Debemos rechazar la maldad y cultivar la alegría
Introducción
1.- Los sentimientos de los
seres humanos guardan relación directa con el sistema social que sirve de base
a la sociedad. Donde impera el individualismo, el egoísmo y las ambiciones
desmedidas, está presente una organización económica cimentada en la explotación.
2.- Los hombres y mujeres
se levantan con ideas nobles, practican la solidaridad y orientan sus pasos en
busca del bien común en los países donde predominan instituciones basadas en el
desarrollo por medio del trabajo material o intelectual.
3.- Basta con tomar en
cuenta lo que es la sociedad dominicana de hoy que en nada se parece a lo que
fue ayer, no desde el punto de vista de los cambios que se han experimentado en
el orden económico, sino por la conducta, el comportamiento de los dominicanos y
las dominicanas.
4.- En muchas personas no
es fácil encontrar hoy manifestaciones de amor, comprensión, fraternidad e
identificación con causas nobles. El individualismo y la mercancía dinero se
han convertido en forma de ser y objetivo a lograr por muchos de los que ahora
integran la sociedad dominicana.
5.- En la forma de actuar
algunos individuos está tipificada la esencia misma de lo que es la guía de la
actual composición social. Se busca herir, fastidiar, golpear a los demás, sin
pensar que el ser humano no debe anidar odio ni rencores hacia los demás.
Aquellos que aquí han hecho de la maldad una forma normal de vida, olvidan que
nada importa el futuro cuando uno no está en paz con su conciencia.
6.- Lo ideal fuera que cada
hombre o mujer se oriente por el ejemplo de los que en todo el curso de la
historia de la humanidad, han sacrificado sus vidas para con el ejemplo lograr
el amor y la solidaridad entre los que ocupan el planeta tierra. La realidad
que nos pinta la vida de hoy es que el individualismo, la codicia y la intriga
dominan la conciencia de muchos seres humanos.
I.- Dos dañinos en la
sociedad
7.- Nunca van a recibir
reconocimientos aquellos que se levantan en base a su capacidad, talento y
esfuerzo propio; ellos deben estar preparados para escuchar maldiciones contra
su progreso, porque la sociedad de hoy está preñada de vicios y genera por
todas partes envidiosos, mediocres y falsos, entre los que se destacan los
descalificadores y los envidiosos.
8.- El descalificador no
escoge como víctima a cualquier persona; él sabe hacia quien dirige su proceder
diabólico; acciona contra alguien de valía; lanza sus dardos venenosos para
descalificar a los ilustres, triunfadores, exitosos, sobresalientes y
meritorios. En razón de que su objetivo es dañar, no logra sus fines ocupándose
de quien carece de brillo. Busca con su mordacidad deslustrar seres humanos
excelentes, no a los mediocres.
9.- El accionar normal del
descalificador no es actuar frente a frente ante el que quiere descalificar,
sino que hace uso de la sinuosidad del ondulante que le es inherente a su
persona. Su obra infame y serpenteante es extraña a la franqueza y a lo
directo; le conviene actuar disimulado, retorcido, nunca derecho.
10.- Para alcanzar su
objetivo dañino el descalificador estudia previamente el auditorio ante el cual
va a soltar su palma de fuego verbal; le gusta exponer sus ideas perversas en
un círculo social en el cual su víctima sea respetada; siempre espera que la
audiencia le preste atención a lo que va a decir contra el escogido para
descalificar.
11.- En su afán por
denigrar a la persona respetable y sobresaliente, el que descalifica se ubica
por lo regular donde hay una concurrencia accidentalmente cautiva, ya sea en un
encuentro de amigos y amigas, un centro de diversión, una funeraria, un club
cultural o social, en fin, allí donde hay una aglomeración que se ha dado cita
por algo de interés común.
12.- El escenario ideal
para el descalificador hacer su indigna labor es aquel donde se mueve la
persona que busca rebajar o de cualquier forma denigrar. El ambiente para
vilipendiar al hombre o mujer de bien es allí donde normalmente hace acto de
presencia por su vida laboral o profesional.
13.- Todo aquel que hace el
sucio trabajo de descalificar a las personas de prestigio, sabe en el momento
que inicia su bajo operativo, pero no cuando lo concluye. Por lo general,
considera que su misión indigna ha terminado cuando ha reducido anímica y
moralmente a quien procura descalificar.
14.- Alcanzada la
desmoralización, el desprestigio y el descrédito de su víctima, el
descalificador se siente realizado en su baja tarea; mientras más estropea la
honra y prestigio de su sacrificado, más disfruta su logro. Es cuestión de
sembrar el descrédito hasta lo infinito.
15.- Para que una sociedad
humana pueda dañarse al nivel que ha llegado la dominicana, en su seno tiene
que haberse producido una degradación tan precipitada que ha impedido a
sectores, clases y capas sociales sensibles percatarse de los que estaba
socavando su base.
16.- Solamente en una
sociedad regida por un sistema social como el que impera en nuestro país, puede
engendrar un espécimen con las bajas pasiones del envidioso. Hay que ser muy
poca cosa como ser humano para compartir con los demás y anidar en el cerebro
resentimientos, odio, egoísmo y rivalidad. Por tal razón es que el envidioso es
un peligro social.
17.- La envidia ejerce
tanto dominio sobre las personas que acompaña, que aunque quieran quitársela de
encima, liberarse, no pueden, porque les domina el corazón y el cerebro,
privándolas para siempre de libertad y paz. Durante todo el curso de su existencia
permanece en una encrucijada de sufrimientos: afligidas por la desgracia de la
envidia y entristecidas por la felicidad del envidiado.
