Me lo reveló mi madre: Lloré en su vientre.
En el discurrir de los días y mi paso por la vida, tenido logros, tropiezos, fracasos y exitos.
Mas cosas positivas que negativas y eso de lo agradezco a Dios y las enseñanzas y vivencias de mi madre.Ella me relató que antes de parirse, tres meses exactamente grité que lo escuchó
todo el que estaba a su alrededor.
Era una mujer tan valiente, que parió esos 10 hijos y no buscó los
servicios de las famosas ”comadronas” quienes ejercían y hacían los partos ante
la escasez de médicos y las condiciones económicos de entonces.
Siendo
un mozalbete, mi madre Rosalía Bernard Reyes, me hacia esas anécdotas sorprendentes
que me dejaban boquiabierta, que al correr de los días se convierten en
realidades tangibles mientras todavía a los diez anos de edad me pendía de sus “tetas”.
Doña
Celia procreó 10 hijos: Seis hembras y cuatro varones. De esa camada, el último
en ver la luz del Sol es quien suscribe.
Al ser
el “nidal” había entre ambos confianza y me decía que llegarían tiempos que no habría
padres para hijos ni hijos para padres.
Que llegarían
tiempos que la gente andaría con dinero y no encontraría qué comprar y que toda
cambiaria que para vivir era necesario construir grandes paredes y aislarse de
los demás.
Todo,
como ella lo presagiara está ocurriendo y por eso me siento orgullosa de que a
pesar de no saber leer ni escribir vaticinaba estos tipos de convulsiones
sociales que nos inquietan y a cualquier ponen a temblar por la inseguridad
ciudadana y la delincuencia.
Para
ser honesto la condición de no tener dinero eso nunca me ha afectado.
Ser
rico tampoco me ha interesado.
Ya que
la vida de los que han amasado fortunas a base de sacrificios tienen la vida en
un “hilito” ya que la muerte está latente peligro en todo momento por auge de
la rampante delincuencia e inseguridad.
Confieso,
que el hecho de no tener dinero acumulado no me hace más grande ni pequeño, de
eso no me arrepiento, desperdicié muchas oportunidades sí, pero vivo con
dignidad y decoro.
Hacerme
rico nunca fue ni ha sido era mi intención.
Era el
de hacer una labor acorde con la ética, moral y principios básicos que me
permitiera al día de hoy poder andar por cualquier calle en República
Dominicana “sin sustos ni rechazos y Dios me lo ha concedido.
Y el mayor, mejor y latente ejemplo es el Accidente Cerebro Vascular-ACV-
que sufrí el 25 de julio del año 2012 que me dejara cuasi al borde de la muerte
obligándome a reajustar cambios en el estilo cotidiano y
personales.
A Dios,
a mis hijas, mi nieta de entonces, mis familiares, amigos entrañables,
periodistas y dirigentes del Colegio CDP, del SNTP, personal de la Fundación
Medio Ambiente y Desarrollo –FUNDAMBIENTE- doy grandes por lo que hicieron,
hacen y harán mientras vida tenga.
Anécdotas:
De esos
que ayer acumularon “bonanzas” a costa de acciones no morales, algunos de ellos
están prisioneros sin sentencias judiciales, se les ha ido brillo, están en
cuatro paredes, cobijados de deudas y sin moral, “porque las de ellos era verde
y se las comieron los animales”.
Como he
sido un ser humano solidario, porque eso me enseñó mi madre, de costumbre
caminaba en la acera del frente de la Universidad Tecnológica de
Santiago-UTESA- el timbre de mi oído derecho, que a pesar de haberme afectado
por el ACV pude captar bien el sonido de mi nombre salir desde las “rejillas”
de una persiana de metal que brotara de un segundo nivel.
Por
principios mantendré en el anonimato el nombre de esa persona, pero los “humos
de superioridad, de grandeza artificial por el dinero que había acumulado y fue
de los que me aisló en su prosperidad, no obstante lo que percibí hace cerca de
un mes me dieron hasta ganas de llorar”.
Esa
persona me invitó a entrar a su habitación, de la cual dijo les quedaban días muy
contados y fue para pedirme una “limosna” porque les daba vergüenza salir a la calle, donde vive harapiento, andrajoso, en un
estercolero, desahuciado de su esposa, sus hijos, enfermo terminal, solo, con deudas
que en las actuales condiciones en que esta es imposible pagar, hipotecada el
sitio donde vive, cuasi no duerme, pasa hambre, les faltan medicamentos para
sus dolencias corporales y complicaciones de todas índoles.
El
drama no termina ahí, y como presagio de su muerte, durante sus andanzas por el
mundo de las fantasías cayó en el flagelo de las drogas convertido en un guiñapo,
cadáver viviente, solo esperando sus días finales.
Su
cuadro es tan dramático y desolador, que me relató de manera tétrica que ni
siquiera sus vecinos quieren saber de él, porque cuando los “vientos soplaban a
su favor ni los saludaba” y sus palabras finales fueron de que tenia ordenes de
irse a otro lugar carcomido de las deudas y compromisos diversos.
Algunos
de mis compañeros de trabajo sin importar las condiciones y las añoranzas se
divorciaron por los recursos que recibían sin prever su procedencia y hoy,
algunos de ellos ni se sabe donde andan.
Su
pasajera bonanza se esfumo descarriada por los dedos de sus manos, a pesar de
haber logrado buenas posiciones económicas y me restregaban el hecho de haber
sido “tímido” o pendejo por no seguirlos a ellos, sabiendo, y conscientes que
sus fortunas la lograron mediante subterfugios y pensaron que nunca acabarían.
La mayoría
de ese dinero quedó “clavado” en casinos, resorts, lujosas cabañas, licor Stop, lavaderos, y quien sabe en cuales
otros lugares.
Sin
embargo, eso a mí nunca me importó.
Su ambición
fue tal, que obtuvieron conquistas a granel que en sus momentos de bonanza, viajes
frecuentes al extranjero hasta me “aqueresaban”.
Y mi
madre me decía: Lo ajeno es de su dueño.
El que
se roba un huevo se lleva un pollo.
Después
carga con una vaca.
Su temperamento
era tan fuerte que me decía “yo no quiero ver a uno de mis hijos en la cárcel,
porque se me caen las alas del corazón y nunca voy a ir a verlo y prefiero que
se pudra detrás de las rejas”.
Otras
de sus advertencias era: No busquen problemas con nadie.
“Si
alguien lo provoca traten de evitar pelear y si ya no hay remedio denle por la
barriga cuestión que no vaya a votar sangre”.
Y si por
eso tienen que ir a pagar alguna multa yo siempre tengo los 5 pesos con 75
centavos que era lo que imponía el tribunal cuando se trataba de “simple Policía
cuando se refería a las “garatas sin sangre”.
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