Vivir como la rana y el correr del pez.
Por Marcelo Peralta
Los
brinquitos no solo es por los hoyos y el abandono en que la Alcaldía ha
descuidado sus calles y las aceras, sino por la sangre derramada por los
asesinatos cometidos por delincuentes contra gentes inocentes.
El
santiaguero ha tenido que modificarse, cambiar de hábitos y doblegarse a vivir
como el “brinquito de la rana” y el “correr del pez”.
El
salto de la rana y el correr del pez, es debido a la sangre derramada provocada
por el auge de la delincuencia contra inocentes ciudadanos
Vivir en Santiago en los actuales momentos no resulta placentero,
porque la delincuencia parece que ha ganado la batalla a las autoridades, por
la cantidad de muertes que causa hasta por el “quítamele esa paja”.
En los actuales momentos no es fácil coger el machete por el mango
como era años atrás donde la vida era placentera a cualquier hora.
Los ladrones usan una serie métodos al estilo de pescadores que
instalan redes para que sus presas no escapen.
Ante estas disyuntivas, muchas personas rehúsan salir a las calles
y quienes “osan” toman previsiones y sin embargo, caen en las redes de los
forajidos.
En las calles, barrios, urbanizaciones y de Santiago sin miramientos,
horas y lugar las potencias de las armas de fuego “truenan” y acaban con la
vida de cualquier ciudadano para robarle algo que lleve de valor.
Este comportamiento no tiene razones si observamos la cantidad y
frecuencia de policías que andan en las calles en camionetas y motocicletas.
Las personas con impedimentos físicos han tenido que dejar de usar
el bastón, porque hay que andar de “brinquitos” por la sangre en las calles y
en caso contrario encerrarse en la casa.
Además, del auge de la delincuencia y el circular por las calles de
brinquitos
y como el correr del pez se justifica por los crímenes y los hoyos en las
calles y aceras.
Las
calles llenas de hoyos y las aceras cubiertas de “trapos” sucios y contaminados
pregonados por haitianos a quienes no les importa el hábitat impidiendo que los
transeúntes circulen con libertad.
Además
de las tiendas improvisadas de haitianos y dominicanos insensatos, ahora los dueños
de negocios colocan sus mercancías en las aceras para hacer más difícil la circulación
peatonal.
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