Militares y autoritarismo (1/2)
RAFAEL PERALTA
ROMERO
El predominio del
autoritarismo entre quienes han gobernado la República Dominicana desde su
fundación, en 1844, es una verdad
incontrovertible. La hegemonía militar
ha colmado nuestra historia, ya con gobiernos presididos por militares, ya por gobernantes civiles, pero despóticos, sustentados por las fuerzas armadas, en
franco desmedro de su misión esencial.
El autoritarismo no va en la
ropa, como tampoco la fiebre está en la sábana, conforme al viejo decir. Pero
han correspondido a los uniformados los roles
de principalía para la aplicación
de métodos y estrategias de gobierno abiertamente contradictores de la
democracia, que resultan expresiones de tiranía y de barbarie.
La segunda mitad del siglo XIX
-una tercera parte de nuestra vida republicana-
constituye una muestra elocuente
de la presencia militar en la política dominicana. En esos 55 años (1844-1899) ocuparon el solio presidencial cuatro
ciudadanos civiles: Santiago Espaillat (1849), Ulises Francisco Espaillat
(1876), Fernando A. Meriño (1880) y Francisco Gregorio Billini (1884), todos los
cuales suman menos de cinco años de gobierno.
Eurípides Uribe Peguero ha querido
enfocar el controversial
asunto relativo al predominio militar con la serenidad que demanda
toda obra que procura servir a la
verdad científica, y puede asegurarse que su esfuerzo ha resultado enteramente válido, independientemente de las fallas de
las que pueda adolecer el libro “Militares y Autoritarismo”, que será
presentado el próximo martes.
Ha centrado su estudio en los cien años
comprendidos de 1916 a 2016, un
periodo suficientemente abundante en ejemplos de ejercicio irregular del poder, y de acciones
reveladoras de la mentalidad
autoritaria, todo lo cual conllevó un indeseado protagonismo de los militares y en alta medida su envilecimiento y menoscabo de la calidad
moral.
Militar académico que alcanzó el
rango de vicealmirante de la entonces Marina de Guerra, institución de la que
fue jefe de Estado Mayor, Uribe Peguero
escudriña con benéfica sobriedad los acontecimientos de la centuria estudiada,
la cual se inicia con la grosera ocupación del territorio nacional por parte de
los Estados Unidos de América, cubre los
treinta y un años de la tormentosa Era de Trujillo, el golpe de Estado contra
el presidente democrático Juan Bosch,
el gobierno de facto del infausto
triunvirato, la revuelta popular de
1965, la segunda invasión gringa y los fatídicos doce años del presidente Joaquín Balaguer.
No escapan al escalpelo
escrutador de este autor, los gobiernos de Antonio Guzmán, Salvador Jorge
Blanco, Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina, inscritos en la
democracia formal, en los que sin duda alguna
se ha observado una apreciable disminución del autoritarismo y el crimen
político, aunque perviven entre los
militares vicios como el enriquecimiento ilícito y la búsqueda de privilegios que contravienen
toda ética.
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