Periódico digital Acento reseña que hace 100 años República Dominicana tuvo una pandemia
Más de 500 millones de personas
sufrieron este mal y en una cantidad por encima de los 50 millones
perdieron la vida, afectados por el terrible y contagioso virus que se alojaba
principalmente las vías respiratorias, provocaba neumonía y
otros síntomas colaterales que incrementaban el sufrimiento de los
pacientes y los llevaba a la muerte; especialmente en la población más joven y
menores de 50 años de edad.
La prensa internacional y las potencias europeas, para
entonces concentradas en el conflicto militar de la Primera Guerra Mundial, no divisaron
a tiempo la desgracia que apareció un día en territorio de Francia y desde allí
se introdujo hasta España, haciéndose indetenible, avanzando por países,
abarcando continentes, viajando por la vía marítima, penetrando en ciudades y
campos del continente americano, hasta invadir las islas del Caribe,
estremeciendo en pocos meses las calles de Santo Domingo y de las regiones Norte, Este y Sur.
El desfile escolar de la paz en 1918
Lo que decía un científico europeo sobre la
enfermedad
En la primera semana de diciembre, cuando ya en países
europeos y de América se luchaba contra el temible virus, el Listín Diario del día 3 dio a
conocer una información fechada 29 de octubre en Roma, con el título “Epidemia que corre no es influenza”,
en la que se apuntaba que un tal “Profesor Clausri”, se atribuía haber
descubierto el “bacilo” de la llamada Influenza Española, asegurando que el
germen había sido transportado a Italia por prisioneros de guerra liberados por
Austria”.
“El micro-organismo descubierto por mí—sigue diciendo el citado profesor—se
llama bi-polar paliforme hemoséptico. Se encuentra en la sangre, es expectorado
por las víctimas y circula en la atmosfera que circunda a los infectados. Se
encuentra también en las expectoraciones de los convalecientes. Se desarrolla
lentamente, a menudo cinco días después de haber sido puesto en los tubos de
cultura. (…).
Las medidas profilácticas consisten en el aislamiento del enfermo
hasta la completa curación. Es imperativo para los médicos y los enfermos
cubrirse nariz y boca con mascara impregnada de mentol. Se hacen ahora
experimentos para perfeccionar una vacuna”.
Realmente este especialista italiano no descubrió la
vacuna para la cura de la influenza. La solución científica para contener la
aparición periódica del virus surgió en los Estados Unidos en los años
cincuenta; sin embargo, no como pandemia, la gripe de la influenza siguió
matando cada cierto tiempo a millones de personas en el mundo.
La ruta de la Influenza entre Europa y América
En los Estados Unidos se determinó que el virus
procedente de Europa ingresó a esa nación en la época de primavera a través de
Kansas y se hizo incontrolable para el verano de 1918; en poco tiempo la
enfermedad aparecida principalmente en los campamentos militares, fue copando
las principales ciudades de ese país, matando a más de 675,000 estadounidenses.
De
España pasó a Italia, lugar en que afectó antes de
terminar el mes de noviembre, a más de cien mil personas:
“Hemos notado como cruzaba el mar la plaga funesta y
posando su siniestra garra en pleno corazón de América la ha herido de muerte
en millares de sus hijos, muchos de ellos ilustres. Y, en América, la hemos
visto saltar del Continente a las islas y de Cuba penetrar en Haití y hemos
sentido sus pasos en la sombra cuando traidora y aleve ha cruzado nuestra
frontera y ha hecho sus primeras víctimas en Monte Cristy, el Cibao y el
Sur”.
La enfermedad entro por la frontera, atacando a
Azua y Barahona
De acuerdo a la prensa, el virus entró a Cuba durante
el mes de abril y para el día 31 de octubre, se publicaba se habían
detectado 4 mil casos de la infección en Camagüey, en un
periodo de dos días. De inmediato las autoridades cubanas prohibieron las
reuniones de familias en tertulias, para evitar el contagio, y ordenaron el
cierre de todos los espectáculos. Mientras en Santo Domingo, el 9 de noviembre,
se anunciaba las llegadas al puerto de la capital, de los vapores
“Marina” y “Santo Domingo”, procedentes de Puerto Rico, lugar donde había
aparecido un brote de Influenza; por esa razón, las dos embarcaciones fueron
puestas en observación durante 5 días, aunque se dijo que no había ningún
enfermo a bordo de las naves.