18.- El envidioso es
perseverante, no da tregua; persevera contra aquel que envidia; le da
seguimiento hasta después de muerto, porque cuando fallece la víctima de la
envidia, el envidioso va a la funeraria, no a darle el pésame a los deudos,
sino a comprobar el deceso de aquel que siempre había sido objeto de la
envidia.
19.- El que a otro envidia
no le celebra la buena ni la mala acción: la primera se la aplaude con
hipocresía, y por la segunda lo maldice. Esa persona envidiosa no merece
desprecio, solo conmiseración, porque aquel que nace con el sentimiento de
rivalizar por gusto, no tiene sosiego, vive convulsionado, es un espíritu que
permanece revuelto y con el cual hay que tener clemencia.
20.- Es de desear que la
realidad dominicana fuera otra, pero ella está ahí como testigo de piedra, algo
incontrovertible. Estamos viviendo en un medio social corrompido hasta el
tuétano; cada día se acelera más y más la podredumbre social; lo que se respira
en el ambiente dominicano está contaminado; estamos presenciando un cuadro
degradado, pervertido y encanallado con la presencia de lacras como lo es el
envidioso.
21.- Para conservar la
tranquilidad espiritual resulta más conveniente no descubrir la envidia de un
ser querido hacia ti, porque hasta el momento que se advierte la envidia se
conserva la devoción hacia el envidioso, pero luego en el envidiado viene
primero la duda, luego el afecto menguado y finalmente el abatimiento.
22.- Solamente aquel que ha
descubierto que un amigo le envidia, sabe la frustración, el dolor que produce;
es pasar por un momento sumamente difícil; uno se siente anímicamente hundido,
interiormente desbaratado, totalmente estropeado. Nos sentimos contentos,
rebozados de alegría al saber de los logros alcanzados por un amigo en el área
donde se desempeña, pero el envidioso se manifiesta abrumado, triste y
apesadumbrado, lo que lo lleva al descontento, la infelicidad, el pesimismo y
el aturdimiento.
23.- Lo menos que podemos
hacer por una persona enferma, y que ha gozado de nuestro aprecio, es gestionar
su curación por un médico para que recupere su salud y verla, en lo
adelante, saludable. Pero resulta que el envidioso se resiste a tratarse,
prefiere continuar decaído, porque se siente mejor siendo un enfermo social.
24.- Los envidiosos no
tienen cura; la envidia es un padecimiento, con la agravante de que quien la
padece la disfruta. El, por tiempo se mejora, pero luego su lesión se reactiva,
porque la misma solo puede eliminarse de dos formas: desapareciendo el
paciente, o el sistema que genera la enfermedad.
25.- Lo más
conveniente para la sanidad y tranquilidad de lo que en verdad se llama pueblo
dominicano, la solución para eliminar la envidia, y con ella la lacra social
que genera el envidioso, es luchar para acabar con el sistema, o por lo menos,
con el modelo que padecemos hoy los dominicanos y las dominicanas. La
tarea no es fácil pero hay que bregar para lograr el objetivo perseguido.
26.- El envidioso nace y se
desarrolla en un medio social en el cual no se educa al ser humano para que
sirva de ejemplo y motive a la virtud, sino para que esté condicionado en la
codicia, el egoísmo, el individualismo, la inquina, los rencores, el vituperio
y el cinismo. La sociedad dominicana de hoy anda por mal camino porque en
nuestras escuelas desapareció enseñar a las niñas y a los niños a tener cariño,
a la solidaridad y a la comprensión mutua.
II.- Sembrar el entusiasmo
27.- El país está lleno de
chismosos, descalificadores y envidiosos. Estamos huérfanos de ciudadanos y
ciudadanas que motiven nobleza; que por su proceder sean respetables; dignos de
ser imitados, y admirables por su aporte al bienestar social. Hay que rechazar
a aquellos que dañan el ambiente porque son indignos; ignorarlos por su actitud
detestable; hacer caso omiso a sus acciones porque con ella no hacen otra cosa
que demostrar que están para exhibir vulgaridades y que son sujetos de baja
ralea. Debemos estar preparados para no prestar atención a los individuos que
forman parte de la sociedad solo para estropear a los decentes, desgraciar a
los virtuosos y marchitar la buena vida de los que sobresalen por ser personas de
bien.
28.- Nuestro país necesita
tener en su seno a mujeres y hombres honrosos, que son aquellos que hacen
posible que los pueblos salgan adelante. Hay que aislar a los que siembran
desilusión, frustración, desesperanza, contrariedad y desaliento. Necesitamos
coterráneos que sirvan para llevar a los demás entusiasmo para motorizar la
lucha contra la desigualdad de oportunidad, las injusticias y toda clase de
opresión social.
29.- El ser humano debe
estar presto para alentar a todos aquellos que, por una u otra razón, prueban
estar aburridos, desanimados y pasivos. Es bueno estimular a los que se sienten
decepcionados porque creen que la sociedad se ha hecho inviable. Cuantas veces
incitamos a la alegría contribuimos a que el ambiente se llene de grupos
sociales decididos, dinámicos y festivos. Ojalá cada uno de los nuestros se
decida por trabajar para que la nación dominicana cambie para bien, con el
concurso de los que aquí están determinados para triunfar, cantar victoria,
abrir nuevos caminos para que predomine el optimismo.
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