Independencia Nacional
Por Marcelo Peralta
mperiodista1958@hotmail.com
Es bien sabido que muchas personas escriben la historia de un pueblo, de una persona y de un país.
Hacer historia, la hacemos todos.
La República Dominicana se apresta a conmemorar un aniversario más de la Independencia Nacional que recuerda la gesta patriótica ganada el 27 de febrero de 1844.
Esos prohombres de la estirpe de Juan Pablo Duarte, Matías Ramón Mella, Francisco del Rosario Sánchez y los demás patriotas lucharon para que los dominicanos hoy fuésemos libres, soberanos e independientes de toda potencia extranjera.
Pero que se luchó contra el yugo haitiano, sin embargo hoy nos están quitando el espacio.
Los ve en lugares inhóspitos.
Donde usted no se imagina que hay seres humanos ahí divisa la presencia de haitianos.
Ya han despojados a los hombres del campo de su hábitat.
Ocupan las ciudades.
Desplazan a los nativos de los trabajos.
Los asesinan y los amenazan.
En los hospitales atienden a los haitianos mejores que a los dominicanos.
Y eso debe darnos pena.
Hoy los hombres del campo son copla sin alegría.
Los dominicanos que ayer cultivaban la tierra, hoy son pardos contra el suelo.
Esos hombres a quienes les brillaba las espaldas del sudor, hoy son como el surco que va y surco que viene.
Parece que no hay perspectivas de solucionar la migración.
Ya no sirva la rueda del arado arrastrado por los bueyes como se percibía cuando éramos niños.
Hace muchos años que desapareció el azadón uncido a la tierra.
Aquellos nobles hombres de campo, hoy están en el olvido y en la desesperanza.
Han sido reemplazados por haitianos.
La verdadera historia de República Dominicana no es la de los políticos ni de sus afanes de lucro, sino la de sus pueblos y sus gentes.
Los agricultores han mermado y están desapareciendo.
Permanecieron por décadas en los campos manteniendo su propia vida.
Los políticos cada 4 años aprovechan su ignorancia para engañarlos.
La historia de un pueblo no está escriba con esos signos de políticos que ellos alardean de que cuidan tanto como si fuera de su propiedad.
Cualquier político "viralatas" cree que puede hacer y deshacer de las propiedades del país.
Las cosas que hay en el país es de todos, no de un grupito.
Antes cada agricultor lograba entenderse con una especie y conectarse con su ciclo natural.
Así podían conversar con la naturaleza, ocuparla, protegerla y protegernos a todos.
Eso no se ve.
Los ritmos de trabajo de los agricultores eran distintos, las paisajes y las miradas.
República Dominicana era un pueblo que sabía lo que hacía.
Los malos políticos revestidos de dominicanos lo han dañado.
En las noches sus gentes salían a los patios de sus casas a bailar y recrearse con la luz de las estrellas que tanta maravilla aportaba al medio ambiente.
Todos vivían del contacto con la tierra y sus avatares.
Algunos se divertían con los rugidos, balidos de los sonidos de aves y animalitos nocturnos era como si cada uno podía decirlo todo sin pronunciar palabras.
Nuestros hombres contaban como crecían los árboles, florecían las plantas, nacían los frutos, crecían los ríos, en fín nos daban cada detalle.
Esos grandes detallistas, todos que podían solazarse contando sus propios mundos, ese era su poder.
Pero a todos y todas, la vida se nos fue apagando.
Esos hombres y mujeres dejaron de tener energías para hacer lo de tiempos inmemoriales.
Con el pasar el tiempo todo se fue apagando.
Hasta el rocío que cubría la tierra por las mañanas se nos fue.
Nuestros hombres más valientes decidieron viajar a las ciudades a formar las tierras del caos.
Las principales mujeres, hombres y niños vieron que no podían quedarse más en los campos y decidieron partir.
Los campos se fueron quedando vacíos y deshabitados.
Ríos que daban vida a las personas, animales e irrigaban las tierras para producir frutos hoy están moribundos y agotando sus vidas.
Hoy pueda que miles de gentes respiren en paz, pero abatidos por la delincuencia, criminalidad, sobresaltos, inseguridad, fatiga, vicisitudes y otros sinsabores socavan sus vidas.
Ojalá en un porvenir podamos tener esperanzas de un país mejor.
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