Ese mismo día 9, el señor R. Hayden, “Jefe
Superior de Sanidad”, responsable de la Oficina Superior de Sanidad de Santo Domingo, se dirigió a la
población por los medios escritos de entonces, pues en esa época todavía no
existía la radio, informándole a la población que la enfermedad amenazaba
invadir a Europa y América y que se estaban tomando medidas
oportunas para “oponerse a la invasión en el territorio de esta
República y empezó a protegerla contra la epidemia tan pronto como se
presentaron los primeros brotes en Cuba y en los Estados Unidos.
Luego supo esta Oficina Superior de Sanidad de modo
oficial, que la epidemia había aparecido en la República de Haití y por este
motivo se estableció una estricta cuarentena marítima y terrestre contra
aquella República”.
En ese momento, tanto la República de Haití como la
República Dominicana se encontraban gobernadas por militares norteamericanos,
por lo que se instruyó a la Guardia Nacional para establecer una
cuarentena y proteger los habitantes de la zona sur del país. Pero en ese
momento, ya en las provincias de Azua y Barahona, además de Montecristi, habían
aparecido los primeros casos de personas afectadas por la enfermedad.
Las Instrucciones preventivas fueron desoídas por
la población
En el referido boletín informativo de la Oficina Superior de Sanidad, el gobierno
militar, tal vez evitando provocar el pánico entre la población, observó que la
enfermedad que estaba afectando a varios países de la región del
Caribe, no tenía
esencialmente carácter grave, pero aclaraba que sus “complicaciones sobre todo la
pulmonía secundaria, revestía carácter gravísimo de consecuencia regularmente
fatales”, y que la misma se podía confundir con la gripe benigna a alguna otra
afección bronquial, recomendando “a todos los habitantes de la República que
acudan al médico desde que sientan los primeros síntomas de catarro con dolores
de cabeza y en las articulaciones: igualmente” que aíslen cuanto puedan los
casos que se les presenten, ya por indicación del médico ya por el propio
interés personal y familiar”.
Sin embargo, los habitantes de la ciudad de Santo
Domingo no prestaron atención a las informaciones preventivas y continuaron
inmersos en los preparativos de la celebración del fin de la Guerra Mundial y
de las fiestas navideñas.
Recomendaciones para evitar contraer la enfermedad
Las autoridades de salud, bajo dependencia del
gobierno militar americano, recomendaron un conjunto de medidas preventivas
para evitar la Influenza, entre ellas:
Evitar el contacto con otras personas hasta donde sea
posible; evadir las reuniones en el interior de los edificios, y en los
vehículos, así como en las reuniones en los sitios públicos.
Evitar contactos
con personas refriadas; dormir y trabajar al aire libre; conservar las manos
limpias y separadas de la boca; no expectorar o toser en sitios públicos; no
visitar a personas enfermas; alimentarse bien y evitar tomar bebidas
alcohólicas. También, cubrirse boca y nariz con pañuelos al momento de toser;
conservar los pies secos y sin humead; no reunirse ni besar a nadie;
mantener debidamente higienizados los utensilios usados para comer, y lavar las
ropas de cama, copas y platos.
En enero de 1919 la revista Renacimiento fue dedicada
al poeta Apolinar Perdomo.
Por igual, se exhortó a que todo el que tuviera
Influenza debía estar recogido en su cama y al cuidado de los médicos,
permaneciendo acostado durante tres días después de haber desaparecido la
fiebre. El enfermo no debía estornudar ni toser sin hacer uso de la precaución
indicada.
