Mi vida entre dos monstruos (8): “El viaje a Cuba”
Por: Luis Amílkar Gómez
Viajamos
toda la noche y amanecimos en la ciudad de Leningrado (hoy Saint Petersburgo),
desde donde tomaríamos el trasatlántico hacia la isla de Cuba.
Llegamos
al puerto a media mañana y ahí estaba anclado esperando por nosotros un barco
de tamaño mediano que llevaba como nombra Baltika.
Habíamos
pocos latinos en la delegación, ya que la mayoría eran soviéticos de diferentes
universidades, que por primera vez viajaban al Caribe.
Entre
los hispanos viajaba conmigo Manuel Beras, quien era oriundo de La Romana y
estudiaba también en la “Patricio Lumumba”. Manuel
tenía un año más que yo en la universidad y estudiaba Ingeniería de Minas
igualmente.
Otro
con quien hicimos buena amistad inmediatamente fue con Mario Herrera, nativo de
Panamá, quien era ya estudiante de término en nuestro centro académico.
Manuel,
Mario y yo pedimos que se nos permitiera viajar juntos y nos asignaron la misma
habitación.
Nunca
había viajado en barco y me sorprendió la cantidad de facilidades que existían
en el mismo para que el viaje fuera más placentero.
La
nave contaba con dos restaurantes, una discoteca, un cine, una piscina, una
sala de televisión, una cancha de basketbol y varias terrazas para observar el
mar durante el viaje.
Todo
estaba pago, menos los tragos, que nos advirtieron que eran caros y en dólares,
por lo que tomamos medidas previsoras “artillándonos” con varias botellas de
vodka para la travesía que sería cerca de unos quince días.
Nunca
he tomado hasta la borrachera, ya que mi padre me enseñó que cuando se ingería
alcohol y sentía que te estaba pasando de tragos, había que parar y seguir
compartiendo con los demás como si nada pasara.
Aunque,
a decir verdad, mi padre muchas veces violaba su propio reglamento, yo he
mantenido esa disciplina y me ha dado resultados muy satisfactorios.
El
viaje en barco es novedad durante las primeras horas. Luego viene el aburrimiento cuando pasan día
tras día y solo ve el océano así como la gente que sigue la misma rutina.
Cruzamos
el “Mar Báltico” y quedé maravillado con los gigantes e impresionantes ferries
que cruzan ese cuerpo de agua transportando pasajeros diariamente entre los
países escandinavos: Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia e Islandia.
Una
noche navegando en el Mar del Norte, no lejos de las islas que componen la Gran
Bretaña, sufrimos de una fuerte tormenta que nos asustó a todos.
Desde
nuestra habitación se escuchaba el mar embravecido, que “zarandeaba” la embarcación
de un lado a otro, como si fuera un juguete en manos de un niño.
La
madera crujía como si se fuera a romper y nuestras cosas iban de un lado a otro
sin control. De pronto, se oyó el
peculiar sonido de botellas rompiéndose y todos nos miramos sin mediar palabras,
pero pensando en lo mismo: “Las botellas
de vodka” (dos se quebraron).
Nadie
durmió esa noche, creo que ni siquiera el Capitán. Temprano en la mañana todo estaba sumido en
una tranquilidad total. Me levanté calladamente, ya que Manuel y Mario dormían,
y me dirigí al restaurante a desayunar.
Cuando
llegué, me sorprendió que el lugar estuviera completamente vacío, ya que a esa
hora generalmente ya estaba lleno y a veces había que hacer turnos.
Me
recibieron los camareros y rápidamente el Capitán apareció con un certificado
en la mano, el cual me entregó por ser el primero en llegar al comedor después
de una noche de tormenta.
Había sido
uno de los pocos que no vomitó
durante el vaivén de la nave y la gente temía tomar el desayuno por miedo a
devolver de nuevo.
Dicen
que después de la tormenta sigue la calma y, realmente, así fue. El mar parecía
una sabana de cemento sin ningún oleaje y parecía que nos quisiera recompensar
por el susto pasado.
A
los pocos días llegamos a las “Islas Azores”, que se encuentran localizadas en
pleno “Océano Atlántico” y que, administrativamente, pertenecen a Portugal.
Allí,
pararíamos para abastecernos de combustible y vegetales frescos, antes de
cruzar el inmenso mar que separa el continente europeo del americano.
Para
un barco grande entrar a un puerto tiene que seguir un proceso lento y
tedioso. Primero, la nave debe ser
apagada totalmente y viene una lancha remolcadora que empuja al barco
lentamente hasta acercarlo al atracadero.
Durante
ese proceso, aparecieron decenas de personas vociferando improperios anticomunistas
hacia todos los que íbamos en el barco y, ahí comenzó el entretenimiento,
porque nosotros comenzamos a vocear en su contra y aquellos se e volvió una
guerra verbal ensordecedora.
Por
seguridad se nos prohibió bajar del barco, por lo que las horas que duramos en
el puerto después que se marcharon los manifestantes, fueron bien lentas y
aburridas.
