El placer de comunicar
Son
muy diversas las formas de experimentar placer. Pero el placer relacionado con
el reconocimiento público suele tener un encanto especial.
De
hecho, en la conocida “Pirámide de las necesidades” del estudioso
estadounidense Abraham Maslow, las clasificadas como “sociales” y “de ego” se
corresponden con el tipo de placer generado por la satisfacción que siente
mucha gente que dice comunicar.
Pero
eso no ocurre por azar. Sencillamente estamos haciendo alusión a una herencia
de ese período en el que descollaron los denominados medios de comunicación de
masas. Para las nuevas generaciones es conveniente explicar que hubo una etapa
en la que muchos medios lograron convertirse en una especie de “dueños de la
palabra de dios” por su extraordinaria influencia en las masas.
No
por casualidad, muchos fueron descubriendo que el uso de aquellos medios “abría
puertas”. Eso motivó que, aunque inicialmente existían criterios muy
excluyentes para que alguien pudiera abrirse paso en los medios, mucha gente se
la fue ingeniando para usar los medios como trampolín que ayudara al logro de
muy diversos propósitos.
Ocurre
que esa etapa ha sido seguida por otra en la que, a decir de muchos estudiosos,
“todos comunicamos para todos”. Desde hace unos años a esta parte, cada vez más
personas tienen oportunidad para usar muchísimos medios y difundir, sin
aparentes límites, todo lo que se les ocurra.
Pero,
¿significa eso que realmente comunicamos? De verdad, ¿todos comunicamos? ¿Qué
se esconde detrás de la aparente loable labor de “informar”? ¿Para qué sirven
informar y comunicar? ¿Cuánta gente está al tanto de lo que deja saber sin
hablar? ¿Qué es más importante: contar con mucha información o saber gestionar
la que se tiene?
Son
algunas preguntas, cuyas respuestas podrían orientar de manera muy
significativa nuestras acciones comunicacionales. Para quienes han logrado
descubrir la virtud de preguntarse, ellas se convierten en punto de partida
para lograr orientación y atinar al emitir y al recibir estímulos convertidos
en mensajes.
Vale
recordar que el verbo “informar” viene del latín “in” (lo de adentro) y
“formare” (dar forma), para así significar “dar forma a lo de adentro”. Es así
como al informar asumimos la tarea de dar forma a lo que alguien ha de tener en
su cerebro con respecto a algo. Y al revés, cuando nos informamos estamos dando
el poder a alguien para que dé forma a lo que tendremos como idea sobre
determinado tema.
En
uno y en otro caso, podemos hacerlo de manera ingenua o sabiendo muy bien “lo
que tenemos entre manos” y las consecuencias de esas acciones. Es así como
muchísimas veces, posiblemente en la mayoría de los casos, ofrecemos
valiosísima información que solo logra decodificar y darle uso quien realmente
conoce de ello.
Si
asumimos “comunicar” como “compartir un referente” y como “vía para lograr
entendimiento”, entonces resultará comprensible que la información es parte muy
importante para poder lograr comunicación. En consecuencia, tanto informar como
comunicar, en tiempos caracterizados por esa real imposibilidad de gestionar la
sobreinformación, se han convertido en actividades que requieren muy alto nivel
de especialización.
Visto
esto, una aclaración es más que pertinente: no es que todos necesitemos
estudiar comunicación, pero solo quien logra el suficiente nivel de criticidad
y capacidad de discernimiento alcanza la posibilidad de gestionar adecuadamente
el flujo de mensajes que formarán parte clave en sus procesos de información y
comunicación.
Quien
no lo logre tiene como única vía ser destinatario de los más diversos
propósitos (y hasta despropósitos) que a cualquiera se le puedan ocurrir. Se
convertiría en una especie de depósito de lo que otro escoja, con el
consecuente riesgo de lo peor.
Quien
aprenda a gestionar la cantidad cada vez más grande de mensajes, incluyendo una
inmensa mayoría camuflados, contará con oportunidad para escoger entre dos
vías: usar ese conocimiento para sacar provecho a costa de los demás o asumir
la información y la comunicación como herramientas para agregar valor a sus
relaciones.
Como
se puede notar, aunque para muchos solo se trate de un placer, informar y
comunicar son llaves que sirven para lograr propósitos.
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