En cuanto a las complicaciones de salud que podría
ocasionar la enfermedad, se informó que la más grave era la neumonía, y se
aclaraba en el sentido de que las “consecuencias de la
Influenza son mucho peores que la influenza misma”. El boletín epidemiológico
del gobierno militar extranjero, terminaba llamando a la población a “no
alarmarse, pero es necesario protegerse y cuando cualquier persona
que se encuentre amenazada por la enfermedad de la misma crea que deber
solicitar la protección, la Oficina
Superior de Sanidad puede hacerlo en la seguridad de ser inmediatamente
atendida”.
Cientos de enfermos se conocieron en Azua y Barahona
desde finales de octubre, y los primeros dos casos en la ciudad capital se
presentaron en la Avenida Capotillo (hoy avenida Mella), en las personas de
Altagracia Acevedo y su hermano Francisco Acevedo. Ambos fueron trasladados de
inmediato, el 8 de noviembre, al Hospital Militar.
La alarma comenzaba a dar signos de prevención, pero
gran parte de la población tomó de manera incrédula la presencia del
virus mortal. De todos modos, el Departamento
de Sanidad declaró el 11 de noviembre que la Influenza era una
Neumonía Epidémica con características infecciosas, y se refirió a que el Departamento de Sanidad de Nueva York le
había informado a su público que este mal era en realidad una epidemia de
neumonía, pero que no se sabía de manera exacta el microbio que la producía,
aunque apuntaban que ya se tenía conocimiento de que los gérmenes se
transmitían por contactos entre las personas sanas y las infectadas.
Se desconocía la forma de combatir la Influenza
La Fiesta de la Paz para conmemorar el fin de la
Primera Guerra Mundial
Posiblemente uno de los principales problemas para la
ciencia de principios del siglo XX, fue determinar si la enfermedad contagiosa
que afectaba a la humanidad era producida por un germen, un bacilo o un virus,
lo que dificultaba su conocimiento y tratamiento; pero desde muy temprano se
entendió que la forma de transmisión era por contactos y que estaba relacionada
con las secreciones de la boca y nariz, por lo que se insistió en alertar a la
población para que se aislara y evitara entrar en relación cercana con los que
tenían el mal; además de protegerse la boca y nariz al momento de estornudar,
utilizando pañuelos debidamente higienizados.
La población ignorando la peligrosidad del momento
Mientras el problema iba poco a poca avanzando, a
mediados de noviembre se dio un alerta de prensa relacionado con la forma que en
la región Este del país se combatía la enfermedad, utilizando el producto
farmacéutico conocido como quinina, propio para el tratamiento del paludismo.
Ese proceder fue rechazado por algunos médicos de la
ciudad de Santo Domingo. A partir de la tercera semana
de noviembre, ya las noticias sobre el avance que iba teniendo la influenza
parecían alarmantes, pero la población no se daba por enterada:
El 14 de diciembre de 1918, por primera vez las
autoridades de República Dominicana publicaron un alerta oficial y definitivo
sobre la influenza, llamando a la prudencia y a tomar medidas, pero
lamentablemente la población de la capital estaba inmersa en los preparativos
para una gran “fiesta de la paz” para celebrar el fin de la Primera Guerra Mundial.
De manera irresponsable, las autoridades militares
extranjeras que gobernaban República Dominicana, pusieron a circular la información,
pero tratando de no entorpecer la referida fiesta. Dijeron a la
población que esa enfermedad era benigna, y que se debían seguir los
preparativos de la jornada conmemorativa. El aviso oficial estaba firmado por
R. Hayden, “Jefe Superior de Sanidad”:
La “súbita aparición de la INFLUENZA EPIDEMICA en esta
ciudad y alrededores. La enfermedad es en general de
carácter benigno. No se considera necesario en este momento interrumpir
las fiestas-pero, se
recomienda eficazmente que todas aquellas personas que tengan intención de
acudir al baile de la noche del 15 de diciembre dejen de hacerlo si
han tenido contacto en alguna forma con personas que hayan sufrido o estén
sofriendo de catarros, resfriados o Influenza”.
