En parroquia del Distrito Municipal Santiago Oeste celebran los 30 años de ordenación sacerdotal del obispo emérito Benito de la Rosa y Carpio.


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Monseñor Ramón Benito de La Rosa - Arzobispo emérito de Santiago. Padre Javier Báez - Párroco de la parroquia Santa Marta. Anthony García - Maestro de las celebraciones litúrgicas.


Por Marcelo Peralta.

Santiago, R.D.- En la Parroquia Santa Marta, considerada la más alegre país, situada en el barrio San Lorenzo, del Distrito Municipal Santiago Oeste, la feligresía ha celebrado este domingo los 30 años de ordenación sacerdotal, del Obispo Emérito de Santiago, su Eminencia Reverendísima, Monseñor Ramón Benito de la Rosa y Carpio.

La misa en honor a Monseñor Ramón Benito de La Rosa, fue concelebrada por el sacerdote Javier Báez, cura de la parroquia Santa Marta y por Anthony García quien funge como maestro de las celebraciones litúrgicas, a la que asistieron  decenas de feligreses.+
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Aunque desde jóvenes, Ramón Benito de la Rosa y Carpio creía que su vocación era la de ser basquebolista, sin embargo,  confiesa que según iba avanzaba su edad, consagraba su vida a los ritos religiosos y sacrificios a la divinidad.

De la Rosa y Carpio, nació el día 19 de septiembre del año 1939, en el paraje de Los Ríos, en el municipio de Higüey en la entonces en la provincia de El Seibo, hoy La Altagracia en el Este de la República Dominicana.

A sus 80 años de edad, 30 de ellos dedicados en el sacerdocio en donde ha escrito más de 70 libros.

Entre ellos figuran, “El hombre que se regaló chocolates”, La Reforma Social; Razones para Vivir; Navidades Nuestras; Ética y Política; ¿Quién Liberará este pueblo?; Todas las cosas las hace el mismo y único Espíritu; Dios, Familia, Comunidad e Iglesia; Nuestra Señora de la Altagracia; La Universidad por un Nuevo humanismo y Fundamentos de la Ética y la Moral.

Fue ordenado sacerdote el día el día 23 de enero del año 1965 por Monseñor Juan Félix Pepén Solimán.

Recibió en el año 1989 su ordenación episcopal.

Designado como Obispo de la Diócesis en la Provincia La Altagracia en el Este del país.

Después fue enviado como Arzobispo de la Arquidiócesis de la provincia de Santiago hasta que por su edad fue retirado.

Hoy día es obispo emérito y se ha quedado a vivir en Santiago.

Sacerdote.

Lo ordenaron obispo el día 6 de enero del año 1989 por el Papa Juan Pablo II.

Estudios.

Obtuvo su Licenciatura en Ciencias Religiosas en el Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino.

Otra en Teología Dogmática realizada en el Instituto Pontificio San Anselmo, Roma, Italia.

En el año 1984 logró el Doctorado en la Universidad Pontificia Javeriana, de Colombia.

Reconocimientos.

Su acción pastoral le ha valido múltiples reconocimientos en el país como han sido La Sandalia de la Buena Prensa, Edición El Peregrino, 1992; Hijo Distinguido de Higüey, 1995; Sociedad Cultural Oriental, 1995; y Caballero de la Legión de Honor, Embajada de Francia, 2003, entre otros.

Ha sido columnista de los periódicos “El Sol”, “Listín Diario”, “El Siglo”, “El Caribe”, “La Voz del Santuario”, “El Planeta”, “El Cometa” y “Camino”.

Servicios.

En su ministerio sacerdotal prestó servicios como Vicario Cooperador en Hato Mayor y en La Romana; Asesor Diocesano de la juventud; Asesor Diocesano M.F.C; Vicario Ecónomo Parroquia Guaymate; Pro-vicario General; Rector Basílica-Catedral Nuestra Señora de la Altagracia, Higüey; Asesor Patronato Higüeyano para Niñez y Presidente Comité Alianza Francesa, de Higüey.

El 2 de diciembre del año 1988 fue elegido y nombrado Obispo titular de Cerbali y Auxiliar de Santo Domingo.

Consejos.

Consideran la familia como una misión, como una tarea a realizar, la meta de levantar una familia, como la principal, más importante y prioritaria misión y tarea de sus vidas.

Son parejas que mantienen el valor de la fidelidad matrimonial del uno hacia el otro, que es una relación sagrada e intocable.

Sostiene que el hombre no engendra hijos paralelos; que desde el punto económico sostienen sus familias y educan a sus hijos con el sudor de su trabajo.

Tienen lo necesario para vivir. Mantienen el trabajo y la unidad de la familia, como valores a los que no se pueden renunciar y no se pueden separar en detrimento de uno o de otro.

Que no han caído en la corrupción del dinero ni en la ambición del poder ni se han aprovechado de posibles ventajas económicas, cuando el poder político o empresarial se las ofrecía.

Que los padres y madres buscan ser modelos morales de sus hijos, aunque no perfectos, para conservar la autoridad moral ante ellos.

Es un deber sentarse juntos en la mesa familiar, aunque no sea siempre, hace parte del rito cotidiano de una familia sin crisis. Valoran el diálogo y la conversación familiar.

Se mantienen un gran sentido de la fiesta, de la recreación, de la diversión, de las celebraciones en familia.

Usar la práctica religiosa y los valores espirituales hace parte de la vida familiar normal, como un componente incuestionable de una familia sin crisis.

Instruir a los adolescentes y jóvenes a que respetan sus espacios, que los padres saben siempre donde están sus hijos, acuerdan con ellos, en los años de la juventud, las horas de salidas, entradas nocturnas y están pendientes de sus regresos.

Valorar la entrega y el sacrificio por los hijos y que no les dejan a los hijos vehículos hasta que no puedan tener licencia para manejar y normalmente no poseen uno propio hasta que ellos mismos lo puedan comprar en parte o totalmente.

Plantea a los padres y madres que a los hijos para recibir “un semanal familiar” han de colaborar en los trabajos de la casa y, tan pronto sea posible, laboran en la empresa familiar o en otra para empezar a costearse sus propios gastos.

Y que emplean la racionalidad y den importancia en la educación a la relación trabajo y dinero.

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