Muerte San Francisco de Asís
La
sencillez, humildad, honesto, hábil, aglutinador, valorado, creyente de la espiritualidad
cristiana.
Francesco d’Assisi- San Francisco de Asis, nace en el 1181 y muere el 3 de octubre del año 1226.
Es considerado el santo más
sublime del mundo y fundador de la Orden de los Franciscanos.
Francisco
de Asís era muy pobre y con padre rico, de nacionalidad italiana de nombre
Pietro di Bernardone.
Desde
jovencito ayudaba a su padre en el comercio de venta de paños.
En 1202 estuvo
preso al producirse un altercado entre las ciudades de Asís y Perugia.
Frase de
San Francisco de Asís: "El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería
conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las
manos del sacerdote".
Llevado
al calabozo enfermó, sufrió y sintió la insatisfacción al tipo de vida que
llevaba y se inició su maduración espiritual.
Ya en el 1206 fue donde tuvo San Francisco su primera visión.
Libre de
la prisión observó que el templo de San Damián estaba abandonado y destruido,
oyó ante una imagen románica de Cristo una voz que le hablaba en el silencio de
su muda y amorosa contemplación: “Ve, Francisco, repara mi iglesia.
Ya lo
ves: está hecha una ruina”.
El joven
Francisco no vaciló: corrió a su casa paterna, tomó rollos de paño del almacén
y fue a venderlos a Feligno.
Entregó
el dinero obtenido al sacerdote de San Damián para la restauración del templo.
Esta acción desató la ira de su padre; si antes había censurado en
su hijo cierta tendencia al lujo y a la pompa, Pietro di Bernardone vio ahora
en aquel donativo una ciega prodigalidad en perjuicio del patrimonio que tantos
sudores le costaba.
Coge a
su hijo y lo llevó ante el obispo de Asís a fin de que renunciara a cualquier
herencia.
La
respuesta de Francisco fue despojarse de sus propias vestiduras y restituirlas
a su progenitor, renunciando con ello, por amor a Dios, a cualquier bien
terrenal.
Con 25 años, sin más bienes que su pobreza, abandonó su ciudad
natal, se dirigió a Gubbio, donde trabajó en un hospital de leprosos.
Tiempo después
regresó a Asís y se dedicó a restaurar con sus propios brazos, pidiendo
materiales, ayuda a los transeúntes, las iglesias de San Damián, San Pietro In
Merullo y Santa María de los Ángeles en la Porciúncula.
Pese a
esta actividad, aquellos años fueron de soledad y oración.
Sólo
aparecía ante el mundo para mendigar con los pobres y compartir su mesa.
El 24 de febrero de 1209, en la pequeña iglesia de la Porciúncula
y mientras escuchaba la lectura del Evangelio, Francisco escuchó una llamada
que le indicaba que saliera al mundo a hacer el bien.
El
eremita se convirtió en apóstol y, descalzo y sin más atavío que una túnica
ceñida con una cuerda, pronto atrajo a su alrededor a toda una corona de almas
activas y devotas.
Fue en abril
de 1209 y fueron Bernardo de Quintavalle y Pedro Cattani, a los que se sumó,
tocado su corazón por la gracia, el sacerdote Silvestre; poco después llegó
Egidio.
San Francisco de Asís predicaba la pobreza como un valor y
proponía un modo de vida sencillo basado en los ideales de los Evangelios.
Hacia
1210 al recibir a Francisco, 11 compañeros suyos, el papa Inocencio
III aprobó su modelo de vida religiosa, le concedió permiso para predicar
y lo ordenó diácono.
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