Johnny Ventura con la venia del Benny y Matamoros
Periódico Granma de Cuba resalta trayectoria del merenguero dominicano Johnny Ventura, quien murió de un infarto el pasado miércoles en Santiago y será sepultado mañana sábado en Santo Domingo.
La trayectoria de Johnny Ventura quedará como ejemplo de constancia y profundidad en el campo de la difusión de la música popular de su país: 65 años de carrera, 105 producciones discográficas, 28 discos de oro, dos de platino, decenas de lauros nacionales y reconocimientos a la obra de la vida
Mucho antes de que pusiera al fin pie en tierra cubana, Johnny Ventura cobró conciencia de que los hilos que lo unían a la isla vecina, la nuestra, tejían en él una trama imposible de desanudar, y que salta a un primer plano al resaltar los vínculos con nuestra nación del llamado Caballo Mayor, también conocido como el Padre del Merengue Moderno, fallecido a los 81 años de edad el último miércoles en una clínica de Santiago de los Caballeros.
«Fueron muchas las puertas y ventanas por las que un
dominicano de mi generación podía mirar a Cuba, pero para mí la llave tuvo un
nombre, Benny Moré. Después de escuchar al Benny, de beber su voz, de gozarlo,
entró en mí el deseo de hacer de la música un sacerdocio para disfrute de
nuestra gente».
Esto me lo dijo el monarca del merengue pocas horas
después de que seis años atrás cumpliera uno de sus más entrañables anhelos:
rendir homenaje al gran cantor cubano en Santa Isabel de las Lajas, donde
reposan sus restos.
De uno y otro lado hablamos de música, culturas y
pueblos durante una larga noche habanera. La imagen del cantante, que con sabor
raigal y fácil comunicación le dio al merengue una dimensión arrolladora, en un
país donde constituye el emblema más distinguido de la cultura popular, creció
por la transparencia e intensidad de los sentimientos compartidos.
Benny ocupó un lugar prominente del intercambio, con
la evocación del deslumbramiento que le produjo el primer contacto directo en
1957, en medio de una gira del cubano por República Dominicana, pero de
inmediato fue escoltado por Miguel Matamoros y el legado de la Sonora
Matancera.
«¿Quién no disfruta de El que siembra su maíz o
de ese bolerazo que se titula Juramento?», comentó el artista luego de
agradecer que la Unión de Escritores y Artistas de Cuba le otorgara el Premio
Internacional Honorífico Miguel Matamoros. «Para comprender a Matamoros
–expresó– hay que ir a Santiago de Cuba, a la Fiesta del Fuego; es cierto eso
de que el Caribe nos une».
En cuanto a la Sonora Matancera apuntó algo que «nunca
se dice lo suficiente: los conjuntos merengueros, aun cuando entre el son y el
merengue existen marcadas diferencias, tomaron desde los años 50 elementos en
su estructura y orquestación que mucho tuvieron que ver con la influencia
gigantesca de aquellos músicos cubanos en su mejor momento».
La trayectoria de Johnny quedará como ejemplo de
constancia y profundidad en el campo de la difusión de la música popular de su
país: 65 años de carrera, 105 producciones discográficas, 28 discos de oro, dos
de platino, decenas de lauros nacionales y reconocimientos a la obra de la
vida.
El merengue se vistió con nuevo ropaje desde que
irrumpió en la escena sonora y marcó el gusto de las mayorías a partir de
los años 60. Ahí está el genuino humor de Capullo y Sorullo, la vitalidad
folclórica de Merenguero hasta la tambora, y el ingenio gozoso de La
resbalosa, Tú sabe’ a qué yo vine y La agarradera. Y le hizo mucha
gracia que a su paso por las calles cubanas, lo recordaran por Patacón
pisao.
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