Los panameños dicen que el papa los hace sentir más cerca de Dios.
Francisco
abordó el papamóvil que lo conduciría a la Nunciatura Apostólica.
Faltaban más de dos horas
para que el vuelo que traía al obispo de Roma a tierras panameñas aterrizara en
el Aeropuerto Internacional de Tocumen y ya la ciudad vibraba de emoción:
niños, jóvenes y otros de más edad y canas en la cabeza se apostaban en las aceras
para ver de cerca al papa Francisco, que por primera vez llegaría a Panamá.
Como pocas veces, no hubo
diferencia de género.
Hombres y mujeres colocaban sillas, bancos y cualquier
objeto para sentarse o poder encaramarse y ver de cerca al sumo pontífice, el
hombre que ha llegado al Vaticano para romper esquemas y pregonar que la Iglesia
debe estar más cerca de sus feligreses si quiere estar cerca de Dios.
Un mar de gente se
concentraba en más de treinta kilómetros que desde la terminal aérea habría de
recorrer el santo padre para llegar hasta la sede de la Nunciatura Apostólica,
en Clayton, donde descansará durante su permanencia en la tierra del Canal.
Las vías Tocumen, España y
un tramo de la Avenida Central eran parte del recorrido que por primera vez
haría el papa argentino, pero que durante cinco días lo hará la juventud
católica de todo el mundo.
Nadie pensaba en el efecto
de los rayos de un inclemente sol de verano. Todo sacrificio valía la pena por
unos segundos de un saludo papal.
Paraguas de distintos colores, gorras,
pañoletas y toda clase de objetos con el logotipo de la Jornada Mundial de la
Juventud (JMJ) cubrían las cabezas de quienes se daban cita para esperar a
Francisco.
‘Es algo maravilloso
recibirlo aquí, frente a la Basílica de Don Bosco', dijo Rosa De León, una
anciana que ronda las siete décadas, pero que ayer se olvidó de la artritis,
los dolores en las rodillas y otros achaques, tan solo para sentir el regocijo
espiritual de haber visto de cerca a Francisco.
Banderas de todos los
países del mundo ondeaban para identificar a cada uno de los grupos. Como
siempre, hacía honor al eslogan que reza ‘Panamá, crisol de razas'. La llegada
del papa había unido no solo a un país, sino a miles de jóvenes de más de 156
países.
Frente a la Basílica de Don
Bosco, un dibujo de la silueta del pontífice recibía a los peregrinos que se
acercaban a ‘saludarlo' y tomarse selfis con la imagen que los hacía sentirse
más cerca del papa.
‘Dios quiera que todo salga
bien y que su visita traiga paz para la región', comentó una joven
costarricense que participa en la JMJ. A su lado, una joven de piel negra y con
un español afrancesado gritó: ‘Saludos para Panamá... ¡bienvenido, Francisco!'.
La llegada del papa ha
causado emoción, algarabía y muchos otros sentimientos. ¿Por qué? Un compañero
cree que tiene la respuesta: ‘La llegada del papa hace que la gente se sienta
más cerca de Dios'.
UN PAÍS VIBRA
Mientras escribo escucho
una y otra vez, de todos lados, ‘¡Llegó el avión!, ¡Aterrizó el avión!, ¡Sí!'.
Miro mi reloj: son las 4:15 de la tarde. Diez minutos más tarde, se asoma por
la puerta del avión el papa Francisco.
En las calles este era el
escenario: miles de personas agrupadas en las aceras esperaban el paso del auto
ecológico negro con matrícula CSVI, que llevaba a bordo al sumo pontífice,
agitaban banderas de diferentes países, saludaban, gritaban e intentaban
guardar en una fotografía el momento.
El paso efímero del papa
era como una luz que resplandecía sin durar más de dos segundos, pero que aún
así servía de consuelo para seguir enfrentando las vicisitudes del día a día.
Un aliento de esperanza.
Los panameños parecen más
unidos que nunca. Como aquellas familias pobres que reservan las mejores
vestimentas y vajillas para un visitante distinguido, Panamá sacó sus mejores
músicos, cantantes y bailarines para alagar a un hombre sencillo, carismático y
bondadoso que llegó para revolucionarla.
Una hora después de haber
salido del aeropuerto, Francisco abordó el papamóvil que lo trasladaría hasta
la Nunciatura Apostólica.
El país vibra: ‘somos
peregrinos', cantaban al unísono un grupo de jóvenes que participa en el
encuentro juvenil mundial. ¡Francisco está aquí! ¡Esta es la juventud del
papa!, gritaban los feligreses.
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