Cruzar
el Atlántico, es como emprender un camino sin final, llega un momento que uno
piensa que transita por el sendero que conduce a la eternidad. Con razón, los marineros que acompañaban a
Cristóbal Colón se desesperaron y querían matarlo.
Y
eso que nuestro barco era impulsado por turbinas. Sus carabelas apenas las
desplazaba el viento.
Cuando
divisamos las costas cubanas imitamos a Rodrigo de Triana cuando gritó todo
pulmón: “TIERRA”, “TIERRA”, “TIERRA”.
Entramos al
puerto de “La Habana” el 27 de Julio de 1978 con el mismo proceso lento, pero
esta vez no fue aburrido como en “Las Azores”, porque en el lugar había una
orquesta cubana tocando “Charanga”.
Comenzamos a bailar desde la terraza de la nave hasta que desembarcamos.
Un
grupo de pioneras y pioneros nos dieron la bienvenida, así como decenas de
cubanos que mostraban su alegría por recibir en su tierra a los mejores jóvenes
del planeta.
Nos trasladaron a
la escuela vocacional de un barrio habanero conocido como Ciudad Libertad. Era un complejo grandísimo con todas las
comodidades para atender a centenares de personas. Nuestra delegación, integrada por unas 400
personas, quedó cómodamente instalada.
Mientras
hacíamos la fila para cenar esa noche, las trabajadoras del comedor, al vernos
con caras de latinos, nos preguntaron que de donde éramos y al decirles Manuel
y yo que dominicanos, recibimos desde ese momento un trato fuera de serie.
Esa primera noche, se
efectuó un acto de bienvenida a la delegación por parte de oficiales cubanos y
después se inició la primera de muchas fiestas con la tremenda y famosa
orquesta de los “Van Van”.
Nos
acercamos a los músicos y les dijimos que éramos dominicanos que estudiábamos
en Rusia por varios años y que nos gustaría escuchar un merengue.
Al
poco rato, sonaban las notas de “El Negrito del Batey”, composición de nuestro “Luis Kalaf”, que hizo popular en Cuba y
en el mundo, el dominicano “Alberto Beltrán”, cuando era vocalista de la
inolvidable Sonora Matancera.
Manuel
y yo sabíamos que estábamos viviendo momentos inolvidables.
El 28 de
Julio de 1978, por las principales avenidas de la Capital Cubana, repletas de
público, transitaron las delegaciones hacia el legendario Estadio
Latinoamericano.
El recorrido
incluyó tres kilómetros de cantos, risas, alegría y solidaridad. El acto inaugural fue precedido por uno de
esos fugaces aguaceros caribeños, que lo que hacen es refrescar las cálidas
tardes y, en este caso particular, puso una nota peculiar a la actividad.
En
las tribunas, palcos y bleachers del histórico parque de béisbol, conocido por
muchos como el “Estadio del Cerro”, se dieron cita unos 18, 500 jóvenes en
representación de 145 países de todo el mundo.
Vimos
nuestra tricolor en una parte del estadio y nos acercamos a la delegación
dominicana y entre las caras conocidas estaba “Sonia Silvestre": y “Yaqui Núñez
del Risco” que para ese entonces eran esposos.
También
era miembro de la delegación el periodista maeño y gran amigo, “Osiris Gómez”,
a quien recomendé para sucederme como “Jefe de Redacción del noticiero La
Situación Mundial de Santiago” y con quien envié cartas a mis familiares.
Las
palabras inaugurales estuvieron a cargo del General del Ejército Raúl Castro,
quien entre otras cosas, dijo que “La Juventud constituye casi la mitad de la
población del planeta.
Es por naturaleza renovadora, combativa y audaz. Con sincera hospitalidad les brindamos foro y tribuna para expresar los grandes y nobles ideales, que les animan a darse cita en La Habana.”
Es por naturaleza renovadora, combativa y audaz. Con sincera hospitalidad les brindamos foro y tribuna para expresar los grandes y nobles ideales, que les animan a darse cita en La Habana.”
Con
el lema de la Solidaridad antimperialista,
la paz y la Amistad, quedaba inaugurado por primera vez en el continente americano
el XI Festival, con la participación de jóvenes de Europa, Asia, África,
Oceanía y América.
La
historia de los Festivales Mundiales de la Juventud y los Estudiantes está
ligada a la Federación Mundial de Juventudes Democráticas creada en 1945, cuyo
primer evento se celebró en Praga, la capital de la entonces Checoslovaquia en
Julio de 1947.
Le
siguieron Budapest(1949), Berlín (1951), Bucarest(1953), Varsovia(1955),
Moscú(1957), Viena(1959), Helsinki(1962), Sofía (1968), Berlín(1973), La
Habana(1978), Moscú(1985), Pyongyang(1989), La Habana(1997), Argelia(2001),
Caracas(2005) y Quito lo celebrará este año 2015 del 7 al 13 de diciembre.
