Locución y sociedad.

Por Néstor Estévez

Cuando todavía le quedaban algunos años al milenio pasado, en medio de una sesión de grabación, tuve la oportunidad de conocer la activación de voz por texto. Me la mostró Carlos Benoit, en un modernísimo estudio de grabación.

Recuerdo muy bien que hasta nos pusimos a “inventar”, aprovechando que aquella máquina sólo “entendía” inglés. Por ello resultaba muy divertido lograr que el simpático y novedoso (para la época) software pronunciara palabras como mondongo, sancocho o pipián. Aquella vez no se nos ocurrió que el artefacto dijera “pa'nde va Tatica”, queriendo preguntar ¿hacia dónde se dirige Altagracia? Habría sido un trabajo muy complejo.

Poco después no solo tendríamos voz activada por texto, sino texto activado por voz, entre otros muchos impresionantes logros de la tecnología.

¿Para qué sirve la locución?

Desde enterarnos de lo que ocurre hasta “hacernos el ambiente”, sin olvidar el crecimiento en el gusto y demanda de personas que prefieren audiolibros (para escuchar en lugar de leer), sirven como indicativo del valor que desde hace mucho tiempo damos al hecho de poner intención en la voz.

Al principio, lo más probable es que solo se tratara de uno que otro sonido gutural emitido por aquellos humanos rudimentarios. Fue entonces cuando descubrir la utilidad que aquello tenía, para trasladar ideas desde un cerebro a otros cerebros, abrió todo un mundo a la posibilidad de emitir y recibir sonidos con propósito.

Hasta ese momento, solo los gestos se encargaban de portar toda la carga semántica de la comunicación. Bueno, gestos y algo más: de seguro que uno que otro “toma que lleva”, en sus más diversas modalidades, asumiría labor sustituta cuando los gestos no alcanzaran para lograr entendimiento.

Debió pasar mucho tiempo para que aquellos sonidos guturales fueran puliéndose y logrando mejor precisión a la hora de hacer saber sobre emociones, sentimientos, ideas y todo lo que quiera exteriorizar cualquier ser humano.

Algunos estudiosos han encontrado que las pinturas rupestres eran realizadas en puntos calientes y acústicos, donde el sonido hacía eco, en el interior de las cuevas que servían como lugar seguro ante las inclemencias del entorno.

Eso hace pensar en relaciones de representación entre los dibujos y los sonidos que producían los humanos en aquellos tiempos, dando inicio a lo que hoy conocemos como escritura.

¿No es esto un extraordinario referente del poder de la voz? Sencillamente, ese retorno del aire que, gracias a inspirar, ha llevado oxígeno a todo nuestro cuerpo para mantenernos con vida, es usado por la humanidad para explotar la capacidad de desarrollar un lenguaje multifacético y, con ello, mejorar la comunicación.

Habremos escuchado sobre aquellos navegantes que partieron de Europa, en agosto de 1492, quienes durante más de dos meses solo veían agua por todos lados, hasta que Rodrigo De Triana gritó ¡Tierra! ¿Qué habrán sentido al escuchar esa voz? También nos han contado sobre aquella jovencita en Nazaret, quien escuchó precisamente una voz que decía: “María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. Ahora vas a quedar encinta: tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús”.

Y todavía más. En todo el mundo, con énfasis en el ámbito judeo-cristiano, es muy conocido que una voz dijo: “Hágase la luz”. Y la luz se hizo. ¿Haría falta contar con más evidencias del poder de la voz? Bueno, quizás necesitemos conectar estos casos con el primer gorjeo convertido en voz, cuando una pequeña criaturita dice “pa” o “ma”. Y si no lo dice, hasta nos lo imaginamos, siempre con tal de sentir lo que nos provoca escuchar su voz.

Pues de eso se encarga la locución. Sencillamente se trata del uso de técnicas que nos permiten sentirnos dueños de un instrumento cuyo uso especializado ayuda a provocar sentimientos, pensamientos, estados de ánimo o ideas que sirven para lograr propósitos.

Ya sea con dotes naturales o por la integración de ciertas técnicas, todas las personas tenemos oportunidad de aprender a usar un recurso que sirve para influir en los demás. Como todo recurso podrá quedarse sin usar, también puede servir para dilapidarlo o para darle el más atinado uso.

Así, desde la locución, ya sea alegrando, estimulando, informando o simplemente acompañando, tenemos la oportunidad de ser determinantes para lo que ocurra en la sociedad.

 

 

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