Golpes de pecho
Por: Néstor Estévez. Periodista Reside en Santo Domingo.
Como regla general se asume que el cerebro
piensa y que el corazón siente. A la luz de ese supuesto suele asumirse que nos
enamoramos con el corazón, y que tendría que ser muy fuerte un enamoramiento
para ponernos en riesgo de perder la cabeza.
Partiendo de esa regla, a casi nadie se le
ocurriría incluir una imagen del cerebro en un mensaje a la persona amada. Se
le sigue atribuyendo el protagonismo al corazón. Aunque el tema da para mucho,
esta vez, sin evadirlo, abordaremos una manifestación muy generalizada,
relacionada con la expresión que pone título a este breve escrito: los golpes
de pecho.
Se asume el golpe de pecho como un signo de
dolor y de contrición, que consiste en darse con la mano abierta o con el puño,
en el pecho, en señal de pesar por haber faltado o cometido algún pecado.
Esta expresión desborda al mundo
judeo-cristiano. Darse golpes de pecho es un ritual de luto muy común entre los
musulmanes. Así como en los cultos católicos suele dedicarse un momento para
golpearse el pecho mientras se expresa arrepentimiento, entre musulmanes, este
ritual generalmente tiene un ritmo suave y va acompañado con la recitación de
poemas y epopeyas.
Pero, además de estas expresiones de corte
religioso, los golpes en el pecho han adquirido un sentido figurado, a modo de
arrepentimiento público por algún hecho reñido con ciertas normas.
Entre los hechos que podrían motivar golpes de
pecho, aunque a simple vista no lo parezca, deben estar los mensajes que
producimos y emitimos, y hasta los que solo reenviamos.
Esta etapa, en la que “todos comunicamos para
todos”, nos ha llegado sin la preparación que se requiere para saber lo que se
“tiene entre manos”. No es que todos necesitemos estudiar comunicación. Es que
resulta de gran utilidad, y hasta imprescindible, conocer muy bien lo que
hacemos.
Es que los estímulos provocan sentimientos.
Los sentimientos generan actitudes. Y las actitudes suelen tener consecuencias.
Así es como se explica que determinada música nos provoque bailar o nos
traslade a ocasiones y situaciones muy diversas, y que cualquiera de esos
sentimientos nos mueva a realizar algunas acciones.
Así mismo ocurre con cada mensaje que emitimos
o recibimos. Pero no todos disponemos del “cedazo” para separar, clasificar y
escoger lo que conviene en cada momento o lo que haremos con cada estímulo que
nos llega en forma de mensaje.
No todos hemos tenido oportunidad para conocer
el denominado paradigma de Lassuwell. Por eso no solemos reparar en
preguntarnos: ¿Quién dice qué? ¿Por dónde lo dice? ¿Por qué lo dice? ¿A quién
se lo dice? ¿Con qué efecto?
Entonces ocurre que, independientemente de que
estemos emitiendo o recibiendo mensajes, esas preguntas son determinantes para
los resultados de lo que hagamos al comunicar.
Valdría preguntarse: cuando leemos, vemos o
escuchamos un mensaje que nos llega por cualquiera de las denominadas redes
sociales, ¿quién aplica el paradigma de Lasswell? ¿Te haces aquellas preguntas
o simplemente das riendas sueltas a tus sentimientos y hasta a tus acciones?
Vamos ahora con “la otra cara de la moneda”.
Cuando vas a enviar o a reenviar algún mensaje, ¿te haces aquellas preguntas?
¿Mides las posibles consecuencias de lo que estás haciendo?
En una sociedad en donde el individualismo
campea y parece apabullar el más mínimo intento por retomar formas de
relacionamiento más sostenibles entre las personas, se vuelve más que
imperativo encontrar referentes del bien hacer y del mejor ser.
En ese sentido resulta de gran utilidad
retomar sendas que orienten y estimulen enfoques que nos permitan sentirnos
identificados con las personas con las que interactuamos. Pero además
necesitamos fijar nuestra atención en quienes pudiera incidir lo que hacemos,
en el caso de quienes hemos escogido el oficio de comunicar.
Aprender y revisar se convierten en dos verbos
(actividades) muy útiles a la hora de comunicar. Para quien comunica sin saber
“lo que tiene entre manos”, le vendría muy bien aprender para entender y
orientar sus acciones.
Para quien sabe la real connotación de
comunicar, no estaría de más revisar. Es posible que esté necesitando algunos
golpes de pecho.
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