Santo Domingo: La ciudad que respira historia.
La Ciudad Colonial intacta.
Por María Fernanda Arbelaez Méndez, visitó a la República Dominicana en tiempo de béisbol en representación del periódico El Tiempo de la ciudad de Bogotá en Colombia.
Su Ciudad Colonial está intacta en el
tiempo, con calles de anchos iguales y flores colgadas entre los balcones.
Ha
sido escenario de una parte clave de la historia de América, fue fundada el 4
de agosto de 1496 por Bartolomé Colón y eso hizo que se ganará el título de la
ciudad más antigua del Nuevo Mundo.
Su estilo gótico se observa en dos de sus
tres entradas y en el imponente techo.
Sus rincones esconden misterios como contar con siete columnas, por los siete
días de la semana, y su atrio tiene doce columnas, por los meses del año.
Una
versión señala que tuvo las reliquias de Cristóbal Colón y en 1586 fue invadida
por el inglés Francis Drake, quien vivió allí y después la despojó de todas sus
riquezas.
Unos pasos al frente está el parque Colón. En su centro, una
gran escultura del descubridor que lleva su nombre, quien con el índice apunta
hacia el norte.
Curiosamente decir el nombre del señalado de haber descubierto
América es entre los dominicanos algo ‘fukú’: de mala suerte.
Al caminar un par de cuadras está el Convento de los Dominicos,
que se precia de ser el lugar en donde se creó la primera universidad de
América, en 1538, que en su momento fue nombrada Santo Tomás de Aquino y más
tarde Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Una de las atracciones de estas cuadras antiguas es el cinema
The Colonial Gate. Allí se proyecta un documental 4D sobre la toma de la ciudad
por los ingleses. Es entretenido y no toma más de media hora.
Al
terminar puede tomarse una copita de mamajuana, una bebida tradicional de ron,
vino, miel y especias.
Llevar agua es indispensable, y los zapatos cómodos son
necesarios. Caminarla toma dos horas. El recorrido se puede hacer en bicicleta
o tren, una opción práctica para quienes vayan con niños.
El lugar tiene una réplica de un cultivo de cacao, en donde se
conoce su proceso de cosecha desde la recolección hasta la fermentación. En la
experiencia degustamos la pepa del fruto. Su textura: parecida a la guanábana,
su sabor: amargo, no se parece al del chocolate.
En otro salón, encima de una
mesa de madera, están los ingredientes del chocolate y tabletas de diferentes
concentraciones de este preciado alimento.
La siguiente parada es en el Museo del Ron y la Caña. En este
lugar, que guarda este pedazo importante de la cultura licorera dominicana, se
descubren los viejos laboratorios en los que se procesaba la caña de azúcar
para convertirla, después de muchos procesos de destilación y conservación, en
ese licor de color acaramelado.
Está situado en la calle Isabel la Católica, a unas pocas
cuadras del parque Colón. En su tienda hay ron con diferentes procesos de
añejamiento y de todos los tamaños.
El paraíso
subterráneo
También te deja sin aliento, debido al descenso por las más de
cien escaleras que se van encontrando en el camino donde se ubican los lagos
Azufre, La Nevera y de Las Damas. Sus profundidades no superan los cinco metros
y no está permitido ingresar en sus aguas, con el fin de preservar su pureza.
En el fondo del lugar se esconde el último de sus secretos: el
lago Los Zaramagullones. Para descubrirlo hay que atravesar el lago La Nevera
en una embarcación que se moviliza con cuerdas.
Las figuras rocosas se van dibujando en las aguas mansas que
tiene este cuerpo acuífero, en un momento no sabes distinguir dónde están el
borde real de las piedras y el reflejo de ellas. Las lianas y el verde intenso
de la vegetación se agrupan en todo el lugar, dejando un cuadro natural
sorprendente.
La entrada a la zona cuesta cerca de 6.000 pesos colombianos, y
su recorrido total toma más de una hora.
Santo
Domingo no guarda únicamente el tesoro de su historia: a unos 15 minutos en
automóvil de la Ciudad Colonial se puede visitar la riqueza natural
que alberga el Parque Nacional Tres Ojos, una cueva que guarda en su
interior tres lagos de agua dulce y seduce con su estructura rocosa y altos
árboles.
También
te deja sin aliento, debido al descenso por las más de cien escaleras que se
van encontrando en el camino donde se ubican los lagos Azufre,
La Nevera y de
Las Damas. Sus profundidades no superan los cinco metros y no está permitido
ingresar en sus aguas, con el fin de preservar su pureza.
El
líquido cristalino colorea en diferentes tonos de azul su superficie; en el
techo, las estalactitas, que crecen un centímetro cada 100 años, son la muestra
clara de su existencia milenaria.
Curiosamente, este paraíso subterráneo
no fue descubierto hasta 1916, y solo en 1972 se permitió la entrada al
público.
En el
fondo del lugar se esconde el último de sus secretos: el lago Los
Zaramagullones. Para descubrirlo hay que atravesar el lago La Nevera en una
embarcación que se moviliza con cuerdas.
Las lianas y el verde intenso de la vegetación
se agrupan en todo el lugar, dejando un cuadro natural sorprendente.
Curiosamente,
este paraíso subterráneo no fue descubierto hasta 1916, y solo en 1972 se
permitió la entrada al público
Se
escucha de fondo el himno nacional del país e inmediatamente vemos cómo los
dominicanos detienen su caminar para oír con solemnidad estas tonadas patrias.
Nos
apuramos para entrar al estadio Quisqueya en donde ya comienza el encuentro
entre Águilas Cibaeñas y los Leones del Escogido, el juego en el que vamos a
intentar descifrar el deporte nacional: el béisbol.
Ya en
las tribunas, los colores amarillos y rojos se mezclan entre sí, son los tonos
oficiales de los dos equipos. Lo
curioso es que entre hinchas rivales no hay ninguna separación, se sientan uno
al lado del otro sin más intención que la de presenciar lo que ellos mismos
llaman, “la mejor pelota del mundo”.
Lo dicen con orgullo, sonríen al contar
que sus peloteros han hecho historia en las Grandes Ligas de Estados Unidos.
Entre
las nueve entradas del juego, que tomó dos horas y media en terminar, el
ambiente del lugar fue de celebración. En los parlantes suenan merengue,
reguetón y bachata, sonidos que se combinan con los gritos de euforia de los
asistentes que festejan cada batazo, cada carrera, cada jugada acertada.
Más
allá de la victoria o la derrota que vivió uno de los bandos, al terminar el
juego tres carreras contra una a favor de Escogidos, la sensación general entre
los asistentes es de fiesta.
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