Ciudad de Alejandría y los mil palacios hundida en el mar por 17 siglos a su rescate vuelve a ser historia.
La antigua ciudad
de Alejandría que durante 17 siglos descansó en el fondo del mar Mediterráneo fue
descubierta en 1998.
La mayor parte todavía se hallaba bien cuidada, a pesar de
todos estos años y su principal atracción el Palacio Real de Cleopatra con
pisos de mármol, columnas gigantescas, decoraciones y una linda estatua de una
esfinge.
La llamada Ciudad de los Mil Palacios, fundada por Alejandro
Magno, grupos de legendarias de la
región canópica de Egipto se hundieron en el agua; el fango porque el
suelo no soportó el enorme peso de los suntuosos templos, edificios de
aquél momento, incluyendo el Palacio de Cleopatra, situado en el mítico Portus
Magnus de Alejandría, el mayor instrumento de poder que había en el mundo en
aquél momento.
El arqueólogo submarino Franck Goddio, descubridor de
estas ciudades sumergidas en la Bahía de Abukir, en el Norte de Egipto.
Franck Goddio, que desde 1992 dirige los trabajos
arqueológicos de ciudades sumergidas como Canopo, Heraclion y Alejandría, ha
venido a España para preparar la llegada a Madrid de más de 500 piezas
arqueológicas recuperadas en estos últimos 15 años por su equipo de la
Bahía de Abukir, y que se exhibirán, a partir del 16 de abril, en la exposición
'Tesoros sumergidos de Egipto', que acogerá el Matadero Legazpi Madrid.
El arqueólogo submarino explicó en una entrevista
concedida a este periódico que antes de que los maremotos y 'tsunamis'
cambiaran el perfil de las costas del Norte de Egipto, allá por el año 303 A.C.
las ciudades que se localizaban en esta región africana fueron víctimas
del llamado «fenómeno de liquefacción» y los enormes y pesados templos y
palacios provocaron que el suelo se abriera y se los tragara literalmente.
«El lodo del Nilo está compuesto por cristales que, a
su vez, contienen agua dentro. Si se ejerce una presión muy grande sobre esta
superficie, los cristales se juntan y dejan escapar esa agua que, en una
fracción de segundos, es evacuada provocando que la tierra pierda entre el
50 y 60% de su volumen, por lo que todo lo que esté construido sobre este suelo
se viene abajo», indicó Goddio.
Los palacios y templos que han encontrado Goddio y sus
submarinistas en las oscuras y contaminadas aguas de la Bahía de Abukir
son los más grandes que se construyeron nunca en Egipto.
«Eran obras
colosales. El peso de estos edificios y el desplazamiento del agua hicieron que
ciudades como Heraclion, Canopo y el Portus Magnus de Alejandría se hundieran.
La monumentalidad de estas construcciones fueron la causa de su hundimiento»,
señaló el célebre arqueólogo francés.
En cuanto a otro de los mitos de estas ciudades, el
fabuloso Faro de Alejandría, y que el equipo de Goddio ha buscado sin descanso
en estos últimos 15 años, el arqueólogo francés ha llegado a la conclusión de
que lo único que queda de esta construcción es el mito. «Ya no buscamos el
faro.
Hemos parado las prospecciones geofísicas, ya que los restos del faro no
están bajo estas agua, ni en ningún otro sitio», explicó.
Goddio está
convencido de que el legendario faro de más de 150 metros de altura del que habla
la historia, fue destruido en varias ocasiones antes de que se cayera por
última vez.
«El faro que se cayó en el siglo XIV no tiene nada que ver con el
que veía la reina Cleopatra desde su palacio».
Franck Goddio es una celebridad en el mundo de la arqueología.
En 1984, casi de la noche a la mañana este elegante caballero francés pasó de
ser el asesor de presidentes de gobierno a cuenta de la ONU, a convertirse
en el Indiana Jones de la arqueología subacuática.
Tras descubrir
importantes e históricos pecios en varios lugares del mundo, como el galeón San
Diego en aguas de Filipinas, en 1992, el Gobierno egipcio le encomendó la
misión de encontrar los restos de la ciudad sumergida de Alejandría.
Desde
entonces, junto a un equipo de expertos buceadores, ingenieros y arqueólogos,
ha conseguido rescatar del fango del Nilo más de 18.000 objetos, algunos
de ellos de incalculable valor.
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