Mausoleo del Maestro en Santiago es un "arrabal".

Mausoleo del maestro en Santiago es un arrabal

Por Marcelo Peralta.

Santiago, R.D.-Revestido de perfección, relevancia y maestría dentro de su género, ni siquiera después de muerto tiene sosiego.

En el Cementerio de la calle 30 de Marzo existen algunos mausoleos, ordenados en donde guardar decentemente los restos mortales de personalidades sobresalientes.

Hay de ellos que sobresalen por sus maravillas arquitectónicas; mientras el que ha sido construido para honrar las memorias de maestros y maestras parece un “arrabal”.

Este momento erigido al instructor de los venideros profesionales, esmerado en la formación de niños, adolescentes, jóvenes y adultos para el porvenir y defensa de la Patria está olvidado,  desorganizado y abandonado.

El hombre y la mujer que se ocupan de la formación básica de los alumnos ha sido relegado por el sistema dominicano, porque no tiene “dolientes”, tampoco defensores, ni siquiera después del cambio al desaparecer físicamente del globo terráqueo y pasar a la otra etapa.

Este lugar en donde se depositan los huesos de esos abnegados hombres y mujeres, formadores de los profesionales que ha de tener el país, para recodar su memoria debía estar en escenarios de interacciones simbólicas más respetados.

Ellos y ellas constituyen parte ineludible del devenir nacional, integrantes por méritos propios de su gran labor social, histórica,  cultural y fundamental para el desarrollo del país y del mundo debía mejor ponderado.

Con la construcción de recintos funerarios dedicados a héroes y mártires con características monumentarias refuerzan la labor de preservar tradiciones.

No obstante, algunos de esos héroes que reposan y esperan por su redescubrimiento, por el valor de la estima personal y no colectivizada, por el detalle que les conmovió, los llevó, parafraseando, balbuceando el Himno Nacional, palabras entre cortadas, quienes ya han muerto forjando a los venideros defensores de la Patria deberían descansar en sosiego para la satisfacción de sus familiares.

Se impone que desde las autoridades municipales, provinciales, nacionales haya consenso para que ese escenario del mausoleo del maestro sea modificado y adecentado.

Construido por el Comité Pro Día de Las Madres en el año 1929 en pleno gobierno del presidente nativo en Tamboril Horacio Vásquez, su diseño y espacio están obsoletos.

Hoy es necesaria una narrativa que relacione el hecho, los antecedentes, el contexto, las previsiones de cómo influirá, la multiplicidad, diversidad de fuentes con sus heterogéneos juicios analíticos; de valor, dar existencia a nuestros maestros y maestras al desaparecer físicamente de la faz de la tierra.

Quienes se dedican a la enseñanza pública y privada son promotores de valores, por lo que debía recibir mejores “tratos” en viva y después de sus muertes.

Los ricos no solo debían ser los personajes fundamentales de la historia, sino que sin privilegio son el hombre y la muerte que aporta a la Patria.

La sociedad obvia, muchas veces el ineludible rol de los maestros.

Muchos de esos ricos, empresarios, políticos, presidentes, diplomáticos aprendieron a leer, a escribir, documentarse al ser formados por los maestros, las maestras.

Las condiciones del mausoleo de los maestros en el cementerio Municipal de la calle 30 de marzo en Santiago de los Caballeros, es una preocupan por el deterioro, diseño atrasado, los ataúdes no caben por lo estrecho.

Más, su aspecto deprime a los ciudadanos sensatos que visitan ese sagrado lugar.

Otro dato, es que desaprensivos se apropiaron del espacio en donde desfiguraron en el entorno.

Como el maestro es desvalorizado en la República Dominicana hay autoridades que no siquiera se “inmutan” ante esta situación.

En ese prevalece una nueva incipiente y tímida mirada de la sociedad ante este acontecer.

La historia debe contarse desde su generalidad como hecho y trascendencia para el devenir de la sociedad inserta siempre en un contexto específico y amparado por las singularidades de cada época.

Al igual, empiezan a aflorar los héroes bajados del mármol inaccesible para convertirse en aquellos hombres y mujeres de carne y hueso que entregaron sus tiempos a formar a los venideros forjadores de la dominicanidad.

Maestros y maestras, al entregar a la sociedad sus mejores tiempos y abandonar las aulas por antigüedad en el servicio, enfermos, con deudas económicas, muchos viudos, viudas, sin hogar en donde malvivir los últimos días de sus vidas, sin seguros médicos, pasar a ser “héroes y heroínas” van al anonimato, aunque erigieron los arcos de triunfo para millares de dominicanos son vistos como “actores perdidos en el desinterés de los vivos”.

Los mausoleos y panteones son los espacios propicios para la labor con fines patrióticos e históricos, los cuales no siempre alcanzan sus objetivos, metas y quedan reservados solo para cumplimientos de actos y recorridos en fechas pactadas casi siempre por la tradición.

A los maestros y maestras, se requiere que al morir  les dejan las marcas identitarias para que sus deudas puedan visitar el lugar para recordar sus hazañas.

Tomando como paradigma la incesante búsqueda de identidad es reconstructora, rehacedora, que no se trata de que se pretenda hallar algo, sino que se contribuya a la realización histórica de aquellos hombres y mujeres abnegados que lo dieron y lo han dado “todo en su vida” por el bienestar de la Patria.

La identidad resultante no es la suma de datos, costumbres y tradiciones, sino un proyecto movedizo de nacionalidad que gira indefinidamente en torno a un ideal colectivo cambiante y diverso.

Justo y real sería socializar y aprehendemos sentimientos, porque sin símbolos nada podríamos instituir como referente propio y social para conocimiento de las vendieras generaciones.

Con este mausoleo a los maestros se rinde culto a esos héroes anónimos, porque hicieron y hacen sacrificios pedagógicos en aras de salvaguardar los principales valores patrióticos inculcan lo mejor de la educación dominicana.

Es innegable el valor histórico el hecho de crear un mausoleo a los maestros en Santiago de los Caballeros, porque son héroes que inspiran la consolidación de una nación por sus valores, identidad, esfuerzos por revolucionar las distintas situaciones que se puedan crear en el país, ya que “ninguna idea se pierde en el ondular y revolverse de los vientos”.

Por una imperiosa necesidad, sería saludable que las autoridades construyan un nuevo mausoleo que honre las memorias de esos valerosos hombres, mujeres educadores, donde se recuerden a aquellos que físicamente ya no están entre nosotros y que no tuvieron nichos decorosos para su reposo definitivo.

Quizás que un día en la Patria que nos legaron Juan Pablo Duarte, Matías Ramón Mella, Francisco del Rosario Sánchez, Santiago Rodríguez, Gregorio Luperón, se recorran los campos del indómito Santiago de los Caballeros, los huesos de los maestros y maestras, para juntarlos en una gran tumba y declararlos, mártires como decía el Apóstol cubano José Martí: Que “ningún mártir muere en vano, ni ninguna idea se pierde en el ondular y en revolverse de los vientos”.

También, José Martí
añadía que aunque traten de alejar el mausoleo del maestro y la maestra, sin embargo, que “siempre queda en la memoria de los vivientes el hecho de haberlo visto pasar”.

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