Mi vida entre dos monstruos(11): Guzmán, ciclón David y conferencia mundial.
Por Luis Amílkar Gómez
Cuando en las elecciones de mayo del
1978, resultó ganador don Antonio Guzmán Fernández, las emociones corrieron muy
altas entre los miles de dominicanos que teníamos impedimentos de entrada a
nuestro país.
Sabíamos que el electo presidente se
había pronunciado en contra del destierro de sus compatriotas y que las
restricciones de viajes en el pasaporte nacional serían eliminadas.
Las limitaciones fueron abolidas del
documento y desde ese entonces se podía leer "válido para todo el
mundo", sin la cortapisa de los países socialistas.
Pero, aunque se podía entrar al país,
los impedimentos de entrada nunca fueron borrados de los libros malsanos del
Departamento Nacional de Investigaciones (DNI).
Es más, yo sospecho que esos archivos
todavía existen en esa unidad represiva del Ejército Nacional, a pesar de haber
transcurrido más de 35 años.
En el verano de 1979, numerosos dominicanos
exiliados y desterrados en países socialistas y capitalistas europeos,
visitaron el país por primera vez en varios años.
Las noticias que traían no eran muy
halagadoras.
Todos habían sido retenidos en el
Aeropuerto Internacional de las Américas (en ese entonces único del país) e
interrogados por el DNI y luego se les permitía la entrada.
Me imagino que el gobierno del PRD
estaba al tanto de esos cuestionamientos ilegales.
Mientras algunos visitaban República
Dominicana por primera vez en algún tiempo, yo regresaba de las minas de carbón
de Ucrania y me preparaba para comenzar un nuevo año universitario.
Un acontecimiento vino a dilatar esos
planes.
El 31 de agosto de 1979, el huracán David con una intensidad de categoría
5, azotó la República Dominicana causando grandes daños y matando miles de
compatriotas.
Nos enteramos con gran pesar en Moscú y
nos desesperaba el hecho de que no sabíamos de la suerte corrida por nuestros
familiares y sin ninguna forma de comunicación posible.
El periódico Granma, órgano oficial del
Partido Comunista de Cuba y único medio informativo americano que recibíamos,
no daba mayores detalles.
Mientras eso sucedía en nuestro país, en
Moscú, daba inicios en esos días una Conferencia Mundial sobre la Niñez,
patrocinada por el Consejo Mundial de la Paz.
Ese evento hubiera pasada desapercibido
para mi, a no ser por una llamada de mi consejero universitario Nicolái, quien me requería urgentemente
a su oficina.
Nicolái me planteó lo siguiente: Una delegación de la República Dominicana no podía
llegar a la referida conferencia, porque no estaban saliendo vuelos del
aeropuerto de Santo Domingo.
Me indicó que los organizadores habían
pedido a la Universidad Patricio Lumumba que sugiriera a alguien que
representara a la República Dominicana en el cónclave.
Mi nombre fue sugerido por la
institución académica con la aprobación de la Asociación de Estudiantes
Dominicanos.
No tuve la alegría que sentí como cuando
se me informó del viaje a Cuba, ya que las circunstancias en que representaría
al país eran muy dolorosas.
Sin embargo, acepté con gusto el reto y
decidí usar la conferencia para llamar a los más de 100 países participantes, a
que promuevan todo tipo de ayuda para el pueblo dominicano.
En mi disertación en frente a todos los
delegados mundiales, relaté las duras condiciones de insalubridad y miseria en
que vivía la niñez de mi país antes del huracán, por lo que sus carestías
debían ser peores después del fenómeno.
Terminada la ponencia, se me acercaron
varios delegados y prometieron, al regresar a sus países, buscar todo tipo de
asistencia para la nación dominicana.
Esa Conferencia Internacional sobre la
Niñez se llevó a cabo en el hotel Ucrania de Moscú a principios de septiembre
del 1979 y estuvo presidida por el señor Romesh Chandra, entonces presidente
del Consejo Mundial de la Paz.
Me resultó chocante el nivel de
aislamiento, a que habían sometido a la República Dominicana, tanto el dictador
Rafael Trujillo como su discípulo Joaquín Balaguer.
Esa pareja atrasó a nuestro país varias
décadas en sus relaciones internacionales, tanto así, que todavía a nivel mundial
no jugamos el papel preponderante que debiéramos.
La mayoría de los representantes de
países de Europa, Asia y África en la conferencia, no sabía dónde estaba
ubicado nuestro país.
Sin embargo, conocían muy bien de la
existencia de Haití y su ubicación geográfica.
Pero eso no solo me pasó en el marco de
ese evento, también me había sucedido con algunas personas en ciudades
europeas.
Un referente usado por mí para dar a
conocer la localización de nuestra “Quisqueya”, era sin lugar a dudas, la Cuba socialista.
Para mí era a vergonzante el tener que
mencionar otro país, para que se supiera la ubicación del mío.
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