Los
hermanos cubanos se botaron en el 1978. Cada noche había una orquesta diferente
tocando en cada sede de las diferentes delegaciones.
El
entusiasmo, la alegría y las atenciones de los anfitriones nos hicieron,
verdaderamente sentir, que estábamos en una tierra hermana, una tierra
solidaria, en fin, una tierra muy especial para la historia de la humanidad.
Las mujeres
que laboraban en el comedor de nuestra sede, prácticamente, nos adoptaron a
Manuel y a mí. Nos buscaban aguacates
todos los días para el almuerzo, nos traían mangos y nos entraban a la cocina
para darnos el sabroso “concón.”
Fidel Castro
Nos
invitaron una noche al barrio donde vivían, para celebrar un encuentro con la
comunidad y después del interesante conversatorio sobre Máximo Gómez, Fulgencio
Batista, Rafael Leónidas Trujillo Molina, Joaquín Balaguer, Fidel Castro,
merengue, charanga, guaguancó y la hermandad dominico-cubana, se sirvió un
suculento sancocho a lo cubano.
Para
esa época, en la radio cubana se escuchaba insistentemente una canción de
nuestra Sonia Silvestre que decía “la tarde está llorando y es por ti” y otra
de los “Van Van” “cochero, pare; pare, cochero.”
Entre
las numerosas actividades desarrolladas se encontraba el Tribunal
Internacional, cinco centros permanentes de Discusión Política, la apertura del
Centro Internacional de Estudiantes con sede en la Universidad de La Habana,
Círculo Internacional de Jóvenes Artistas y también se efectuaron numerosos
mítines de solidaridad con pueblos hermanos.
Viajé
a Isla de Pinos, uno de los lugares donde Fidel Castro estuvo preso, para
participar en el acto oficial de cambio de nombre de la misma por Isla de la
Juventud. En ese lugar, pude ver dos
cosas interesantes: Las grandes cosechas
de cítrico y una universidad donde se preparaban médicos para países africanos.
Otra
gran muestra de la solidaridad cubana con los pueblos del mundo.
La canción
oficial del evento se tituló “En busca de una nueva flor”, escrita por Mike
Porcel e Ireno García e interpretada por Argelia Fragoso.
Las
cosas buenas se terminan rápido y así llegó el 5 de agosto, último dia del gran
evento que nos reunió en La Habana, en aquel verano inolvidable del 1978.
Todas
las delegaciones y el pueblo cubano nos reunimos temprano en la tarde, en la ya
imperecedera Plaza de la Revolución, para dar clausura al XI Festival Mundial
de la Juventud y los Estudiantes.
Todos
esperábamos a Fidel. Ni los cubanos ni
nosotros estábamos seguros si él vendría a cerrar el evento, pero en ese lugar
hay un olor a Fidel Castro que, aunque nunca llegue, siempre se le espera.
Comenzó
el acto y anunciaban a los oradores de la gran final uno a uno, hasta que
anunciaron al legendario Comandante en Jefe, entonces la plaza dobló la temperatura
asfixiante porque todos gritamos al unísono:
Fidel, Fidel, Fidel.
Las
palabras de agradecimiento fueron pronunciadas por Eddy Fonde, el llamamiento a
la juventud del mundo estuvo a cargo de la heroína vietnamita “Vo Thi Tang” y
llegó el momento de Fidel.
Cada
vez que el pueblo cubano titubeó, cada vez que sus enemigos trataron de acabar
con su revolución, cada vez que había una amenaza de cualquier centro de poder
imperialista, el ”Comandante en Jefe llamaba su pueblo a la Plaza de la
Revolución”.
Tras
escuchar a Fidel en ese lugar glorioso, pude entender cómo ese pueblo intrépido
ha sobrevivido todos estos años sin arrodillarse ante nada ni ante nadie.
“Un
verdadero líder inspira”.
“Un
verdadero líder guía con manos seguras”.
“Un
verdadero líder convierte las debilidades humanas en fortaleza”.
He
aquí un fragmento de su importante discurso de esa tarde de aquel agosto del
1978:
“Los
guerreristas no pasarán”
“Los
partidarios de llevar al mundo a un holocausto nuclear, antes que resignarse a
la idea de los hombres y los pueblos libres de toda forma de explotación, no
pasarán.”
“Los
aventureros que demencialmente preconizan y auguran un apocalipsis para la
humanidad, no pasarán.”
“Pasarán,
sí, pasarán al basurero de la historia.”
De
la Plaza de la Revolución nos fuimos al “Parque
Lenin”, el más grande de La Habana, donde se formó un rumbón internacional
con unas diez orquestas distribuidas por todo el perímetro del lugar.
Hoy,
sigo dando gracias a todo el pueblo cubano y, sobretodo, a aquellas humildes
trabajadoras del comedor que nos demostraron que nuestros pueblos son hermanos
y que ninguna situación política ni militar nunca separará.
Continuará…
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