A HENRY SE LO TRAGÓ LA TIERRA
Ramon De Luna
Editorial invitado
“Muero sin ser libre, Gladys…tú sabes por qué muero. Esto es para hombres.
Donde hay lucha, hay sacrificio…”
Donde hay lucha, hay sacrificio…”
Así quedó inscrito en la pared de una sucia cárcel de la dotación militar de Dajabón, donde estuvo confinado por algunos meses el luchador izquierdista Henry Segarra Santos y jamás volvió a saberse de él.
Gladys Gutiérrez, su fiel esposa, trató varias veces de visitarlo en aquella cárcel, pero nunca se lo dejaron ver. Ella anunciaba su visita a Dajabón yendo primero a nuestro noticiero La Situación Mundial, pero esto alertaba a la dotación militar para no llevarlo a su presencia.
Y así fueron pasando los días, hasta que jamás volvió a saberse de aquel joven nacido en Santiago, de donde fue secuestrado por un comando balaguerista.
¿Dónde reposan los restos de Henry? Tal vez en Cañongo, una inhóspita región fronteriza poblada de aromales de incisivas espinas. O, quizás en Punta Presidente, como así lo confió un ex fiscal de apellido francés, que soltó la lengua animado por los efectos de unos tragos de wisky.
Hoy amanecimos pensando en aquel bravo joven, miembro prominente del Movimiento Popular Dominicano, una víctima más entre la centena de jóvenes que cayeron abatidos para siempre durante aquellos fatídicos años del balaguerato, cuerpos de muchos de ellos que nunca han aparecido, como si se los hubiese tragado la tierra. Cuarenta y nueve años hace de la desaparición de Henry, asesinado en la juventud, padre de un niño que no llegó a conocer a su progenitor y del cual nunca hemos sabido.
Fueron muchos los crímenes cometidos, pero nunca los autores intelectuales y los materiales fueron llevados al banquillo de los acusados, pues la impunidad que hoy grupos abanderados denuncian, viene de lejos. Muchos de los sicarios políticos de entonces se pasean todavía por esas calles de Dios, o se fueron al infierno sin que aquí pagaran sus horrendos crímenes.
Este pueblo nunca llegó a castigar como se merecían los matones de entonces. Así ocurrió con los torturadores y asesinos trujillistas y a los que posteriormente hicieron del crimen una costumbre. Por eso hoy estamos siendo víctimas, no ya de matones, sino de los depredadores del Erario Público, a quienes el pesado brazo de la Justicia no llega a alcanzar.
Henry Segarra Santos, Otto Morales, Amín Abel Hasbum, Guido Gil, Virgilio Perdomo y otros que cayeron en la lucha, no han sido vengados, como tampoco ocurrió con los bárbaros que mataron en la Cordillera Septentrional a las mariposas de Salcedo: Patria, Minerva y María Teresa Mirabal.
Ramón De Luna
1 de marzo, 2017
1 de marzo, 2017
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