La importancia de llamarse Félix

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RAFAEL PERALTA ROMERO

 Un amigo, buen lector de esta columna,  ha sugerido  título para un artículo: La importancia de llamarse Félix. Lo motiva a parodiar el  epígrafe  de la comedia  creada  por  Oscar Wilde la suerte que han tenido los funcionarios públicos Félix Bautista y Félix Rodríguez Grullón, acusados  de prevaricación, hurto y  otros delitos, y favorecidos ambos con “No ha lugar”.

El nombre Félix procede de la lengua latina, madre del español, y  significa “feliz o afortunado”. Tanto  el senador Bautista como el alcalde de San Francisco de Macorís, son personas afortunadas. Pero hay otros factores, además del nombre, para dicha de estos señores. Por ejemplo, pertenecer a una organización en la que lo menos importante es el pudor.

Alejandro Moscoso Segarra tiene  ganado un nombre profesional. Es un académico del Derecho. Hubo razón para pensar que él valoraba su prestigio como un tesoro. Quizá Moscoso  haya  exclamado a su jefe político: “Si es posible pase de mí este cáliz, mas no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Luego  emitió la sentencia del Viernes de Dolores.

Si  Moscoso, juez de instrucción designado por la Suprema Corte, hubiera enviado el expediente de Bautista a juicio de fondo, no por ello lo condenaba  ni  tampoco lo hubiera librado de las imputaciones que sobre él pesan. Era como un  lavarse las manos, pero en cambio  se las hicieron manchar. No actuó el juez, sino el político.

Moscoso soltó al reo y se crucificó él. Ahora muchos lo miran con desprecio. Un movimiento de opinión, a través de las redes, procura que  sus alumnos en la Universidad Apec no asistan a las clases del magistrado. “Mirarán al que traspasaron”, dice el Evangelio.  Alguien opina que la referida sentencia  fue redactada por una autoridad superior a Moscoso.

Durante los interrogatorios, el secretario de organización del PLD (Partido de la Liberación Dominicana) mantuvo el ánimo constreñido y en algún momento perdió la compostura frente al procurador general, Francisco Domínguez Brito. Pero el día del No ha lugar, estalló en  inusitada alegría y  levantó las manos  formando  una “L” con dos dedos.

“Sabía que tú no me fallabas”, expresaba con su gesto. Aludía al doctor  Leonel Fernández, líder del PLD. Las sentencias que favorecen a los dos felices Félix no son los únicos casos en favor de la impunidad, pero éstos rebosan la copa. Los empresarios han pegado el grito por la fuerza que adquiere la falta de confianza en la justicia.


Mi amigo tiene razón al considerar venturoso el llamarse Félix para un político dominicano, pero si parafraseamos bien al escritor irlandés (La importancia de llamarse Ernesto y ser formal)  agregaremos el adjetivo “leal” para titular nuestra historia: La importancia de llamarse Félix y ser leal.  Félix –cada cual- es leal a su protector.

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