Repensar la conducta humana ante un mundo en conflictos.
Todo parece
indicar que la agresividad en sus distintas manifestaciones se ha convertido en
una manera de vida, que hace parte de la cotidianidad del diario vivir.
Los
presupuestos patológicos de la agresividad están incursos en las distintas
conductas humanas, repercuten social, familiar, política, en los negocios, en
la formación y en la religiosidad, en los estados emocionales inherentes, la depresión,
estrés, miedos, iras, controversias, interrelaciones personales y en toda
disidencia tan común en los tiempos presentes como sujeto perturbador de todo
ordenamiento social.
El tema en comento
aflora con ímpetu arrollador en un mundo atrofiado por los conflictos de todo
orden que a su vez hacen incursión en la doctrina de la frustración que no es
otra cosa que la pugna que se cierne por diferencias interna entre
sujetos.
La frustración a su vez se acompaña de la agresividad y sus demás
componentes motivo de esta reflexión, cuya razón de ser entre otras, es la de querer
destruir las barreras que impiden satisfacer la unidad y la concepción moderna
humanista.
Para visualizar este entorno nos tiene que llevar a comprender la
mutación que se viene produciendo en la sensibilidad del ser, en la manera de
vivir que aprecia que no existe un rumbo determinado, sino un desorden y eso
hace que nos llevemos por las incertidumbres.
Vista la
agresividad en su estudio por las ciencias humanas, esta recorre distintos
caminos como el que se revierte al sujeto donde la agresividad se encapsula en
su inconsciente a manera de reprimirla generando estados neuróticos donde se
asocian mecanismos de ataque, de reacción, de rechazo, hasta paranoicos.
Normalmente los individuos agresivos van en contra de las buenas relaciones,
disfrutan del divisionismo a base de actos esquizofrénicos, inventando hechos,
buscando sobresalir y para ello quieren que solo sus ideas son las correctas, y
se hacen dueños de verdades falsas, demostrando honradez donde solo sobresale
la mezquindad.
Cobra vigencia lo que un pensador dice que estamos en la sociedad del malestar. Vivimos en una época donde a pesar de tanto desarrollo, de tanta civilización, es donde más la violencia se ha acrecentado.
Se expande por doquier los
conflictos y con ellos las frustraciones que crean agresividad por deseos
incontrolables de poseer y no se logra, por deseos de poder y para mantenerlo
se acude a la conducta irracional.
Todo porque la violencia
estructural emana de la agresión múltiple sencillamente porque esta sociedad es
más inhumana que humana, es más irracional que racional que impide la
transformación humana, haciendo resistencia a la trazabilidad en los procesos
sociales y políticos para un mundo mejor.
Es necesario
precisar el sentido de agresividad para ubicarnos con mayor dimensión en este
sucinto desarrollo. La agresividad es la tendencia a actuar o responder con
violencia sea esta física, oral, psicológica, con posturas corporales, imágenes
o símbolos. La agresividad provoca, ofende, irrespeta, ataca, intimida, daña
física o psicológicamente, es contrario al derecho de una persona.
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