El médico y en su día.


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Por Marcelo Peralta

Aquellos que abrazaron la profesión de la Medicina deben sentir orgullosos aunque en este país no se les quiera reconocer.

Hay que decir que después de Dios, Creador del Universo, el médico es quien le sigue.

Su misión es la de velar por la salud de las personas.

Ese ejercicio no es cosa de juego.

Un buen médico aunque esté destrozado por los problemas familiares siempre recibe al paciente con una sonrisa.

Esa actitud hace que el enfermo se sienta con confianza.

La mejor medicina para el adolorido es observar al médico de buen humor cuando se acude al consultorio.

Es reconfortante para el paciente cuando el médico lo recibe con una sonrisa y les da confianza.

Eso, hace que aumento el ánimo un al paciente.

Es de rigor que el médico debe tratar al paciente como a su propio hijo o como hermano.

Debe haber delicadeza hacia el paciente y éste colaborar con el profesional de la Medicina aunque esté pagando su dinero.

Porque Dios que da la llaga, también aporta la medicina.    

El médico es para el enfermo como un faro de luz.

Innegable resulta que el color blanco de manera impecable que siempre lleva puesto el médico es lo más parecido a un ángel que salva personas de sus enfermedades más malignas.

Donde quiera que se ame el arte de la medicina, se ama a la humanidad.

El enfermo que yace en una cama del hospital y en clínica no quiere a un médico elocuente.

Lo que anhela ese paciente, es, que el médico lo sane.

No obstante, el médico no puede curar bien a un enfermo cuando éste no colabora diciendo la verdad de sus dolencias corporales.

Las palabras nunca serán suficientes para demostrar al enfermo el nivel de preocupación que da al médico cuando llega un paciente en estado crítico.

Ningún médico quiere que el paciente se muera.

Hay que saber que cuando un paciente se muere en una cama de la clínica o del hospital, los médicos se van a un área solitaria a reflexionar, a llorar, en ocasiones por el cariño hacia ese ser humano, y en ocasiones de “impotencia” porque carecía de los médicos y equipos que salvaran su vida.

Cuando ocurren estos desenlaces, los familiares lanzan dardos contra el profesional de la Medicina.

Pero, cuando el médico hace hasta lo indecible y lo sobrehumano con la ayuda de Dios a sanar a ese paciente, los familiares ni siquiera los felicitan.

Como paciente, quien suscribe nunca olvidará todo lo que Dios, los médicos, mis seres queridos hicieron por mí en aquella debacle del año 2012.

Ahí estuvo el milagro del Altísimo,de ángel que en la madrugada de aquel funesto 25 de julio del año 2012 en en plena agonía, solo, impotente, sin vista, inmóvil, indefenso, atribulado y sin posibilidades de sobrevivir, Dios me permitió unos segundos y hacer saber a mis vecinos la desgracia por la que atravesaba.

Ese me salvó la vida, aunque duré una semana sin ver lo que me rodeaba, no tenía dominio de mí, tampoco sabía lo que hablaba, menos lo que comía porque ningún sabor era placentero para mí.

Estuvo en cama, luego en sillas de ruedas, usé bastón, Dios y mi aquel ángel con su vestimenta blanca impecable me reconfortaba, el cariño de quienes me valoran y mi perseverancia, hoy podemos decir que soy un ser humano diferente, solidario, siempre dispuesto a ayudar al caído y al desposeído.

Felicidades a todos los médicos sean hembras o varones.

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