El sabotaje electoral, un duro golpe al sistema democrático.
Alfredo Cruz.
El abominable y bochornoso
atentado, sin precedente en la historia democrática reciente.
El pasado domingo 16 las
elecciones municipales que se celebrarían en todo el país, en los 158
municipios y en los 235 distritos municipales fueron abortadas mediante un
sabotaje al equipo de tecnología de la Junta Central Electoral (JCE). En ellas
se escogerían unos 3,849 alcaldes (as), vice alcaldes (as), regidores,
directores, vocales y suplentes.
Dicho
sabotaje se realizó en los grandes municipios donde funcionaría el voto
automatizado de la JCE, en los cuales muchos colegios electorales no pudieron
funcionar. La JCE decidió anularlas por completo.
Desgraciadamente nuestro
sistema electoral tiene un costo muy elevado, irresistible, para un país pobre,
en vía de desarrollo, pues si incluimos las Primarias celebradas en octubre
pasado en las que solo participaron los dos partidos mayoritarios y las
abortadas el pasado día 16, serían cinco las elecciones que se celebrarían en
cuestión de meses.
A
los actuales jueces de la JCE, órgano rector de nuestro sistema electoral se
les debe dar un voto de confianza, aun en medio de los tantos errores
cometidos; falta de autoridad, incapacidad y deficiencias. Pedir la renuncia de
los mismos en estos momentos, como lo vienen haciendo algunos sectores
políticos y sociales, es un craso error, pues el remedio podría resultar peor
que la enfermedad, ya que dentro de esta crisis y con los plazos encima, no se
dispondría del tiempo suficiente para el acoplamiento de los nuevos
incumbentes, en un proceso tan complejo, como el que se está organizando.
Este abominable y
bochornoso atentado, sin precedentes en la historia democrática reciente, es un
duro golpe al sistema constitucional y democrático, el cual atenta contra la
paz social, la estabilidad política, económica y financiera; contra el
crecimiento y el desarrollo que disfruta nuestro país y envía un mensaje
negativo a la opinión pública internacional, que puede afectar la confianza y a
las inversiones extranjeras.
En
esta crisis electoral urge que todos los actores de la vida nacional: clase
política, empresarial, religiosa y social, propicien una salida armoniosa a la
misma, pues al país no le conviene que en medio de varios procesos electorales,
esta desemboque en una crisis política. Tenemos que evitar el colapso y que
sucumba nuestro frágil sistema electoral, pues en medio de la tormenta,
necesitamos salvar las elecciones municipales programadas para el 15 de marzo
próximo, que son la garantía para las presidenciales y congresuales de mayo, y
posiblemente, de las de junio, si hay segunda vuelta. Es decir,
Debemos actuar con mucha cautela, prudencia y comedimiento, evitando los
excesos y evitar que las pasiones personales y partidarias sean colocadas por
encima de los intereses del país, pues este está primero.
Los responsables materiales e
intelectuales de este bochornoso y aberrante hecho y de esta estocada mortal a
la democracia y a la institucionalidad del país, deben ser investigados hasta
las últimas consecuencias y condenados con todo el peso de la ley, pues este
delito tecnológico pone en riesgos la seguridad del Estado Dominicano.
Cada una de esas elecciones le cuesta al
país miles de millones de pesos, sin contar los millones que invierten los
candidatos y los aportes del sector privado. Nuestro país tiene una gran deuda
social acumulada y adolece de muchos problemas básicos que no han podido ser
resueltos en más de cincuenta años de democracia representativa, lo que la
convierte en la más costosa del mundo, sin embargo, avanzamos muy lentamente.
En el “Mes de la Patria”, en el que
celebramos nuestra independencia y el 207 aniversario del natalicio de Juan
Pablo Duarte, la anulación de las elecciones municipales constituye un
irrespeto, una: bofetada, deshonra, burla y afrenta al Padre de la Patria, al
hombre que creyó y confió en el Poder Municipal, como el Primer Poder de la
nación. Ojalá que este vergonzoso hecho no se repita jamás.
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