El burro por delante
Por Néstor Estévez
Ocurrió una
mañana de enero. Retornábamos de las vacaciones de Navidad y nos preparábamos
para dar seguimiento al año escolar.
Como parte
de la ambientación, el profesor había solicitado que contáramos experiencias
relacionadas con nuestras celebraciones navideñas. Uno que de todo quería
hablar, sin ni siquiera pedir la palabra, se adelantó a narrar:
- Profe, el
día de Nochebuena, yo y mi hermano mayor…
-¡El burro
por delante, para que no se espante! –dijo, al unísono, casi la clase completa,
logrando tanto espantar como aleccionar a quien desde ese día pasó a ser
conocido como “El burro”. Pero ahí no queda todo. El muchacho aprendió la
importancia del orden de las cosas, entendió la utilidad de priorizar, y hoy es
un exitoso empresario.
Si bien es
cierto que hago referencia a una forma de acoso o violencia juvenil escolar,
con lo que obviamente no hemos de concordar, no menos cierto es que aquella
experiencia terminó aleccionando a quien, desde ese día, más nunca volvió a
autonombrarse antes que a los demás.
La anécdota
viene a servir para reparar en que, quizás por lo acelerado que todo parece
marchar ahora, hemos perdido de vista cierto orden para muchos aspectos de
nuestras vidas.
En concreto,
invito a reparar en un cambio fundamental en la sociedad dominicana: aquel país
básicamente rural de hace algunas décadas se ha ido transformando a muy alta
velocidad. Hace cuarenta años, República Dominicana, además de seguir siendo
considerado un país eminentemente agrícola, contaba con la mitad de la
población en la zona rural.
Hoy no solo
se tiene menos de un 18% de habitantes en el campo, sino que, según se ha
publicado recientemente, la producción agrícola depende en más de un 90% de mano
de obra extranjera.
Así lo
revela el “Estudio descriptivo-exploratorio sobre el mercado laboral en el
sector agrícola y su necesidad de mano de obra extranjera”, realizado por el
investigador José Miguel Macías, en conjunto con el Instituto Nacional de Migración
(INMRD).
Solo fijar
la atención en ese tema implica la suficiente complejidad como para que ello
obligue a la construcción de consensos en torno a la priorización de acciones
que habrían de incidir en escenarios que tocan ámbitos como lo económico, lo
social, lo cultural, y lógicamente temas de corte legal, financiero, político y
administrativo, entre otras áreas.
Penosamente,
en una sociedad donde “to' e' to' y na' e' na'” parece resultar más oportuno que lo prioritario
sea decidir sobre la creación de una nueva provincia, soportada en argumentos
como “para yo ser recordado como el único legislador que ha creado dos
provincias en este país”, y todavía peor: “para que algún día, si no a un
municipio de una de esas provincias, por lo menos a una avenida o a una calle
importante le pongan mi nombre”.
En esa misma
sociedad, aunque hace algunos años se celebraba que por fin se descansaría de
las elecciones cada dos años, ahora damos la impresión de que nos hace falta
que se nos entretenga y se nos desvíe de lo esencial mediante el uso de temas
muy propios del período de campaña.
Hace algunos
años que se enarbolaba como gran logro contar con un instrumento que nos
encaminaba hacia “un país próspero, donde las personas viven dignamente,
apegadas a valores éticos y en el marco de una democracia participativa que
garantiza el Estado social y democrático de derecho y promueve la equidad, la
igualdad de oportunidades, la justicia social que gestiona y aprovecha sus
recursos para desarrollarse de forma innovadora, sostenible y territorialmente
equilibrada e integrada y se inserta competitivamente en la economía global”.
Hoy vale
preguntar: ¿Qué relación guardan esas “prioridades” con esa visión de país?
¿Por qué resulta tan difícil lograr avances en ordenamiento territorial,
mientras operamos tan a la ligera en división territorial? ¿Para quién es la
mejoría de vida que viabilizan tantas decisiones a la ligera? ¿A quién le
estamos dejando la labor de analizar, desarrollar y gestionar los procesos de
planificación en los territorios? ¿De verdad estamos comprometidos con
los Objetivos de Desarrollo Sostenible de cara al 2030?
Posiblemente
haga falta que volvamos a aquella aula de mi bachillerato para que, quizás
también a coro, nos repitan: -¡El burro por delante, para que no se espante!
Comentarios
Publicar un comentario