarrollo rural mediante la agroindustria generadora de cadenas
productivas, divisas y empleos.
Estoy consciente que para aprovechar los acuerdos
como el DR-CAFTA y el Acuerdo de Asociación Económica (EPA) con la Unión
Europea entre otros, el país tiene que crear las capacidades internas y
externas que le permita ser un suplidor confiable y competitivo.
Está demostrado que los acuerdos comerciales por sí
solo no son suficiente para incrementar las exportaciones, hace falta que el
país ejecute programas y políticas que contribuyan a producir con calidad y
desarrollar la logística que se requiere para llegar a los mercados globales.
Tanto como las empresas, el país como un todo es el
que tiene que ser competitivo.
Los logros con el banano, el aguacate, el cacao
orgánico, los vegetales de invernaderos y los cigarros son la mejor prueba de
que podemos ser competitivos y de que sabemos cómo hacerlo.
En el pasado año el país exportó sobre los 50
millones de dólares en aguacate. 204 millones de dólares en banano orgánico,
146 millones de dólares en cacao orgánico y 883 millones de dólares en cigarros
y derivados del tabaco.
El ejemplo opuesto es el de la piña. En efecto,
después de tener las dos principales empresas del mercado de piña establecida
en el país, una política equivocada hizo que ambas salieran y perdiéramos un
mercado donde el país puede ser competitivo.
A pesar de que la República Dominicana cuenta con
cien mil hectáreas de tierra aptas para producir piña y Costa Rica solo tiene
64 mil hectáreas, nuestro país exportó apenas 4.1 millones de dólares en el
2018 y las exportaciones de piña de Costa Rica al mercado mundial superan los
970 millones de dólares.
Para algunos estudiosos, el potencial exportador de
bienes agropecuarios del país supera los 9 mil millones de dólares y en la
actualidad solo exportamos alrededor de 2 mil 600 millones de dólares.
Sin embargo, para alcanzar esa meta se requiere de
planes de corto, mediano y largo plazo, que se ejecuten de manera sostenida y
sin interrupción, en una alianza del gobierno y el sector privado.
Por último hablemos de la importancia de la
protección de los Recursos Naturales.
La actividad agropecuaria descansa en el uso
responsable de los recursos naturales. Por lo tanto, el gran reto es producir,
sin dañar la naturaleza.
El cambio climático ha dejado de ser una teoría y
hoy es una realidad palpable que impacta de manera recurrente en la agricultura.
La inestabilidad del clima, los cambios en los
regímenes de lluvias y las sequías requieren respuestas puntuales del gobierno
dirigidas a contrarrestar los efectos negativos que tienen los fenómenos
atmosféricos sobre la producción pecuaria y agrícola.
La protección de las cuencas hidrográficas y los
ríos debe ser una prioridad de las políticas públicas.
La aprobación de una Ley de Agua y una Ley de
Ordenamiento Territorial, que definan reglas para el uso del agua y los suelos
del país, no pueden seguir postergándose.
Amigos productores, señoras y señores
Tengo la convicción de que el país tiene los
recursos naturales, humanos y financieros para hacer de nuestra agricultura,
una actividad próspera y rentable, ecológicamente sostenible, económicamente
competitiva y moralmente incluyente.
Nuestro compromiso es eliminar todo vestigio de
corrupción e impunidad que impida llevar a cabo las inversiones necesarias para
producir la verdadera transformación agropecuaria de la nación.
Permítanme agradecer, en este día del Agricultor, a
los miles de productores agropecuarios del país que con sus iniciativas y
esfuerzos mantienen vivo el aparato productivo nacional, a pesar de todas las
penurias que políticos irresponsables les hacen padecer.
Finalmente, muchas gracias al Instituto Politécnico
Loyola y a todos ustedes, por la paciencia de escucharnos en esta larga
exposición.
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