En Santiago la comunidad apoyo a los afectados por
Influenza
El 11 de noviembre de 1918 finalizó la Primera Guerra Mundial. Desde
principios de diciembre la gente no daba créditos a las informaciones que se
iban publicando; todos estaban concentrados en los preparativos de los bailes,
juegos populares y hasta un desfile de carnaval en el que se concentrarían
grandes cantidades de personas. Por ejemplo, el día 10 de diciembre el
Gobernador Civil de la Provincia de Santo Domingo hizo una alocución publicada
en los periódicos, que fue reproducida en primera página del Listín, invitando a los festejos.
El editorial del mismo periódico del día 12, trajo de
título “La ciudad en fiesta” y en otra parte del mismo diario la nota con las
crónicas de los festejos: “Los grandioso acontecimiento dela paz
mundial”. La celebración continuó los días 15 y 16 de diciembre con concursos
de nataciones y regatas en el río Ozama, competencia de palos
“encebao”, juegos acuáticos, fuegos artificiales en la ciudad y una “gran
verbena popular”. Además, se realizó un gran desfile estudiantil (El desfile de
la paz), y en los parques en horas de la noche, las tradicionales retretas.
La concentración de unas 6 mil personas en el Parque
Independencia y al terminar la
fiesta ya muchos estaban infectados
La Guerra Mundial posiblemente tuvo que ver con el
brote de Influenza en Europa, y por cosas de la vida, en Santo Domingo la
epidemia hizo estrago, debido a la imprudencia de las autoridades y de la
población que se decidieron a celebrar el final de la conflagración militar,
ignorando que ya la epidemia estaba en territorio dominicano. El 16 de
diciembre el editorial del Listín trajo el título: “La Influenza” y
en notas apartes, “Tratamiento de la Influenza” y “La Influenza y el Pueblo”.
En esa última nota, decía el periódico: “Al
fin hizo su aparición en nuestra Capital la terrible epidemia que ha diezmado cruelmente
importantes poblaciones como New York, Londres, Paris, Bogotá, Madrid, Caracas,
Santiago de Cuba, San Juan de Puerto Rico y otras ciudades”.
El mismo día, cuando ya en la capital habían fallecido
6 personas, las autoridades dictaron medidas de urgencia con el
cierre riguroso de las escuelas, teatros, y asociaciones de recreo. Se
prohibieron reuniones en sitios cerrados, y se procedió también al control de
precio de los productos alimenticios. La Iglesia Católica dispuso el
uso de la Catedral Santiago Apóstol como refugio para los enfermos y el Consejo
Municipal, dijo el Listín Diario, “se situó anoche en la altura de las
circunstancias con previsoras medidas, se adopta, en suma, actitud
general de identificación con la severa tónica de la hora”, mientras la
población de la parte norte o alta de la ciudad exigía más sitios hospitalarios
para “atender a los pobres”: “La ciudad necesita, con urgencia, hospitales de
emergencia y medicina barata. Sin ambas cosas, Dios sabe cuántas desgracias nos
tendremos que lamentar”.
La capital bajo las garras de la Influenza ya que
la enfermedad
había entrado por la frontera con Haití en noviembre y los
fallecidos en Barahona y Azua comenzaron a contarse por cientos.
Mientras que desde el día 8 de diciembre se informaba
de las muertes de los primeros dos “capitaleños” residentes en la calle
Capotillo. Entre los días 24 y 25 de diciembre, en plena fecha navideña,
fallecieron 27 personas y el día 30 la prensa trajo la dolorosa
noticia de la muerte del poeta Apolinar
Perdomo.
También en ese día se reportó el fallecimiento de otras 14
personas y el 2 de enero de 1919, otros 16. Poco a poco la cantidad de
fallecidos fue aumentando y la epidemia expandiéndose a ciudades y campos del
país. Pero lo peor no había pasado.
Sobre el poeta fallecido a consecuencia de la
epidemia, la revista Renacimiento en
la que él publicaba sus escritos, trajo una nota en la que decía: “El poeta ha
muerto! Ya no habrá versos de amores, rebosantes de erótico sentimiento, en
nuestros heraldos de cultura. Su muerte, sensible por demás, deja hondo duelo
en el corazón de los que a diario cambiábamos impresiones con él; ya al
encontrarnos en algunas de nuestras calles, ora en las Oficinas de Redacción
de Renacimiento, en cuyas
páginas dejo correr el oro de sus rimas y la fragancia sutil de sus
estrofas.
