Una médico y un piloto sabanetero que navegan entre aguas turbulentas.
Ibeny Peralta.
Por Marcelo Peralta.
Desde la entrañas de la tierra de la
provincia Santiago Rodríguez han brotado grandes luminarias que ponen en alto
la Bandera Tricolor de la República Dominicana.
Muchos de esos héroes y heroínas son olvidados
por la sociedad, acogiendo determinadas circunstancias, tiempos y necesidades.
Me refiero a la doctora Ibeny Peralta Gómez,
mujer valiente, abnegada, entregada a las mejores causas, profesional cabal,
madre inigualable, esposa incomparable, amiga sincera, hija insuperable y
ciudadana ejemplar.
Es verdad que la profesión médica debe estar al
servicio de los pacientes, la sociedad, sujeta a las circunstancias, comprometida
a abordar las causas sanitarias en las catástrofes, sin excusas, ni atrasos,
asegurar la planificación de la atención a la población.
Pero desde el Estado se les deben tener acceso a los
equipamientos apropiados, funcionales y protectores para evitar contagios.
El gobierno, en las circunstancias actuales, debe demostrar
atención, compasión, asignar recursos, medios indispensables, esenciales que
protejan a los profesionales de la Medicina, de la Policía, Ejército, periodistas, camarógrafos,
los recogedores de basura que evitan la expansión de epidemias.
Mi hija, la doctora y cirujana, Ibeny Peralta Gómez, es de los muchos médicos
que tienen compasión por sus pacientes, los ayuda, respetar su dignidad, calma dolencias,
pide orientación, actúa conforme a las necesidades, a los recursos disponibles,
garantiza sus prioridades en los tratamientos que salven el máximo de vidas y
limitar la morbilidad al mínimo.
En estos momentos en que el planeta se sacude al ritmo de quedar deshabitado por la
epidemia del coronavirus que en vez de detenerse crece dejando como secuela
miles de infectados y cientos de muertos
La aparición del coronavirus sea creado por
caprichos de la Madre Naturaleza, un accidente de tráfico, el acto aislado de
un lunático, orquestado por un grupo terrorista, sin embargo, el protocolo de
actuación sigue una misma línea, trazado y marcado por una única meta en el
mundo que es salvar el mayor número de vidas.
Gentes de corajes tienen que afrontar de
repente una gran afluencia de infectados y hay que actuar para salvar vidas, en
que se presentan situaciones contra el reloj crucial, debiendo tener bien claro
a la hora de salvar vidas.
Estamos en medio de una catástrofe desastrosa que altera profundamente el
funcionamiento del mundo y que, ha llegado a la República Dominicana ya
con pérdidas humanas, infectados, carencia de materiales, daños económicas,
ambientales que exceden a la capacidad del país, pero hay enfrentarlo con sus
propios recursos.
De las
catástrofes muchas son causadas por la naturaleza y del origen humano para
crear situaciones graves, conflictos, guerras, internas, externas y de otras
especies.
Una gran cantidad de esas catástrofes producen
destrucción material, humanas, desplazamiento de población, víctimas, desorganización social, económicas,
paralización del aparato productivo, modificación científica, sanitaria y una
preparación adecuada tendría consecuencias menos graves, probables y protegería
a los más vulnerables.
Estas situaciones van acompañadas de un desequilibrio
fuerte, imprevisto, falta de recursos, intervención de médicos, necesidades de
ayudas a enfermos, sobrevivientes, sin considerar
causas, tienen diversos elementos en común.
Generan daños físicos, emocionales, traumas directas,
indirectas, contaminación, riesgos de epidemia, daños sicológicos, dificulta a acceso
a alimentos, agua potable, albergue, atención médica y la salud.
En un contexto de salvaguarda, a veces necesita
medidas policiales y militares para mantener el orden; uso de los medios de
comunicación; acceso a las redes sociales.
Las catástrofes necesitan reacciones
multidisciplinaria poniendo en marcha ayudas, que van desde los transportes, aprovisionamiento
de alimentos, atención médica, pero se necesita que en estas operaciones esté
la autoridad eficaz, centralizada que coordine las acciones públicas y
privadas.
Los médicos se enfrentan a situaciones excepcionales
que requiere de un estándar de atención profesional, ético, que asegure su
protección, dotados de los medios básicos a fin de cumplir con su misión.
Que Dios la proteja doctora Ibeny Peralta Gómez.
Hay ocasiones que para levarse hay que tocar
fondo. El mundo está cayendo al precipicio a causa
del coronavirus.
La nave que mantiene en incertidumbre a la humanidad parece que el
piloto no consigue controlarla, sacarla y eliminarla.
Hay ocasiones y circunstancias en que ha
tratado de pararse.
Existen dos sabaneteros valientes que dignos
de elogios por sus valentías.
Los aviones tienen las alas fuertes, que son
elevarlos a miles de pies de altura para cruzar de un país a otro, lo que se
logra por los “cojones del pilotos”.
Aparecen
ocasiones en que el hombre tiene que dejarse ganar de una mujer en sus
respectivas áreas.
Para orgullo de los sabaneteros presentaré a
dos titanes.
A ambos los vi nace, crecer, desarrollarse,
estudiar, compartir, graduarse y trabajar.
Me refiero a Martín Cabrera, un niño
humilde, hijo de maestros muy valorados, nativo de la calle Ambrosio Cabrera,
cerca del pley de béisbol Armando Sosa Leyba.
Su padre y profesor César Martín Cabrera,
jugamos softbol en el equipo El Manicero, del cual fui, también mánager.
Martín y su hermano mellizo César Martín Cabrera,
por su disciplina, a pesar de ser menores de edad, le permití ser miembros del
equipo El Manicero.
Jugaban sincronizados y nunca tuve la
necesidad de llamarlos a la atención porque siempre eran obedientes.
Hoy, Martín Cabrera es piloto y a pesar de
que la humanidad está sometida en una catástrofe, este valiente joven
sabanetero y altruista sigue volando transportando a personas de un país a
otro.
Bendiciones hermano Martín Cabrera.
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