El mundo en rojo.
Así
lo explica a EFE el científico Alessandro Galli, director del programa
para el área mediterránea de Global Footprint Network, organización que, para
visibilizar la sobreexplotación de la naturaleza del modelo de producción y
consumo de la sociedad actual, calcula cada año el Día de Sobrecapacidad de la
Tierra.
Si en
1971 ese día -es decir, el momento a partir del cual la demanda de recursos de
la humanidad supera la capacidad natural del planeta de suministrarlos
anualmente- ocurría el 30 de diciembre, en 2022 la fecha se ha adelantado seis
meses.
El cálculo consiste
en dividir la biocapacidad de la Tierra entre la huella ecológica mundial -la
presión que la actividad humana ejerce sobre las tierras de cultivo, las de
pastoreo, las forestales y las edificadas, además de las zonas de pesca- y en
multiplicar ese resultado por los 365 días del año.
La
conclusión para este año revela que entre el 1 de enero y el 28 de julio el
mundo ha agotado el presupuesto natural de la Tierra para todo 2022.
Así,
se adelanta un día respecto a 2021, dado que la huella ecológica mundial ha
aumentado en un 1,2 % mientras que la biocapacidad solo se ha incrementado en
un 0,4 % en el mismo periodo.
Aunque
en las últimas cinco décadas la fecha no ha dejado de adelantarse, el ritmo se
ha reducido en los años más recientes, y en 2020 el Día de Sobrecapacidad de
la Tierra dio un salto repentino hacia atrás (ocurrió en agosto, en
vez de en julio) a causa de las medidas contra la pandemia.
Ese
año, como consecuencia del confinamiento para evitar la expansión del
coronavirus, “hubo por ejemplo una gran reducción en el uso de combustibles
fósiles para el transporte”, y la industria forestal experimentó otra
importante disminución, precisa Galli.
Con
todo, este experto matiza que, en términos generales, el único periodo de la
historia en el que ha habido una reducción de la demanda de recursos ha sido el
momento más crítico de la crisis financiera, “especialmente los años 2008 y
2009 para la región mediterránea«.
“Esto
indica que en los últimos 50 años la única reducción se ha dado a costa de la
disminución de la calidad de nuestras vidas”, lamenta el científico, aunque
asegura que se puede aspirar a otro modelo económico que no comprometa la
calidad de vida de las personas y que incluso la mejore respetando los límites
planetarios.
“El crecimiento
material, tal y como nos lo contaron, fue una estrategia que nuestras
sociedades -más bien, su sistema económico- puso en marcha hace décadas, cuando
los recursos no eran un factor limitante, para mejorar nuestra calidad de
vida”, aduce Galli, pero asevera que “ahora el juego ha cambiado- somos
demasiados, y esa estrategia ya no funciona».
Sin
embargo, el agotamiento de los recursos no es equitativo a nivel mundial, pues
unos países (generalmente, los estados septentrionales) tienen una huella
ecológica muy superior a los que se agrupan en lo que se suele denominar el sur
global.
Global
Footprint Network calcula esa fecha ajustada a cada país- en Estados Unidos y
en Canadá, por ejemplo, este año el día fue el 13 de marzo, mientras que para
España ha sido el 12 de mayo, y la de Ecuador ocurrirá el 6 de diciembre.
Posibles
soluciones
El
equipo de Galli ha investigado durante dos años las diversas alternativas que
se han demostrado efectivas para minimizar el impacto ecológico y ha compuesto
una base de datos, una suerte de abanico de soluciones llamado “El poder de la
posibilidad”, enmarcado en la campaña “Move The Date».
Galli
arguye que habría que cambiar la “inercia” que mueve a los humanos y que “ha
acostumbrado a hacer las cosas de una determinada manera”, y apostar por nuevas
formas de producir -y consumir- alimentos, así como de moverse y de ocupar el
territorio (en ciudades más compactas, por ejemplo).
Por
ahora, no obstante, las soluciones se han identificado sobre todo a nivel
local, y el problema principal, según Galli, es cómo llevarlas a escala global,
“pero todavía no veo que haya la voluntad política necesaria para ello”,
concluye.
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