Atacando con saña las poblaciones del
país
El 16 de enero ya la Influenza
producía graves estragos en Santiago y se reportaban más
de 5 mil casos detectados en esa ciudad hasta la fecha, mientras que el día 18
la noticia alarmante se refirió al azote despiadado del mal sobre
los campos de Bayaguana.
El 20 de enero ya el virus afectaba a la mayor parte
de los pueblos de la región del Cibao y se hablaba de 18 mil habitantes
afectados y de la falta de alimentos en esa zona; para paliar la crisis
alimentaria de Santiago los víveres comenzaron a ser llevados desde San
Francisco de Macorís, donde los muertos se contaban por cientos.
En La Vega se dejaba sentir el mal, pero no
con la ferocidad que lo hacía en otras localidades.
El día 22 las estadísticas de los enfermos en Santiago
daban cuenta de 10 mil 169 casos y 300 fallecidos. En la comunidad de Bonao el
virus postró en la cama al 85% de la población.
En cuanto a la región Sur, donde aparecieron los
primeros enfermos, se informaba que en San Juan de la Maguana para el 20 de
febrero, “la influenza se propaga de manera alarmante”; por igual en
San José de Ocoa comenzó a sentirse a principios de marzo.
No se tienen noticias ciertas de la cantidad de
afectados y muertos en la región Este, pero debió seguir el mismo patrón de las
demás comunidades, y se dijo que en una población cercana a Monte Plata,
falleció casi el 100% de la comunidad.
La Iglesia Católica reportando la desgracia
En enero de 1919, cuando ya la enfermedad se había
expandido por todo el país, circuló el Boletín Eclesiástico de la Arquidiócesis de Santo Domingo, con
un balance parcial relativo a los efectos de la pandemia de la Influenza sobre
la feligresía católica.
En el artículo “La Epidemia: Influenza”, las
autoridades religiosas apuntaron que la enfermedad hizo su aparición a mediados
de diciembre de 1918, expandiéndose y tomando proporciones
alarmantes que obligaron al cierre de las escuelas y reuniones públicas:
“El pavor y la tristeza reinaban por todas partes;
sobre la capital había caído un manto de dolor y las calles no eran transitadas
más que por los facultativos que se dirigían a los afligidos hogares o por el
carro fúnebre que sin tregua conducía a la última mansión a los que habían
caído víctima del flagelo.
Los estragos mayores los hace la enfermedad ahora en
los campos vecinos, en las poblaciones del Sur y del Este y sobre todo en el
Cibao”.
La Influenza desapareciendo de República Dominicana
No se puede hablar de la desaparición total de la
Influenza en la República Dominicana, pero a partir del verano de 1919 se
sintió una disminución de los casos de afectados, aunque en el período invernal
se dieron algunos brotes.
Durante los años subsiguientes, la enfermedad
reaparecía en algunos lugares de la República aunque los daños sobre la salud
de la población fueron cada vez menos catastróficos. Igual
sucedió en los Estados Unidos y otras naciones americanas. Tal vez
el impacto en la población se hizo menor debido a las medidas preventivas que
se iban tomando, entre ellas el descubrimiento de algunos fármacos para
combatirla. Por ejemplo, en 1937 se informó del descubrimiento de un suero
hecho en Paris, inventado por el doctor Charles Folley. Los experimentos para
ese logro fueron financiados por Francia y los Estados Unidos de manera
conjunta y simultáneas.
Han pasado 100 años de la Pandemia que fue llamada la
Influenza y ahora, a un siglo de aquella calamidad, la humanidad se estremece
con el Coronavirus, que ya
ha asesinado a centenares de ciudadanos del mundo. Ojalá y esta breve nota
histórica sirva para la reflexión y haya dejado alguna experiencia
entre todos los lectores del periódico Acento.
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