Repensar la conducta humana ante un mundo en conflictos.


 
Por Mariano Sierra:
Todo parece indicar que la agresividad en sus distintas manifestaciones se ha convertido en una manera de vida, que hace parte de la cotidianidad del diario vivir. 

Los presupuestos patológicos de la agresividad están incursos en las distintas conductas humanas, repercuten social, familiar, política, en los negocios, en la formación y en la religiosidad, en los estados emocionales inherentes, la depresión, estrés, miedos, iras, controversias, interrelaciones personales y en toda disidencia tan común en los tiempos presentes como sujeto perturbador de todo ordenamiento social.

El tema en comento aflora con ímpetu arrollador en un mundo atrofiado por los conflictos de todo orden que a su vez hacen incursión en la doctrina de la frustración que no es otra cosa que la pugna que se cierne por diferencias interna entre sujetos. 

La frustración a su vez se acompaña de la agresividad y sus demás componentes motivo de esta reflexión, cuya razón de ser entre otras, es la de querer destruir las barreras que impiden satisfacer la unidad y la concepción moderna humanista.

Para visualizar este entorno nos tiene que llevar a comprender la mutación que se viene produciendo en la sensibilidad del ser, en la manera de vivir que aprecia que no existe un rumbo determinado, sino un desorden y eso hace que nos llevemos por las incertidumbres.

Vista la agresividad en su estudio por las ciencias humanas, esta recorre distintos caminos como el que se revierte al sujeto donde la agresividad se encapsula en su inconsciente a manera de reprimirla generando estados neuróticos donde se asocian mecanismos de ataque, de reacción, de rechazo, hasta paranoicos. 

Normalmente los individuos agresivos van en contra de las buenas relaciones, disfrutan del divisionismo a base de actos esquizofrénicos, inventando hechos, buscando sobresalir y para ello quieren que solo sus ideas son las correctas, y se hacen dueños de verdades falsas, demostrando honradez donde solo sobresale la mezquindad.

Cobra vigencia lo que un pensador dice que estamos en la sociedad del malestar. Vivimos en una época donde a pesar de tanto desarrollo, de tanta civilización, es donde más la violencia se ha acrecentado. 

Se expande por doquier los conflictos y con ellos las frustraciones que crean agresividad por deseos incontrolables de poseer y no se logra, por deseos de poder y para mantenerlo se acude a la conducta irracional. 

Todo porque   la violencia estructural emana de la agresión múltiple sencillamente porque esta sociedad es más inhumana que humana, es más irracional que racional que impide la transformación humana, haciendo resistencia a la trazabilidad en los procesos sociales y políticos para un mundo mejor.

Es necesario precisar el sentido de agresividad para ubicarnos con mayor dimensión en este sucinto desarrollo. La agresividad es la tendencia a actuar o responder con violencia sea esta física, oral, psicológica, con posturas corporales, imágenes o símbolos.  La agresividad provoca, ofende, irrespeta, ataca, intimida, daña física o psicológicamente, es contrario al derecho de una persona.

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